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No falla: diez de cada diez dermatólogos recomiendan que, para combatir el envejecimiento producido por el sol, crear más colágeno y atenuar las arrugas hay un activo que gana por goleada. Nos referimos al retinol. Claro que tanta bondad viene con un precio: formularlo de forma que sea muy eficaz pero que no irrite es complicado, y usarlo tiene sus reglas. ¿Dispuesta a conocerlas?
Puestos a contarlo todo, todo, todo sobre el retinol, habremos de decir que los dermatólogos, cuando se ponen heavies a la hora de darle duro al fotoenvejecimiento, prefieren recetar retinoides, unos derivados de la vitamina A. Siendo “recetar” la palabra clave: éstos sólo pueden ser prescritos por un médico, porque todo lo que tienen de eficaces lo tienen de peleones. A la vez que renuevan la piel de forma espectacular, también le dan duro. Muy duro. Rojeces, hipersensibilidad o descamación tipo lagarto son algunos de los primeros efectos, especialmente en pieles secas y mientras la piel se acostumbra. Algunos dermatólogos prefieren prescribir su uso en días alternos, o en concentraciones bajas, mientras la piel se va haciendo a los retinoides. Además, exigirá un cuidado exquisito durante el día: aunque se use de noche, dejará la piel hipersensible al sol, así que el uso (y reaplicación) de un fotoprotector solar que blinde la piel desde que sale hasta que se pone el sol es im-pres-cin-di-ble. Incluso en pieles acostumbradas, a menudo es necesario hacer pausas en el uso de los retinoides para evitar una hipersensibilización de la piel, o para no tener la piel 'on fire' de modo constante. No por nada, una de sus acciones principales es renovar el ritmo de renovación celular, y ese 'acelerón' puede tener un precio.
Frente a los retinoides, aparecen, más suaves y cariñosas, las fórmulas con retinol, que es también un derivado de la vitamina A, pero con una estructura molecular diferente que lo hace más tolerable y, por tanto, susceptible de ser incluido en productos cosméticos. Al igual que sus primos, los retinoides, el retinol tiene una extraordinaria capacidad antiedad. Sus razones son muchas y poderosas: - Estimula la regeneración celular y acelera el ritmo de renovación de la piel. Lo cual está muy bien a medida que envejecemos y esa velocidad disminuye ¿no? - Potencia la producción de colágeno, manteniendo la firmeza. - Anima también a producir más ácido hialurónico de forma natural. - Reduce la cantidad de melanina producida, ayudando a unificar el tono. - Ayuda a reparar los daños cutáneos, especialmente los provocados por el sol.
Ya ven… Un superhéroe, ¡vamos!
Aunque también es un activo cosmético poderoso, es más suave con la piel que los retinoides, por lo que es más fácil de usar en todas las pieles. En ocasiones, se usan otras fórmulas de derivados de la vitamina A y se encuentran en forma de retinaldehído –más eficaz, pero también más inestable–, como palmitato de retinol (más hidratante y menos irritante) o en forma de retinoato, que es más suave y más estable. Así se buscan fórmulas que se adapten a todos los tipos de piel, incluidas las más sensibles y que además sean estables, otro de los grandes retos de este activo.
En cualquier caso, cuando de retinol se trata es importante tener en cuenta que (a) siempre, siempre, siempre se debe usar de noche y (b) se debe combinar con el uso escrupuloso de un fotoprotector solar durante el día. (Lo cual debería hacerse de cualquier forma, así que mejor que mejor). ¿Otro factor a tener en cuenta? Dado que tiene un ligero efecto exfoliante, tampoco debería combinarse con productos con AHAs a tontas ni a locas: lo ideal sería alternarlos, pero nunca usarlos simultáneamente.
Dependiendo de la fórmula, a veces el retinol puede secar la piel, especialmente cuando a ésta ya le faltan lípidos de por sí. En ese caso, se deben esperar quince minutos tras la aplicación y luego usar una crema que aporte esa nutrición que falta.
En general, cuanto más sensible sea la piel, con más calma hay que tomarse su uso. Una buena regla es usarlo cada tres noches durante tres semanas. Después, cada dos días durante dos semanas. Y una vez que la piel se ha acostumbrado, ya aplicarlo cada noche. Los efectos se ven a partir de la segunda a tercera semana. Y no, no hay una edad mínima ni máxima para usarlo: su acción pro-colágeno siempre es recomendable, y, además, ayuda a reparar el daño solar diario.
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