Creo que una de las frases que más he repetido en mi vida es “¡ ponte crema !”, mientras persigo a mi hija por el pasillo. Porque sé que algo tan básico es esencial para una piel sana, protegida y bonita . Y es que es un gesto que practicamos desde niños, a veces sin acertar del todo. ¿Cómo evitar los fallos más habituales?
Mal hecho. Aplicar una hidratante cada mañana es añadir un escudo de defensa a la piel, protegerla de sus enemigos y asegurarte que está hidratada. No hace falta que sea una crema cara: lo importante es extenderla cada jornada.
Un error que se paga cara en forma de arrugas en escote y cuello… Extender la crema, tanto de día como de noche, desde debajo de la mandíbula hasta el nacimiento del pecho es el mejor favor que le podemos hacer a esa área.
No es necesario. Hay áreas que suelen ser más grasas, como la nariz o la barbilla. Ahí, basta con poquísimo producto, mientras que las mejillas y el escote aceptan con gratitud todos los mimos que les quieras proporcionar.
No siempre es fácil saber cuál es tu tipo de piel y sus necesidades. Por ejemplo, las personas de piel grasa piensan que lo último que necesitan es más emoliencia y se saltan la crema, ¡error, error, error! (Sobre todo, porque suelen combinarlo con productos agresivos que irritan aún más la piel). Comprueba la sensación que tu hidratante te deja sobre la piel cinco minutos tras haberla aplicado: ¿demasiado grasa?, ¿tirante?, ¿confortable? Claro que si consultas con un dermatólogo o una buena esteticista, ¡mejor que mejor!
Cuando de piel se trata, la palabra clave es suavidad. Bastante dura es la vida ya como para encima tener que añadirle más agresividad… Gestos suaves, largos, acariciantes… Son más agradables y, encima, más eficaces.
A ver… el mundo no se para si aprovechas una misma fórmula para el amanecer y otra para el atardecer, pero puestos a hacerlo bien, ¡hagámoslo bien! Las cremas de día han de ser ricas en antioxidantes y pueden ser más ligeras que las de noche, que harán mejor en cargar activos regenerantes (péptidos, retinol) y ser más densas, ya que durante el sueño aumenta la tasa de pérdida transepidérmica de agua (vamos, que la piel se deshidrata más).
Fiarte del SPF de tu hidratante no va a hacer que ardas en llamas cual vampiro al salir al sol, pero si quieres tener una auténtica protección anti UVA (que son los que están hasta los días nublados y te destrozan el colágeno) y evitar manchas y esas cosas que tan poco nos gustan… No te engañes: te hará falta un profesional. Es decir, un fotoprotector que contenga al menos un SPF 30 y, sobre todo, un índice anti UVA +++ como mínimo.
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20 de enero-18 de febrero
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