Jackie Kennedy se cansó de ser la primera dama perfecta y la viuda doliente de Estados Unidos y se convirtió por obra y gracia de una boda sorprendente en una isla privada del Mediterráneo en Jackie Onassis, la primera dama de un magnate multimillonario, Aristoteles Onassis. Pocos creían que la pareja estaba unida por un flechazo amoroso. El propio primogénito de Onassis, Alexander, fruto del matrimonio de éste con la muy trágica Athina Livanos, lo advertía el día de la ceremonia: “ Es la unión perfecta. Mi padre adora la fama y Jackie adora el dinero”.
Pero los biógrafos de la mujer que se convirtió en uno de los iconos de estilo del siglo XX ven en la unión de la bella y el inmensamente rico Onassis un movimiento guiado más por la desesperación y la necesidad de sentirse protegida que por el ansia de disponer de una inagotable cuenta bancaria. Jackie O, la misma mujer que abandonó amistades porque hablaban de los Kennedy en los medios o que quemó su correspondencia privada antes de morir, vivió una batalla perpetua contra la prensa, los paparazzis y en defensa de su intimidad. Poco sabía cuando viajó hasta la isla de Skorpios con sus dos hijos de ocho y cinco años que sería su recién estrenado marido quién la traicionaría de forma definitiva en las mismas portadas que ella detestaba y de la forma más humillante.
La viuda en shock manchada de sangre fotografiada en 1963 asistió al asesinato de otro Kennedy en Estados Unidos en 1968 (su cuñado). Con estos antecedentes decidió hacer el petate y huir con sus hijos, esos que llevaban el apellido que parecía estar muriendo a su alrededor sin que nadie pusiera remedio. En octubre de 1968 viajó hasta Grecia para unirse a Aristoteles Onassis, el mismo que pretendiente de su hermana Lee … y amante desde hacía una década de María Callas.
Los Kennedy jamás se fiaron de Aristoteles Onassis, de hecho estaban en contra de que la hermana de Jacqueline se uniera a él, pero años más tarde tuvieron que soportar que fuera la propia Jacqueline la que se resguardara al lado del naviero. Quizá se dejó llevar por la paz que años antes Ari le aportó cuando en plena depresión viajó a bordo de su inmenso yate. Y, por supuesto, estaba el dinero. La viuda de américa no podía casarse con un dentista de New Jersey como ella misma confesó a su amiguisimo Truman Capote.
Un mes más tarde de la boda, Ari Onassis volvía a los brazos de su amante de los últimos diez años y Jackie O recorría Europa con sus Gucci colgados del brazo y sin hacer ni un mal gesto: poco podía hacer la Callas como amante que no hubiera hecho ya Marilyn Monroe con su anterior marido.
Aunque Christina Onassis intentó desmentir que su padre intentara deshacerse de Jackie O. Antes de morir la realidad es que para cuando el magnate se despidió del mundo cuatro años después de la boda ya había hecho de todo para traicionar a su mujer. La llamaba “la viuda”, la acusaba de ser el origen de su mala suerte, de la enfermedad que le llevó a la tumba.
Al tiempo que presumía de acostarse con ella y con Callas y de ser “jodidamente rico”, no pudo desembarazarse de la mujer con la que quiso casarse pero que detestó tras la luna de miel. Y lanzó contra ella toda la artillería pesada: facilitó que los paparazzis la fotografiaran mientras se bañaba desnuda en 1972, contrató a varios detectives para que “probaran” que además de gastar cantidades extravagantes de dinero Jackie Onassis era infiel y así poder divorciarse tranquilamente.
Incluso cambió su testamento para que no heredara nada a su muerte. Pero no resultó. La primera dama que viajaba en el mismo coche en el que asesinaron a su marido seguía siendo una esposa estoica cuando Aristoteles Onassis murió, y con el mismo espíritu estoico con el que soportó sus desprecios e infidelidades impugnó su testamento. Consiguió 25 millones de dólares.
20 de enero-18 de febrero
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