Para qué lo vamos a negar: cuando se trata del cuidado de la piel, estamos en un sinvivir. Cuando ya nos habíamos acostumbrado a limpiarnos el rostro sin falta, a ponernos protección solar, a usar sérum… nos vienen nuevos peligros como la luz azul o la contaminación. Sí, la polución también se ceba con la piel . Que por si no teníamos ya bastante pensando en los daños en los pulmones, hemos de añadirle los estragos que causan en la piel. A falta de tener la posibilidad de mudarse al campo, ¿qué podemos hacer para proteger la piel? Afortunadamente, bastante.
El primer paso es ser consciente de que la contaminación es una auténtica agresión para la piel. En el caso de las urbes, el principal 'malo malote' es el material particulado (MP) y el (desgraciadamente) famoso dióxido de nitrógeno.
Como demostró un estudio del Journal of Investigative Dermatology, la exposición a la contaminación atmosférica está directamente relacionada con signos de envejecimiento cutáneo: sobre todo, en la aparición de manchas de pigmentación y, en menor medida, con el aumento de las arrugas. Es más: puestos a medir, los investigadores determinaron que vivir en áreas contaminadas se relacionaba con un aumento del 20% de las manchas, sobre todo en frente y mejillas. Un estudio posterior, de hace solo dos años, confirmaba estos resultados: la polución del aire provocada por el tráfico contribuye al desarrollo de léntigos faciales. Es decir, de manchas. Para hacer el cuento corto y no seguir recitando datos deprimentes: baste con contar que, sí, la contaminación destroza la piel.
Una de las razones es que gran parte del material particulado es diminuto. Tan, tan, tan diminuto que logra entrar a través de los poros. Y una vez que atraviesa la barrera cutánea, desencadena una sucesión de reacciones inflamatorias negativas. Las principales son las que afectan a los melanocitos (de ahí las manchas) y a los capilares, lo que aumenta la sensibilidad cutánea y produce rojeces y exacerba las patologías cutáneas como la atopia y la rosácea, así como todos los tipos de eczema. No solo eso: como sucede cuando los procesos inflamatorios son continuados, el colágeno también se daña y se producen también daños en las mitocondrias. ¿Traducción? Flacidez. Si no nos podemos mudar al campo, y sigue sin resultarnos apetecible la idea de movernos con mascarilla, al estilo asiático, ¿qué podemos hacer para reducir la acción devastadora de la polución sobre la piel?
Y no estamos hablando de ningún máster ni tesis epidérmica, sino de su integridad y coherencia ¡a nivel de los queratinocitos! Cuanto más fuerte, compacta y cohesionada esté la capa cornea, más impermeable será a que entren las partículas de contaminación en las capas inferiores, que es donde provocan el daño. El secreto de una piel fuerte es limitar al máximo los tratamientos agresivos –desde peelings intensos a retinoles muy potentes o glicólicos– y acabar la rutina facial de día siempre con un producto emoliente que ayude a potenciar esa función barrera.
¿Cuántas veces hemos escrito que desmaquillarse es esencial, aunque no nos hayamos maquillado? La contaminación es una razón más para hacerlo. Y no es un motivo menor, está claro. Una vez más, señalaremos la importancia de mantener la barrera cutánea íntegra. Para eso, nada como la doble limpieza asiática (que, de contaminación, algo saben también…). Primero, un aceite o un bálsamo desmaquillador. Después, un gel o una espuma sin jabón. Este proceso ayuda a despegar el material particulado de la piel e impide que siga haciendo más daño.
Y no precisamente aduaneras… El paso final es brindar un filtro extra a la piel y mejorar la ya mencionada función barrera. El primer paso sería una crema emoliente, como hemos dicho, así como una base de maquillaje, que supone una capa protectora extra. ¿Otra opción? Aplicar alguno de los cada vez más abundantes productos anticontaminación que existen, una categoría que no deja de crecer: cremas, sérums, y, sobre todo, filtros solares enriquecidos o brumas hidratantes se presentan con filtros que ayudan a que las partículas contaminadas no se queden pegadas a la piel.
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20 de enero-18 de febrero
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