belleza
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No podemos dejar de darle vueltas a las canas de la reina Letizia, presentes de nuevo en el precioso recogido que llevó a la cena de gala de los Premios Mariano de Cavia, galardones que concede anualmente el diario ABC. Desde que las vimos por primera vez el pasado mes de noviembre, nos ha intrigado la razón por la cual una mujer en una posición de proyección mediática tan enorme opta por no disimular un rasgo capilar que se considera, general y erróneamente, un síntoma de envejecimiento. ¿Está la Reina tratando de enviar un mensaje?
El contexto tiene su complicación. Por un lado, no se puede decir que Letizia sea una mujer como las demás: en su caso, no podemos pensar que la falta de tiempo sea la razón de su persistir en las canas, pues posee recursos para disfrutar de todos los tratamientos de belleza del mundo. Una segunda hipótesis abundaba en un deseo de naturalidad por parte de la Reina. Sin embargo, nos resulta un poco forzado pensar que una mujer que no ha dudado en someterse a retoques estéticos mayores tenga en mente ninguna preocupación por la naturalidad. En realidad, a su personalidad le pega mucho más obsesionarse por la perfección.
Una tercera posible explicación a esta afición de Letizia por lucir canas podría tener más visos de verosimilitud: que quiera apuntarse a una pujante corriente de empoderamiento femenino que pretende acabar con el estigma de las canas y celebrar el pelo gris. De hecho, estaríamos ante la primera ocasión en que la Reina, de una manera clara, utiliza la moda y la estética para enviar un mensaje que le está vedado proferir de otra manera, un recurso que utilizó con gran fortuna Michelle Obama y que Melania Trump también usa, aunque con menos tino.
Si este fuera el caso, el gesto de Letizia nos ofrece una interesante oportunidad de reflexionar. Por una parte, no podemos dejar de asombrarnos ante el papel de figura silenciosa que el protocolo destina a las Reinas y, en general, consortes del poder.
Se puede hacer una reflexión interesante que tiene que ver estrictamente con las canas. ¿Por qué están vedadas para las mujeres pero se permiten en los hombres? En realidad, las canas les confieren a ellos un aire de madurez, sabiduría y autoridad que se nos hurta a nosotras. ¿Acaso no deseamos las mujeres la madurez, la autoridad y la sabiduría? ¿Por qué nos privan de ese recurso simbólico y nos reducen a jugar solamente con los que expresan juventud?
De alguna manera, si Letizia defiende su canas, está defendiendo el derecho de todas las mujeres no solo a ser sabias, sino a parecerlo. A poder comunicar que nuestros años no son un desdoro, sino un tesoro de experiencia y autoridad al que no estamos dispuestas a renunciar por presiones ajenas. Ni en la vida ni en la estética.
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