No nos lo esperábamos. Y, sin embargo, al reflexionar sobre el tremendo protagonismo de Miguel Bosé en este momento de distensión pandémica caemos en la cuenta de que tenía muchas papeletas para caer en la trampa de sí mismo. Primero, porque su divismo (recordemos que muchos de sus amigos le tratan de genio) asegura el ego suficiente como para creerse más listo que médicos, expertos y gobiernos. Segundo, porque la concatenación de desgracias en los últimos tiempos descoloca a cualquiera: la muerte de su sobrina favorita, Bimba Bosé; de su madre, Lucía Bosé; de su amigo, David Delfín; de su primer mentor, Camilo Sesto; el divorcio de Nacho Palau, su pareja durante 26 años y el litigio por los hijos... Ante este panorama, sus vídeos sobre la mascarilla y el coronavirus casi parecen la válvula por la que sale el vapor de una olla a presión.
No es este profeta de la verdad pandémica que se ha sacado de la manga el primer personaje sorprendente de Miguel Bosé, junto a Marta Sánchez el artista que más ha experimentado con su imagen para sorprender a los fans. No como Madonna, pero casi. Su inclinación artística estaba clara desde su niñez en una familia privilegiada: hijo del torero Luis Miguel Dominguín y de la actriz Lucía Bosé, por su casa pasaban Picasso, Dalí, Hemingway o Luchino Visconti (su padrino). A los 16 años ya estaba plenamente dedicado a la danza: tomó clases de ballet en Londres con Lindsay Kemp, en París con Martha Graham y con Alvin Ailey en Nueva York.
A los 17, Camilo Sesto le anima a grabar su propia música y compone algunas canciones para él. Graba su primer disco en 1973 y ya no sale del estudio, encadenando discos y singles que le convierten en un 'sex symbol' de adolescentes y en un mito erótico andrógino y misterioso, embutido en imposibles mallas brillantes o con vaqueros y camisetas sin mangas exactamente iguales que las que se llevan ahora. Canciones como "Super Superman", "Linda", "Morir de amor" o "Te amaré" son de esta época.
El físico y la personalidad de Miguel Bosé eran un exotismo en unos años 70 aún bajo el signo de la dictadura, más teniendo un padre que representaba, sin saltarse una coma, el estereotipo del macho español: seductor, infiel, juerguista, torero. La relación padre-hijo fue difícil. El torero presumía de "muy hombre" y no entendía que su hijo quisiera ser bailarín: llegó a quemarle las mallas y le insultaba (efectivamente: maricón). El cantante ha aditido que su infancia fue "atormentada, solitaria y hermética", pero siempre quiso romper la incompresión de su padre y recuperar la relación. De hecho, en su tercer disco, "Miguel" (1980), se viste de torero como homenaje.
Los años 80 nos traen un nuevo Miguel Bosé más maduro y con un aire mucho más peligroso: no hubiera desentonado en "Entrevista con el vampiro" (1994), la icónica película con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas. Bosé comenzó a escuchar a David Bowie y a Depeche Mode y se deshizo definitivamente de la etiqueta de "cantante para niñas". En 1984, con su ya inseparable coleta, las hombreras XL y las toreras de todos los colores, grabó "Bandido", y triunfó tanto por sus canciones como por sus coreografías entre sensuales y chocantes y sus estilismos de vanguardia. Era sexy, era inquietante, era masculino, era femenino. Arrasó.
Sintomáticamente, la androginia que no supuso un problema a los 18 años sí le pasó factura ya de adulto: en Italia no entendieron que un hombre pudiera exhibir cierto grado de ambigüedad. Sin embargo, en España y Latinoamérica se celebró como un gesto de excentricidad de un genio y como una muestra de su vanguardismo. Su orientación sexual fue siempre obviada y el cantante jamás dio pistas ni pábulo a los rumores. Más allá de su larguísima relación con Nacho Palau, se habló de Ricky Martin y Nacho Duato como novios importantes, pero Bosé jamas ha confirmado nada que tenga que ver con su alcoba.
Uno de los golazos que Miguel Bosé le metió a la masculinidad convencional fue su afición a la falda. Durante la década de los 80, en no pocas ocasiones actuó con un híbrido de pantalón y falda o llegó a salir al escenario con un una gran falda roja de terciopelo. Lo cierto es que su sentido de la moda es tremendamente particular, con un punto decadente y desaliñado que jamás llega a cruzar la línea del desastre. En aquel momento no existía ningún hombre en España capaz de exudar tanta testosterona con una falda puesta. En la actualidad podría intentarlo Paco Leon, pero difícilmente podría llegar al 'sex appeal' que exudaba Bosé por aquellas fechas.
Otro personaje que la sociedad española no vio venir: el drag del personaje de Miguel Bosé, el juez Domínguez, en "Tacones Lejanos" (1991), la película de Pedro Almodóvar. La cultura del 'lip sync' de las travestis y drag queens no pudo representarse mejor que con esta canción de Luz Casal. Puede que Miguel Bosé no hiciera de lo personal algo político, pero sí expresó desde su estilo de moda y con detalles personales como este una masculinidad al menos flexible, que poco tenía que ver con las ideas limitantes sobre el género en la época. Eso sí: la crítica destrozó "Tacones lejanos". "Se mueve en territorios comunes y de alcance inferior. Pensar lo contrario puede contribuir a hinchar un globo", escribió un conocido crítico.
La madurez sorprendió a un Miguel Bosé que lleva años jugando al despiste con su silueta: coge y suelta kilos a placer. Por eso mismo, a vece se envuelve en negro y otras, luce de blanco de pies a cabeza e incluso melena al viento. Tuvo una fase muy divertida, con Bimba aún viva, en la que mezcló todos los colores y todos los 'paisleys' del mundo, y le añadió collares. Aún así, no hubo crítico de moda que pudiera ponerle un pero: el estilo del cantante puede con casi cualquier locura. El divo siempre ha salido a flote hasta en sus divismos más locos.
De un tiempo a esta parte es difícil no verlo de negro, prueba de que cierto sentimiento trágico de la vida, un sentimiento por otra parte muy español, se ha hecho fuerte en Bosé. Si estuviera algo más consumido podría pasar por un doliente personaje del Greco, pero por suerte mantiene el fiero carácter que ha heredado de su padre y de las circunstancias que habrá tenido que vivir y difícilmente le veremos contemplativo o postrado. Eso sí: ya no es un placer contemplar sus looks. Ahora solo llaman a la tristeza, como cuando apareció vestido a juego con dos de sus hijos, con traje y falda negra y gafas de sol. Una imagen inquietante, ¿verdad?
20 de enero-18 de febrero
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