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Quizá los millennials no lo sepan, pero antes de convertirse en la reina de los vídeos bizarros en Instagram Britney Spears fue la princesa del pop mundial. Aún hoy esa mujer con estilismos de quinceañera y que tiene que pedir permiso para salir a comerse una hamburguesa con su novio continúa siendo una cantante que genera 58 millones de dólares al año.
Su caso es, sin duda, un ejemplo de todo lo que puede salir mal en la carrera de una joven con talento y The New York Times ha producido un documental, Framing Britney Spears, en el que analiza las posibles razones que llevaron a la joven y exitosa Britney al colapso en el que vive actualmente, tutelada por su padre y un banco y sin ninguna libertad de movimiento. Tras ver Framing Britney Spears, parece que el machismo y los prejuicios sobre la enfermedad mental han tenido mucho más que ver con la situación que vive actualmente Britney Spears que la propia Britney Spears. Bienvenidos a la que ha sido definida por los críticos como “la historia de terror del pop”.
La primera vez que a Britney Spears le preguntaron en una entrevista si tenía novio fue a los 10 años. En aquella época Britney era todo lo que la sociedad estadounidense consideraba lindo y puro: una niña que cantaba como los ángeles y bailaba en el club Disney. La familia de Britney estaba en la ruina y sobre sus hombros infantiles recayó el solucionar la situación económica familiar.
Curiosamente en aquella época quien seguía los pasos de la joven era su madre. Su padre, Jaimie, el hombre que desde hace 12 años controla su dinero, su vida y su carrera por imperativo legal estaba desaparecido. En el documental aparecen algunos testigos que hablan de él como una persona de la que Britney tenía miedo, con la que no se llevaba bien y cuya única implicación en la carrera de su hija fue decir “ mi hija me hará rico. Me comprará un barco”.
El salto de una estrella infantil a la adolescencia no es sencillo (recordemos cómo salió Miley Cyrus de Hannah Montana, a golpe de twerking y deseando quemar la peluca) y la empresa discográfica de Britney decidió tirar por la vía más fácil (y machista): sexualizar a una niña de 17 años.
En 1999 poner a una Britney de 17 años cantando al amor adolescente mientras lamía un chupachups y bailaba con un uniforme de colegiala muy corto puede que fuera una gran idea comercial, pero desde ese momento ante Britney Spears se abrió un mundo bastante oscuro: el de la prensa preguntándole constantemente sobre su virginidad, el tamaño de sus pechos y por qué llevaba esa ropa provocativa ¿es que caso ya no era virgen?... preguntas todas muy normales (y sexistas) viniendo de adultos hacia una cría de 17 años.
La combinación del acoso mediático más machista llegó a su punto álgido cuando Justin Timberlake publicó Cry me a river. Justin y Britney fueron pareja de 1999 a 2002. Los rumores afirmaban que rompieron porque ella le había sido infiel con un bailarín y el cantante se “vengó” en forma de videoclip y canción (muy al estilo Taylor Swift). El problema es que desde el momento en el que Justin afirmó sonriendo de medio lado que la virgen Britney no era virgen gracias a él y cantó al mundo sobre su infidelidad, Britney Spears se convirtió en una “mala mujer”.
El discurso que se desarrolló alredededor de la ruptura de Britney Spears y Justin Timberlake es el abc de la misoginia: él era un machote al mismo tiempo que una pobre víctima de engaño y ella... pues ya nos lo podemos imaginar.
Desde ese momento el asedio de los paparazzis fue constante (las fotos de Britney Spears se vendía hasta por un millón de dólares y sus imágenes suponían un 20% de todo lo que facturaban las agencias de fotografía). En las entrevistas los periodistas no dudaban en echarle en cara lo mal que lo había pasado Justin por su culpa y hasta la mujer del gobernador de Maryland declaró en la televisión que si pudiera pegarle un tiro a Britney Spears, lo haría.
A raíz de lo que Justin Timberlake cantó, coreografió y dijo de Britney Spears la manera en que el mundo escribía sobre la cantante cambió por completo y para siempre. Pero faltaban aún muchas etiquetas que ponerle además de la de chica fácil e infiel y los medios no perdieron la oportunidad de aplicarlas todas: llegó el 2007 e hiceron acto de aparición las más dolorosas, laa de loca y mala madre.
La tensión que soportó Britney Spears hasta 2007 fue in crescendo y en los años fatídicos de 2007 a 2009 su conducta pública errática (con bodas exprés, divorcios confictivos, partos, peleas familiares...) enriqueció a los medios de comunicación y el mundo del cotilleo. Perez Hilton llegó a decir “gracias Britney, que seas mala es bueno para mi negocio”.
Para hacernos una idea del acoso al que se sometió a una mujer que, en palabras de su madre estaba pasando por una depresión desde el nacimiento de su pirmer hijo , en un concurso de televisión de la época tipo ruleta de la fortuna hicieron un panel en el que había que descubrir “cosas que ha perdido Britney Spears”: las respuestas, desde sus hijos a su dignidad. Britney Spears pasó de ser la princesa del pop a un meme.
Las imágenes de Britney rapándose la cabeza o agrediendo a los paparazzis con un paraguas el día que su expareja no le permitía ver a sus hijos recorrieron el mundo y le dieron a su padre el argumento que necesitaba para pedir su custodia legal y controlar su carrera y su fortuna, una custodia que podía ser de por vida como declara una de las primeras abogadas de Britney en el documental en el que afirma que ella nunca ha visto que una custodia así se retire... por mucho que la situación del custodiado mejores. Como afirma otra de las testigos que aparecen en el reportaje: " Nunca he visto que algo así le ocurra a un hombre en América".