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Una enfermedad inflamatoria de la piel, que se manifiesta con sequedad e irritación con tendencia a la hinchazón que produce muchísimo picor. La dra. Ariadna Ortiz, de Pierre Fabré, explica que "el problema parte de un déficit de filagrina, una proteína que se encarga de cohesionar las células de la epidermis". Su escasez no permite que la barrera cutánea funcione bien, con lo que se escapa el agua y la piel se deshidrata, mientras en su interior se cuelan agentes irritantes e incluso infecciosos que provocan reacciones. "Como hay desequilibrio protector, la piel presenta sensibilidad ante estímulos que son inofensivos y reacciona a alérgenos como el polvo, el polen o la contaminación", añade Begoña Zamacois, de Weleda.
"Un niño tiene mayor riesgo si alguno de sus progenitores sufre o ha sufrido dermatitis atópica, asma, rinitis o conjuntivitis alérgica", dice Carmen Chorto, del Departamento Científico de Eucerin. También pesan los factores ambientales: "La contaminación o el uso de detergentes irritantes favorecen su aumento", apunta la experta. Otra teoría, la de la superhigiene, plantea que la limpieza escrupulosa de todo lo que rodea a nuestros hijos en sus primeros meses hace que su sistema inmunológico no se exponga a alérgenos hasta mucho después y cuando sucede el organismo no los reconoce y fabrica anticuerpos.
En un 60% de los casos, en el primer año; y en un 85%, antes de cumplir los cinco. En la mayoría, mejora en la adolescencia. Un 5% la sufre toda la vida. En los últimos 20 años, su incidencia se ha multiplicado por tres.
En lactantes y bebés aparece en mejillas, cuello o abdomen, en forma de eritema con granitos. En los niños a partir de los tres años se sitúa en las zona interior de codos y rodillas; y alrededor de boca y párpados.
"Pica hasta la desesperación. El niño duerme mal y tiene falta de concentración en el colegio. Las marcas de su piel se ven y los brotes le generan ansiedad", explican en Isdin.
Se combate con productos específicos, libres de perfumes y conservantes, y con pocos ingredientes para reducir reacciones. "Con su uso diario disminuye el numero de brotes y, sobre todo, la necesidad de hacer tratamiento con corticoides", explica la dra. Ortiz.
Es mejor el baño que la ducha, pero corto (no más de 10 minutos), con agua templada y limpiadores o aceites lavantes poco espumosos, que no contengan detergentes ni sulfatos.
Las cremas hay que aplicarlas al salir del agua y con la piel húmeda. El secado, muy suave, siempre sin frotar y prestando especial atención a los pliegues de la piel.
La ropa, mejor de algodón. Evita las fibras sintéticas y la lana en contacto con la piel.
El polvo en casa empeora la dermatitis e incluso puede desencadenar brotes. Hay que ventilar a diario y evitar todo lo que puede acumularlo: alfombras, moquetas, peluches, fundas con plumas...
La temperatura ambiental no debe superar los 22º C y hay que redoblar la hidratación de la piel si hay calefacción o aire acondicionado.
En los meses más cálidos, es importante que no vayan muy abrigados porque el sudor irrita y provoca picor. En invierno, deben protegerse de frío y viento porque les reseca la piel.
No te enfades con el niño cuando se rasque. Hazle entender con cariño que el picor va a aumentar si lo hace.
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