belleza
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En belleza, llevamos una temporada en la que se habla más de luz, para bien o para mal, que de cualquier crema. Y es que tras grabarnos a fuego (y ya era hora…) que la luz ultravioleta A y la B nos destroza la piel (a pesar de que nos pongan morenitas), ahora llega otro tipo de radiación para aguarnos la fiesta: la luz azul. Que es la que emiten esos aparatitos cada día más presentes en nuestra vida diaria: las pantallas. Teléfonos, tablets, televisiones, fluorescentes y ordenadores: todos emiten una luz cuya longitud de onda se encuentra entre los 380 a los 500 nm. y que también afecta –negativamente– a la piel.
Porque sí, esa luz provoca daño cutáneo. Al igual que sucede con los rayos UVB y UVA, esta longitud de onda tiene una acción de fotoenvejecimiento (es decir, envejecimiento por luz… ¡más claro no puede quedar!) real y mesurable.
Es verdad que estamos oyendo hablar de la luz azul sobre en todo en relación a las pantallas, pero lo cierto es que la mayoría de esta luz viene del sol. Para ser exactos, aproximadamente un 25% de la luz solar que percibimos pertenece a esa categoría 'azul'.
¿Quiere eso decir que da igual la que procede de teléfonos y compañía? No exactamente. Cuando se trata de pantallas hay un problema: la tenemos mucho más cerca. Muy, muy cerca. Sea porque nos pasamos el día delante de un ordenador o porque no dejamos de chequear compulsivamente el smartphone, las pantallas nos 'regalan' a diario una buena dosis de envejecimiento cutáneo.
¿Cómo se manifiestan los daños de la luz azul? Sobre todo, en problemas de manchas. Esta longitud lumínica afecta especialmente a los mecanismos de pigmentación, por lo que participan, de forma activa, en dejarnos la piel cual lomo de dálmata.
¿Cómo solucionarlo? En el caso de los móviles, activando la función 'filtro luz azul', también llamada 'modo noche', que emite un color más cálido. También hay filtros para pantallas, sean de teléfono o de ordenador, e incluso gafas con filtros. ¿Otra medida de prevención? La distancia. Si el problema de la luz azul emitida por los aparatos es la distancia, algo tan sencillo como aumentarla basta para reducir el impacto de la agresión.
Lógicamente, la cosmética no ha tardado en adaptarse al reto. Por varias razones. En primer lugar, porque un nuevo protector nunca está de más. Y encontrar algo innovador, tampoco. La industria cosmética no deja de ser eso, una industria, a la que le viene bien encontrar nuevos nichos de mercado y huecos para convencer al consumidor de la compra. Y en este caso, cuando hablamos de pantalla, no cabe duda de que el target principal son las famosas millenials, que viven pegadas a algún tipo de pantalla. No solo eso: gran parte de este público sigue apostando por el bronceado a toda costa, y por las pieles torrefactadas, por lo que si no logran venderles un filtro solar porque quieren estar color bronce, ¿qué tal un filtro contra la luz que no broncea? Los productos con filtros contra la luz azul cubren un nuevo hueco muy apetecible para un segmento del mercado que chequea el móvil más de 100 veces al día.
Pero, antes de que nadie se llame a engaño, que quede claro que los daños cutáneos de la luz azul son pequeños comparados con los destrozos que causan los UVA y los UVB. Puestos a elevar un escudo de defensa, siempre es mejor hacerlo frente a ellos. ¿Lo mejor? Las tendencias actuales apuestan por productos de protección solar diaria enriquecidos con esos filtros anti luz azul. Es decir: podemos seguir disfrutando del escudo más deseado, con más beneficios.
No solo los filtros solares se enriquecen: otros productos contienen antioxidantes, que siempre le vienen de maravilla a la piel. Y no faltan los que contienen vitaminas o extractos revitalizantes. A la vez, todos ellos aportan un plus de hidratación, que es realmente uno de los gestos más básicos, necesarios y agradecidos de cualquiera rutina de belleza.
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