Al beber alcohol no solo tu cerebro queda bajo mínimos: tu piel, también. /
Quien más que menos, sea en primera o en tercera persona, conoce los efectos de una resaca en nuestro aspecto. No vamos a hablar del dolor de cabeza, el malestar y los daños a nuestro pobre hígado y a las neuronas, sino al destrozo que se aprecia a simple vista. Desde ojeras a piel cetrina , está claro que beber de más no es la mejor receta de belleza. Pero los efectos del alcohol no se limitan a la mañana siguiente: causan daños permanentes que dejan su huella en el rostro.
El alcohol tiene un efecto deshidratante sobre el organismo, responsable del dolor de cabeza de la 'cruda', como llaman los mexicanos a la resaca (por eso tenemos tanta sed al día siguiente…). Pero también deja sin agua a la piel, por lo que la piel se ve más apergaminada, las arruguitas se marcan más y el tono cutáneo es más grisáceo.
¿Otro efecto estilo Atila el Huno de las copas sobre la piel? Reduce notablemente sus antioxidantes naturales, lo que se traduce en hacerla más vulnerable a todas las agresiones del día a día.
Otro de los efectos secundarios del alcohol es que impide que los nutrientes lleguen a las células y que estas se alimenten y oxigenen. ¿El resultado? Piel cetrina y falta de vitalidad. Ya ves… de todo menos un planazo.
Una buena receta para sufrir de retención de líquidos y sentir todo el cuerpo hinchado es beber en exceso. Sí, ese cinturón que se clava… ese anillo que se enrosca a presión en el dedo… ese aspecto hinchado, con bolsas bajo los ojos incluidas… Efectivamente, se deben al efecto de las copas.
Los capilares del rostro son elásticos y se abren y se cierran, pero son como las gomas. Si se expanden demasiado a menudo, pierden elasticidad… y no se vuelven a cerrar. Es una de las razones por las que consumir alcohol aumenta la aparición de capilares rotos, especialmente en nariz y mejillas, y agrava trastornos cutáneos como la rosácea.
El alcohol es azúcar. Y el azúcar produce inflamación celular que, entre otros efectos muy poco recomendables, está el de alterar a la pobre piel tanto como para tenerla generando granos e impurezas, especialmente en la barbilla.
Volvamos al contenido en azúcar del alcohol (muy alto, por cierto). Sabemos que cuando la blanca sustancia se junta al colágeno se produce el fenómeno llamado glicación, que lo vuelve duro, rígido e incapaz de mantenerse elástico. Y con ello, abre la puerta a la flacidez.
La bebida es especialmente cruel con esta vitamina, esencial en todos los procesos de reparación y cicatrización, y necesaria para la producción de colágeno. Y si se produce el combo del mal de alcohol + tabaco, tenemos el desastre servido, porque la nicotina también arrasa con la vitamina C, dejando así al cuerpo sin recursos para recuperarse cuando sufre cualquier tipo de agresión.
Si el alcohol entorpece la circulación, altera el colágeno, impide una correcta oxigenación del tejido y encima tiene calorías para aburrir… Es lógico pensar que otro de sus antipáticos efectos secundarios es la celulitis, ¿verdad? ¡Efectivamente! Las copas pueden ser otro de los (muchos) factores coadyuvantes a la aparición de los indeseados hoyitos.
Vamos a ser positivos: dado que no podemos ver cómo el alcohol vapulea al hígado y le da mandobles a las neuronas, nos fijaremos en cómo destroza la piel ¡y eso nos animará a cuidarnos más! ¿Brindamos por ello? (¡Es bromaaaaaaaaaaa, que conste!)
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