belleza
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"Los perfumes de Chanel no son nostálgicos, están siempre en el aire de su tiempo". Lo dice Olivier Polge, nariz oficial de la maison y autor de una creación olfativa que se va a convertir, sin duda, en un clásico del siglo XXI. Gabrielle, una excelsa combinación de flores blancas, lleva el auténtico nombre de pila de la fundadora de la firma de lujo que revolucionó la forma de vestir del siglo XX. Coco Chanel desafió a todo lo establecido para imponer nuevas siluetas y, desde 1921, también nuevos perfumes.
Por eso no es extraño que casi 100 años después de su primera creación olfativa (ese esencial Nº 5), la nueva fragancia que ahora la encarna, Gabrielle, sea una hija de su tiempo que comparte con ella todas las vertientes de su personalidad: es fuerte, decidida, creativa y singular. Igual que la actriz que se ha convertido en su imagen, Kristen Stewart. Pero, sobre todo, Gabrielle es un perfume construido de la misma forma que una chaqueta de Chanel: todas las piezas encajan a la perfección para convertirse en algo distinto a lo que eran inicialmente. Las cuatro esencias blancas que componen la fragancia de Olivier Polge (azahar, ylang ylang, nardo y jazmín) se cosen con agujas invisibles para convertirse en una flor inesperada e imaginaria. Dejas de oler cada una de ellas y ya no distingues las partes, solo sientes el todo: un aroma blanco, radiante y poderoso.
La primera huella olfativa de Gabrielle es una nota luminosa y fuerte que no se parece a nada que hayas olido antes pero que posee una clara personalidad, la de la maison a la que representa. "Hay gente que me dice que este perfume huele a Chanel. Y me alegro porque eso era exactamente lo que buscaba", apunta tímidamente Polge, hombre de pocas palabras pero infinitos recursos.
Olivier ha heredado el cargo de su padre, Jacques Polge (legendario perfumista de la casa durante 37 años), pero ese traspaso de poderes no hace desmerecer su propio potencial creativo. En solo cuatro años, ha establecido su propia forma de entender la huella olfativa de la casa con cinco excelsas creaciones: Boy, Misia, Chance Eau Vive y Nº 5 L´Eau. ¿Y cómo demuestra su talento? Pues consiguiendo que no se parezcan en nada la una a la otra, pero que compartan un espíritu común. Lo curioso es que, a pesar de que todas las moléculas de esta fragancia gritan Chanel, mademoiselle no habría podido oler un perfume como este hace 30 años. "Esta es una historia de proporciones milimétricas que se consiguen gracias a la tecnología de la que disponemos hoy", apunta. Polge cuenta que los nuevos sistemas de destilación le han permitido dar al nardo, por ejemplo, una nota más dulce de la que se suele encontrar en otros perfumes. "Hemos tardado siete años en conseguir lo que queríamos".
Aunque el coprotagonismo se lo lleva el jazmín, el nardo es un ingrediente clave "porque estaba ahí desde el principio". No es una flor habitual en las fragancias de la casa, pero hace siete años Chanel decidió recuperar su cultivo en Grasse. "En la década de los 80, el nardo comenzó a desaparecer de nuestro paisaje", explica Joseph Mul. Él es uno de los protagonistas de esta historia porque, desde 1987, su familia se encarga de cultivar, cuidar y recoger en exclusiva las flores que componen todo el universo olfativo de Chanel.
Pero el nardo es una flor muy difícil de mantener. Requiere abundante agua, una cuidadosa selección de bulbos y campos en barbecho que no se pueden utilizar de una cosecha a otra. "En 2011, el último productor de nardos de Grasse nos ofreció hacernos cargo de las pocas flores que le quedaban", nos cuenta Joseph Mul. Al nariz Olivier Polge le pareció una idea fantástica -que se prestaba a la experimentación- y empezó a pensar en la posibilidad de incluirla en un nuevo perfume.
Los tres primeros años los dedicaron a recuperar la flor y a conseguir la calidad necesaria. De hecho, los Mul hicieron ligeros cambios en la forma de cultivarla. "Todas esas transformaciones se notan en la calidad de las flores y en su aroma", explica Olivier Polge. Y el resultado es una gradación aromática imposible de encontrar en ningún otro sitio. Por eso, estos nardos de Grasse son los únicos que alimentan la maquinaria olfativa de Gabrielle. Y por eso traducen en notas la partitura de esa melodía que Olivier Polge tenía en su cabeza.
Lugar donde se cultiva el nardo. /
La llegada del nardo de Grasse se remonta al siglo XVII. Originario de México, donde los aztecas lo utilizaban para aromatizar el chocolate, cuenta la leyenda que el primer bulbo lo trajo a Europa un misionero francés que lo plantó en un monasterio cerca de Toulon en 1594. Apenas unos años después, esta delicada flor de perfume embriagador se erigía en emperatriz de jardines regios como Versalles y Trianon. Y casi, a la vez, llegaba a Grasse, corazón de la industria perfumera, para convertirse en aromatizante de guantes y cueros por un proceso conocido como enfleurage.
*Artículo originalmente publicado en el número 965 de mujerhoy.