Su manual de uso no puede ser más sencillo. Basta con extender la mascarilla por el rostro, salvaguardando el contorno de ojos, y leer las instrucciones para saber cuánto tiempo hay que permanecer con ella sobre el cutis antes de retirarla o si se absorbe sin más y te olvidas de eliminarla. Ah, y por supuesto, antes de aplicarte ninguna, deberás haberte desmaquillado y
tener la piel limpia.
Se han vuelto tan imprescindibles que el universo de las mascarillas es, a día de hoy, casi infinito. Las hay para todos los gustos: en crema, en un sobre y de celulosa o hidrogel para un solo uso, como soluciones exprés en forma de malla invisible tensora, con partículas para realizar una exfoliación a la piel, etc.
Lo importante es que tengas claro el objetivo a la hora de utilizarlas. Si buscas regenerar la piel, hazte con una mascarilla de noche que no necesite ser aclarada; si quieres un plus de hidratación, asegúrate de que contenga ácido hialurónico. ¿Esperas un efecto reafirmante? Opta, entonces, por una mascarilla con antioxidantes o retinoides, que mejoran el aspecto de las arrugas finas. Para un efecto detox, las mascarillas de carbón o de arcilla son ideales por su alto poder astringente y purificante. Y si lo que pretendes es aclarar esas manchas tan antiestéticas, mira la etiqueta y revisa si en la lista de ingredientes figura el ácido láctico.
Para minimizar los poros
Liviana y untuosa, su fórmula con extracto de jojoba ayuda a reequilibrar el tejido cutáneo y consigue una flora purificada. Además, minimiza el aspecto de los poros y deja un aspecto fresco. Déjala reposar sobre el rostro tres minutos y aclara.
Pores Away de Dior (70 €).
Dior