belleza
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Las técnicas de coloración que giran en torno al balayage, el rey indiscutible del color, son innumerables. Si a principios de año nació el shadow toning, que es un mix de balayage y babylights para conseguir un pelo con más cuerpo y movimiento, ahora llega el tweed balayage, que pretende suavizar la transición cromática entre el tono de las raíces (más oscuro) y el de las puntas (mucho más claro).
Se trata de una forma nueva de hacer reflejos balayage, cuya mezcla de colores sobre el cabello recuerda a el entrelazado de la tela tweed. Y, al contrario que el balayage clásico, que se caracteriza por crear un contraste cromático que comienza con unas raíces más oscuras y termina en unas puntas mucho más claras, aquí el degradado de color es muchísimo más sutil y los tonos más claros llegan hasta el nacimiento del cabello.
El colorista Rex Jimieson, con salón de peluquería en Chicago (Estados Unidos), es el artífice de esta técnica, que ha creado al darse cuenta de que sus clientas se habían aburrido de llevar las raíces mucho más oscuras que las puntas de su melena. Y, aunque en el tweed balayage también hay un contraste entre el tono de las raíces y el de las puntas, este es muchísimo más tenue.
El efecto se consigue aclarando un poco la base, para que se funda con los reflejos más rubios, y subiendo también el comienzo de los reflejos claros, que antes empezaban en la zona media de la melena. De este modo los reflejos parecen entrelazarse con el color más oscuro del resto del cabello, como si las hebras más claras estuvieran cosidas a los mechones más oscuros, que muestran sus matices naturales.
Eso sí, aunque el resultado es maravilloso, esa nueva técnica de coloración no es tan relajada como el balayage clásico, sino que requiere de visitas más frecuentes al salón de peluquería para retocar las raíces. La cita con tu colorista no podrá esperar cuatro o seis meses, sino que deberás adelantarla a los dos o tres meses.