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Ha sido un año de amor para Enrique Ponce y Ana Soria, pero también para las fans que pudieron seguir sus abrazos, besos, roces y miradas lánguidas gracias a Instagram. Últimamente estaban ya bastante comedidos, pero no podemos olvidar los intensos meses de romance máximo en los que los tuvimos hasta en la sopa. Algo muy trascendental ha debido de pasar por la cabeza de Ponce para que, de un plumazo, borre todas las huellas de un enamoramiento que apasionó al país por su fondo de culebrón. No queda ni rastro de su amor por Ana Soria en redes.
Recordemos: el pasado mes de julio, el torero abandonó a la pluscuamperfecta Paloma Cuevas, una mujer que se había casado para toda la vida, por una veinteañera rubia y pizpireta a la que no podía dejar de tocar en público y en privado, en vídeo y en foto, en Instagram y ante las cámaras de la televisión. Lo más sencillo que le decía a su Ana era "te amo". "Te quiero más que a mi vida", escribía él sin pudor alguno. Ella le contestaba con más topicazos "Solo me importa que tú sepas lo que te quiero".
No se ha cumplido ninguna de las predicciones que trataron de explicar la vomitona de fotos, entre ñoñas y erótico-toreras, con las que la pareja Enrique-Ponce-y-Ana-Soria nos pasmaba cada semana. Ni el torero se ha lanzado a una carrera musical con un disco avalado por Julio Iglesias, Luis Miguel o Estrella Morente, ni ella se ha convertido en la nueva sensación de la influencia de moda, con portada mes sí mes no en ‘Hola’ y lugar de honor en las alfombras rojas. Si acaso, la visibilidad de la nueva ‘power couple’ torera ha vendido alguna entrada más en la cortísima temporada torera de Ponce, pero hasta ahí. A doce meses vista de su flechazo total, s eguimos sin verle un fondo al pozo de sus vídeos y selfies con el torso más o menos descubierto. ¿Será que de verdad colgaban de todo llevados por el entusiasmo infinito de un amor juvenil?
Las teorías sobre este inesperado movimiento de la pareja de oro del toreo se nos acumulan. Hay quien ve en este borrado Instagram un reconocimiento de errores que, casualmente, se produce poco antes de que Enrique Ponce tenga que reencontrarse con su hija mayor en su comunión. Resulta poco plausible que Paloma Cuevas haya podido evitar que su hija entre en Instagram y vea el despliegue de besos, ternura, derroche de amor y locura que nos regalaron Ponce y Soria. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de la primogénita? Seguramente el diestro debió pensarlo antes de publicar tanto calentón romántico. Una segunda teoría abunda en la posibilidad de un ‘detox’, aunque no nos parece muy plausible: ¿de qué se van a desintoxicar si desde hace unos meses sus apariciones ya eran más bien escasas?
Todo parece indicar que, una vez superada la primera y ardorosa fase de su relación, la necesidad de gritar a los cuatro vientos el amor que recorre sus cuerpos ha desaparecido. Instalados ya en nuevo ático de Almería y su rutina de pareja, Enrique Ponce puede haber caído en la cuenta del rapto de amor que le volvió un poco loco el año pasado. O puede haber reconocido que este tipo de exposición íntima no le va bien ni a su imagen de empresario ni a su reputación en el mundo del toreo. ¿Acaso alguien advirtió a Enrique Ponce que tanta ñoñería y tanto beso podía hacer que dejaran de tomarle en serio crítica y público? Jamás lo sabremos. Apuntemos una hipótesis más: los grandes artistas suelen borrar sus redes sociales cuando preparan un nuevo y gran lanzamiento. ¿Tienes una sorpresa para nosotros, Enrique Ponce? Ojalá.