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Ha superado los 8 millones de descargas, a pesar de no haber sido aún lanzada oficialmente y funcionar aún solo por invitación (cada usuario dispone de dos). Clubhouse ha pasado de 600.000 a 8,2 millones de descargas en cinco meses y se ha convertido en la app más esperada de 2021. La fiebre por la aplicación es tan desmesurada, que hay quien las vende hasta por 20.000 dólares en eBay. El mercado negro se disparó hace unos días, cuando Elon Musk entró en una de las salas de Clubhouse para hablar y, de paso, invitó a Vladimir Putin a hacer lo propio. Muchos pagaron 100 euros para poder entrar y escuchar al multimillonario.
La posibilidad de poder charlar con famosos es uno de los atractivos más potentes de ClubHouse: los fans sueñan con coincidir en una de las salas con sus ídolos y poder hablar en directo con ellos. O, por lo menos, escucharles al otro lado del teléfono. De momento, Clubhouse solo está disponible para los teléfonos con IOS, aunque ya trabajan en la versión para Android. La financiación no va a ser un problema asegurada para esta red social de voz: el diario británico 'Financial Times' asegura que inversores de riesgo ya valoran Clubhouse en más de 1.000 millones de dólares.
Algunas de las personas más ricas y famosas del mundo ya tienen sus nombres en la aplicación. No solo Elon Musk, el fundador de Tesla y SpaceX, sino Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, los raperos Drake y Kanye West, la megaestrella Oprah Winfrey, actores como Tiffany Haddish o Jared Leto… De momento, la expansión se ha producido sobre todo en el mundo anglosajón, por lo que el inglés sigue siendo la lengua franca. Sin embargo, en cuanto Clubhouse aterrice en los países latinos, donde los móviles penetran con más profundidad e intensidad de uso, se espera que se multipliquen las salas donde se charla en español y aumenten los usuarios famosos latinos y españoles.
Esa es la gracia de Clubhouse: como si fuera un Twitch solo con audio, se trata de un streaming de millones de conversaciones que sucede en directo, sin grabaciones ni posibilidad de recuperarlas cuando terminen. O estás en el directo o no estas. Aunque han comparado a Clubhouse con la radio o con un podcast infinito, en realidad se acerca a algo aún más familiar: se parece a hablar por teléfono con decenas, centenas incluso miles (hasta 5.000) de personas. En Clubhouse no hay efectos de sonido, cortinillas, edición ni (de momento) publicidad. Solo un gigantesco chat temático.
Clubhouse es una red social, pero solo de voz: no hay chat, no puedes mandar mensajes a otros usuarios, no hay transcripciones de las conversaciones, no puedes activar la cámara o mostrar un vídeo y ni tan siquiera puedes dar un ‘like’. Tampoco existen marcas de verificación azules que distingan a los VIPs e influyentes del común de los mortales.
Cuando entras en una sala de Clubhouse, puedes escuchar la conversación que allí tenga lugar, pero no intervenir. Solo podrás hacerlo si la persona o personas que han abierto el espacio lo permite. De hecho, si por casualidad un famoso entra en una sala, el encargado puede ofrecerle todo el protagonismo, dándole las prerrogativas de ‘speaker’. Algunas salas imitan el formato clásico de entrevistas, mientras en otras encuentras a un grupo de amigos charlando como si tal cosa. Puedes optar por escuchar a expertos sobre cualquier temática, predicadores de lo suyo, maestros vocacionales o chismosos. Cualquiera puede hablar en la aplicación, que encuentra en la moderación una de sus zonas oscuras.
Algunos expertos en redes sociales ya han advertido de que esta interfaz permite la propagación de discursos del odio, propaganda fascista o bulos sin cortapisa alguna. Otra sombra de Clubhouse tiene que ver con los datos: la app te obliga a dar tu número de teléfono y, si quieres invitar a otras personas, también un acceso total a la agenda: tus contactos quedan registrados. Ha habido sospecha de filtración de conversaciones pero la Universidad de Stanford demostró que no era un fallo de la aplicación: algunos usuarios las grabaron y luego las publicaron sin consentimiento.