belleza
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El mundo de la cosmética tiene estas cosas inesperadas: una fórmula que en principio podría parecer incómoda para aplicar en el cabello se convierte en un auténtico superventas cosmético. Está pasando con los aceites capilares, un producto que supera cualquier precaución gracias a su efecto demostrado: melenas nutridas, brillantes y fuertes. Eso sí: no podemos utilizarlos a lo loco. El tipo de fibra capilar condiciona el aceite que puede usarse, ya sea como mascarilla antes del lavado o como acondicionador sin aclarado, aplicando unas gotas de medios a puntas. Atenta: si tienes el pelo graso, olvídate de los aceites de coco o los de karité. Opta por las fórmulas menos pesadas, como las del aceite de argán o el de mentol.
Un aceite que es universalmente benéfico es el de argán, perfecto para eliminar el encrespado. Si vas buscando suavidad, este te solucionará el problema en el instante. Si lo que te preocupa es la debilidad de la fibra capilar y el crecimiento, necesitas un aceite que funcione a largo plazo y tenga una capacidad nutritiva específica: el de ricino. De hecho, lo puedes utilizar también en cejas y pestañas, siempre con un aplicador (no las empapes). El aceite de almendras soluciona a la perfección la falta de brillo en la melena apagada: solo tienes que usarlo antes de cada lavado como mascarilla.
Uno de los aceites más controvertidos es el aceite de coco, pues tiene tantos defensores como detractores por su alto contenido en grasas. Recurre a él como nutrición extra si tienes el pelo seco o sufres de sequedad de medios a puntas debido a los teñidos. Sin embargo, si estás ya en un nivel de daño elevado y la fibra capilar está muy castigada, tu elección tiene que ser el aceite de aguacate. Como mascarilla de prelavado (dale más de 30 minutos) no tiene precio. Atenta al aceite de menta, ideal para el pelo graso, y un fortalecedor de la melena que, además, contribuye a su crecimiento.