Antonia Dell'Atte se ha convertido en un 'must' del imaginario colectivo rosa español desde que llegara a España en 1990 de la mano de Alessandro Lequio. / getty.

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Por qué Antonia Dell'Atte es magnífica hasta cuando sufre un accidente en la playa

Entro en nuestras vidas a principios de los 90 gracias a Alessandro Lequio y, desde entonces, Antonia Dell'Atte es un clásico de la prensa del corazón. Sus enfrentamientos con Ana Obregón y sus frases lapidarias forman parte del sello de identidad de una mujer que esta misma semana ha demostrado ser, no solo un fenómeno viral, sino magnífica incluso cuando una sombrilla descontrolada le causa graves daños en la mandíbula.

"Soy un monstruo". Antonia Dell'Atte nunca se ha andado por las ramas. Tampoco lo hacía hace unos días, cuando era atacada por una sombrilla rebelde que convertía una jornada apacible de playa en un drama para su mandíbula. La italiana mostraba las 'heridas de guerra' sin pudor. Ese vendaje en la zona inferior de su cara junto al que explicaba que tendrá que ser operada por culpa de ese mal golpe del destino.

Esta anécdota se convertía en viral. Y no lo hacía por el chascarrillo en sí, sino por la grandeza de quien estaba detrás. Muchas veces, las historias son más o menos grandes, más o menos dramáticas, más o menos magníficas, según quien esté detrás de ellas como protagonista. Qué duda cabe que Antonia tiene todo para que un accidente sobre la arena se convierta en tragedia viral.

Lleva en nuestras vidas 30 años. Fue Alessandro Lequio, su marido entre 1987 y 1991 y padre de su hijo, Clemente, quien nos la presentó. Bueno, fue de manera indirecta. El joven conde desplegó sus alas de 'dandy' para encandilar a una no menos joven por aquel entonces Ana Obregón. La actriz fue quien se interpuso en la felicidad matrimonial de una Antonia que libró una guerra mediática con ella. Un enfrentamiento morboso que TVE aprovechó sirviéndose de '¿Qué apostamos?', sustituyendo a Ana con Antonia a finales de los 90.

Antonia Dell'Atte junto a Luis del Olmo en una imagen de 1990, recién llegada a España, donde reside desde entonces. / gtres.

Dell'Atte relató cómo se fraguó esa infidelidad en 'Mi casa es la tuya', hace unos meses, sin escatimar en detalles y dándole ese sutil toque de sentido del humor ácido que es 'marca de la casa': "A Ana la conocí yo en Roma, porque estaba rodando una película y Alessandro Lecquio me la presentó. A mí me pareció una chica mona. Cuando llegamos a España yo quise invitar a Ana a cenar un día pero él se negó a que hubiera 'determinadas' personas en su casa. Un día fuimos a una cena organizada por Channel y nos sentaron con Ana Obregón. Algo pasó entre ellos en esa cena".

"Poco después llegó un día a casa para decirme que se iba a Palma de Mallorca a montar un negocio con un amigo y que nos íbamos a hacer ricos. Pero me encontré con este amigo y me confesó que estaba saliendo con la Obregón", le explicaba a Bertín Osborne en noviembre de 2018 cómo fue la manera en la que se enteró lo que provocó su ira y ese despecho al que asistimos en los titulares de la prensa rosa durante años.

La fe y el perdón

Pero la grandeza de Antonia también reside en esa capacidad de perdonar. Hizo las paces con Ana al cabo del tiempo. Quizás por ese profundo carácter religioso que ha marcado su vida como mujer creyente (y que puede desprenderse en su perfil de Instagram, que analizaremos más adelante). 'MasterChef Celebrity' brindó un momento histórico el pasado otoño al poner a ambas cara a cara. Dell'Atte ya había dado muestras de marcha atrás con los mensajes de ánimo a Álex Lequio, que llevaba año y medio, por aquel entonces luchando contra ese cáncer que, finalmente, se lo llevó.

El cara a cara de Obregón y Dell'Atte en 'Masterchef Celebrity'. / tve.

Antonia, como madre, ha entendido a la perfección el dolor de Ana durante la enfermedad y, tal como ha manifestado en varias ocasiones, estaba al tanto de la evolución por su hijo. Fue una de las primeras en manifestar su pésame en las redes sociales, con un vídeo de montaje propio, con transfondo religioso y tan significativo como inquietante. Muy al estilo Dell'Atte.

La riqueza de su mundo interior se entiende de maravilla con tan solo un vistazo a su Instagram. Con un simple pestañeo, uno capta el caos, la sutileza, la maraña de pensamientos que recubren su cabeza... Y la elegancia a la hora de posar, con una sensualidad inimitable: esa que tantas veces ha exhibido en los 'photocall' como personaje (de los duros de roer, de los que dan respuestas que, la mayoría de las veces, poco tienen que ver con la pregunta que se le ha lanzado).

A sus 60 años, no ha perdido ni un ápice de esa gracia que provocó que Giorgio Armani se fijara en ella en 1984 para dar vida a su campaña. Lo hizo durante tres temporadas seguidas, convirtiéndose en la musa indiscutible de uno de los genios de la alta costura italiana. ¿Por qué dejó de serlo? Porque se cruzó en su camino Alessandro y decidió dejar aparcada su faceta como modelo (aunque en el año 2000 atendió de nuevo la llamada de Armani para una campaña puntual).

Antonia en una de las campañas que protagonizó para Armani en los años 80. / dr.

¿ Cómo definir a la Antonia trabajadora? Ha pasado por varios campos dejando su huella. No solo el mundo de la moda y de la televisión cayeron rendidos al magnetismo de un 'animal mediático' como ella, también el de la música. En 1993 tuvo su primer coqueteo con este campo, participando en el videoclip de 'Caffè de la Paix', de Franco Battiato. Siete años más tarde, sacaba el que hasta ahora es su primer y único disco: ' He comprado un hombre en el mercado'.

Una infancia marcada por la violencia

La siguiente pregunta que deberíamos hacernos es: ¿ en qué ambiente creció un ser tan lleno de vida interior y tan generoso a la hora de ofrecérselo al mundo? No lo tuvo fácil. La RAI, televisión italiana, le dedicaba hace unos meses un documental en su programa 'Vieni da me', dividido en dos capítulos, en los que ella misma narraba una infancia marcada por la mala relación de unos padres que terminaron por divorciarse cuando la cuerda ya no podía tensarse más.

"Vengo de una familia de cinco hijos, con un padre muy débil y, por desgracia, agresivo, a veces violento. El vino le convertía en una persona muy débil y cuando se enfadaba era muy agresivo", explicaba ese drama que marcó su infancia. "Siempre me decía, 'encontraré un hombre como mi padre y me haré respetar', como hizo mi madre".

Mi madre me enseñó a respetarme a mí misma"

"Son mujeres que han hecho Italia, granjeras con cinco hijos que tuvieron la valentía de dejar a sus maridos, en unos años en los que todavía no existía el divorcio. Me enseñó a respetarme a mí misma, a amarme y a ayudar a los demás con amor. Porque si tú has amado puedes también separarte y denunciar cosas para ayudar a los demás, pero siempre con amor, no con odio", remataba esa historia.

El pasado enero, en otro espacio de la televisión de su país, además de hablar el tremendo dolor que le supuso la traición de Lequio, reconocía que había terminado por perdonar a su padre. Sí, de nuevo el perdón, como con Ana y Alessandro. Y de nuevo esa fe católica que practica muy activamente y que ha dotado a Antonia de un halo tan místico como fascinante. Incluso cuando una sombrilla trunca sus planes playeros de domingo.