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La extraña relación que mantienen Donald Trump y Melania quedó al descubierto desde el primer minuto en el que irrumpieron en la mediática vida de un presidente estadounidense. El mismo día de su investidura y ante la mirada perpleja de Twitter, Donald Trump entraba en la Casa Blanca sin mirar si su mujer estaba por ahí y eran Barack y Michelle Obama quienes se encargaban de cederle el paso a Melania Trump, la que era desde ese momento la Primera Dama de Estados Unidos. Una Primera Dama cuyo ceño fruncido y cara de tristeza durante toda la ceremonia se convirtieron en tendencia en Twitter bajo el hastag #SadMelania. ¿Había problemas en el matrimonio Trump antes de llegar a la Casa Blanca? Lo que está claro es que sí los hubo a partir de ese momento y ahora la pregunta es, ¿se divorciará ya (por fin) Melania de Donald Trump? ¿Habrá #FreeMelania cuatro años más tarde?
A los morros del primer día como Primera Dama le siguieron múltiples desplantes públicos protagonizados por la pareja en escaleras de avión, recepciones oficiales, desfiles, visitas a zonas catastróficas… casi en cualquier vídeo juntos se puede apreciar las sonrisas forzadas, las manos rechazadas y las miradas esquivas. Nada que ver con la Melania que hemos visto abandonando la Casa Blanca: sonriente y cogida de la mano de su marido.
La realidad es que Melania Trump nunca quiso ser la primera dama de Estados Unidos. Sus allegados afirman que lloró como una Magdalena el día que él ganó las elecciones y no fue precisamente de felicidad y que es una de las personas que han pedido a Trump que asuma su derrota electoral cuando él estaba decidido a seguir batallando en contra del resultado de las urnas. Una muestra de su poco interés en seguir los pasos de Michelle Obama es que tardó cinco meses en mudarse a la Casa Blanca y que ni se ha molestado en hacer campaña por su marido en estas últimas elecciones: solo ha hecho acto de aparición en dos ocasiones.
Según la autora de la biografía de Melania, la periodista Mary Jordan, el único motivo por el que Melania ha pisado la Casa Blanca ha sido asegurar la herencia de su hijo Barron. No presentarse a ejercer su papel de primera dama le sirvió para renegociar el acuerdo que había firmado con Donald Trump y evitar que su hijo se quedara sin su parte de la herencia si se producía un divorcio.
No sabemos si consiguió su objetivo, pero el hecho de que ya tiene apartamento a su nombre en Nueva York y de que bajara sonriente del avión del que despidió para siempre de Washington, apeada de sus altísimos tacones, con vestido de Gucci a tope de psicodelia y dejara a Donald despidiéndose de la gente mientras se metía en el coche sin mirar atrás parece indicar que la presidencia no va a ser lo único que pierda Donald Trump este año.