Es, el ciudadano de importación más querido de Madrid, con permiso de James Rhodes. Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) llegó aquí de la mano de su pareja, la actriz Ariadna Gil, y lleva más de 10 años viviendo discretamente en el centro de la ciudad (“Me encanta Madrid”, asegura). El protagonista de El señor de los anillos y Green Book (una de las tres películas con las que rozó el Óscar) es una de esas celebrities a las que el público adora. Tal vez porque tiene fama de buena persona, un actor que se embarca en una película de fantasía para hacer feliz a su hijo y rescata a los caballos que ruedan con él (“el último, el pinto de Océanos de fuego, falleció hace unos meses”).
Ni siquiera su romance con Gil, que supuso la ruptura del matrimonio de la actriz con el director David Trueba, logró quebrar el cariño del público. Artista múltiple –actúa, compone, escribe, pinta, hace fotos, edita–, inaugura un nuevo talento dirigiendo Falling, un drama sobre la vejez, la paternidad y la memoria que también protagoniza. Antes de su estreno, el 2 de octubre, podrá verse en el Festival de San Sebastián, donde recibe el Premio Donostia.
Mujerhoy ¿Cómo surgió la idea que le llevó a dirigir Falling? Viggo Mortensen Aunque es una historia ficticia, la base era explorar lo que siento por mis padres y lo que me han enseñado. Se la he dedicado a mis dos hermanos, porque ellos entienden las raíces de la historia.
M.H. La directora Agnès Varda dio un pequeño empujón al proyecto... V. Mortensen Tuve la suerte de conocerla en un vuelo entre Marruecos y París, meses antes de su muerte. Me habló, elocuentemente, de la importancia de no intentar mostrar nada a los espectadores, pero sí de inspirar en ellos el deseo de querer ver. Eso me ayudó a reafirmar la forma en que quería contar Falling. Hablamos durante casi tres horas y no olvidaré esa conversación, ni su optimismo frente a la etapa final de su vida, que ya había aceptado.
M.H. ¿Por qué una película sobre la vejez y el agridulce amor familiar? V. Mortensen Quería, en estos tiempos de polarización sociopolítica y falta de empatía, buscar maneras de llegar al entendimiento entre un padre y un hijo. Es, en gran parte, un complicado viaje hacia el perdón. Dicho esto, en la vida real la redención total es poco frecuente. Pero una gota de perdón vale un mar de lágrimas.
M.H. Su personaje es gay. ¿Por qué lo escribió así? V. Mortensen Me salió así y me pareció una buena forma de construir el modelo de familia que crea el personaje y que contrasta con la que él vivió. Compasión contra intolerancia, aceptación contra rechazo.
M.H. A sus 61 años, tiene usted una larga carrera con un momento de gran celebridad, El señor de los anillos. ¿Cómo lo recuerda? V. Mortensen La labor de construir el personaje de Aragorn fue un regalo. Tengo muy buenas amistades como fruto de esa gran experiencia. Y en el rodaje aprendí mucho sobre como solucionar problemas y obstáculos. Después, seguí como siempre, buscando proyectos desafiantes, intentando aprender cosas nuevas. La gran diferencia fue que, tras el éxito de la trilogía, tenía más opciones.
M.H. En esta trayectoria, ha rozado el Óscar en tres ocasiones. ¿Cree que Falling podría ser su oportunidad? V. Mortensen Ni idea. Es imposible saber por qué a algunos les sonríe la suerte y a otros no. Y al fin y al cabo, los premios, por muy gratificantes que puedan ser, no te ayudan a hacer mejor tu trabajo. Si llegan, bien.
M.H. Tras 40 años en la industria, ¿la experiencia ayuda? V. Mortensen Lo mejor de cumplir años es aprender nuevas formas de hacer tu trabajo, de relacionarte más armoniosamente con los demás. Tener que esperar hasta los 60 años para dirigir seguramente me ha permitido evitar muchos errores de principiante.
M.H. ¿Qué veremos de Viggo Mortensen después de Falling? V. Mortensen Si tuviera el dinero para dirigir una nueva película, ya estaría en marcha. Es difícil encontrar dinero para rodar, especialmente el tipo de historias que me gustan, en las que no todo lo que piensan y sienten los personajes se muestra y se resuelve de forma convencional. Ahora quiero dirigir otra película, y otra más, hasta que se me acaben las fuerzas y el deseo para hacerlo de nuevo.
20 de enero-18 de febrero
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