Es exactamente lo que necesita tu rostro: un chute de vitamina C que acabe con esa sensación de piel apagada que te persigue desde hace semanas. Pero antes de lanzarte a aplicarla, te explicamos tdoo lo que necesitas saber: desde qué es a cómo se utiliza, sin olvidarnos de lo que tienen que hacer con ella las pieles sensibles.
Es uno de los antioxidantes más potentes que hay en el mercado. Perfecto como protector de la piel contra los radicales libres, esas moléculas que son las verdaderas culpables de tus manchas y arrugas. Pero la vitamina C ha demostrado ser mucho más interesante que un simple escudo. Con su uso continuado consigue incrementar la producción de colágeno, lo que se traduce en una piel más densa y unas líneas de expresión más lisas. Además, es capaz de regular muy eficazmente el funcionamiento de la melanina, con lo que también combate las manchas.
Porque seguro que a tu piel le falta brillo y lustre. Sobre todo, si vives en una gran ciudad, sometida al yugo del estrés y la polución. La combinación de ambos produce una acumulación de sebo, suciedad y proteínas en la superficie de la piel. La vitamina C acaba con todo ello de forma instantánea. Es como un chute de energía para tu rostro: barre todo lo oxidado y hace que notes tu piel radiante enseguida.
Este activo es muy poco estable. Tiene una estructura muy frágil que se rompe en contacto con la luz, el calor y el oxígeno. Para conseguir resultados óptimos tienes que buscarla encapsulada, para que no entre en contacto con el aire hasta el momento justo de su aplicación. También es interesante que se formule lo más pura posible (la mejor es su versión L-ácido ascórbico, solo soluble en agua) y en altas concentraciones (Dr. Brandt la incluye al 20% y Medik8, al 30%). También puedes usarla de noche para alejarla del sol.
Al ser tan potente, puede producir enrojecimiento e incluso irritación al principio. Es mejor que empieces a usarla en pequeñas dosis y que las primeras veces la espacies cada cada dos o tres días. Si tu piel es muy sensible, úsala en formas distintas al L-ácido ascórbico, mucho menos irritantes, como el tetrahexadecil ascorbato, una combinación de vitamina C y vitamina E que es soluble en lípidos. Compensa su menor eficacia con que penetra a una mayor profundidad.
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