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Sylvester Stallone: la última oportunidad de Rocky

Es el principal candidato al Oscar al Mejor Actor Secundario por ‘Creed’, epílogo de la vida de Rocky, su personaje fetiche, quien se lo dio todo y terminó por devorar al escritor y al hombre culto apasionado de la pintura y de su familia. Tal vez ahora sylvester stallone consiga lo que siempre deseó: reconocimiento.

Sylvester Stallone con su mujer y sus tres hijas durante la gala de los Globos de Oro. / Gtres

Carlos ALcelay

Ninguna estrella de Hollywood acumula tantos premios como él, aunque no se sienta orgulloso por ello. Más bien resignado. Ha sido 30 veces nominado a los Razzies, galardones que distinguen las peores películas e interpretaciones del año, y los ha ganado en diez ocasiones. Se le ha convertido en chiste cinematográfico, carne de parodia, símbolo de un cine para neuronas catatónicas que no merece ni una mala crítica de los cinéfilos exigentes. A este currículo, bañado con el oro de las taquillas, se acaba de añadir un inesperado renglón: un Globo de Oro y una nominación a los Oscar por su actuación como secundario en Creed, el último capítulo en la biografía por entregas del boxeador Rocky Balboa. Tal vez, como el potro italiano, no hay que desestimar la capacidad de Sylvester Stallone (69 años) para aguantar los golpes y seguir en pie, dispuesto a ganar el último combate a quienes aún no han entendido que ese cúmulo de fibra muscular es solo otra de las dimensiones de un personaje más complejo: escritor, pintor, lector de clásicos… Cerebro tras la testosterona. Varias vidas en una.

«La vida no te lo va a poner fácil. Tendrás que perseverar», le repetía una y otra vez su excéntrica madre, Jackie Stallone, astróloga y promotora de combates de lucha libre femenina, y en los últimos años aficionada a la cirugía estética hasta el esperpento. Aquella fue una realidad que Sylvester empezó a entender desde su nacimiento, cuando un fórceps le cortó uno de los nervios faciales y le dejó sin movilidad en parte de la boca. Tuvo una infancia gris y callejera, propenso a los problemas y las peleas. Ni él entraba mucho en el colegio ni el colegio entraba en él. Solo parecía interesarle el deporte. Clásica carne de cañón en uno de los peores barrios de Nueva York. Sin embargo, gracias a sus habilidades atléticas consiguió una beca para la universidad, donde descubrió en la interpretación la posibilidad de ser algo más que el hijo de un peluquero y una pitonisa.

El mundo del cine

Cuando empezó a buscarse la vida como actor en su ciudad natal no tenía ni un dólar, y cinco años después seguía igual, salvo que estaba casado y esperaba un hijo. Tuvo que vender hasta su perro, una medida desesperada como lo había sido antes rodar una película pornográfica a cambio de 200 dólares (The Party at Kitty and Stud’s). «Le puede ocurrir a cualquiera, fue un momento muy difícil y no me enorgullezco de lo que hice. Es algo que ya pasó, pero gracias a internet, esa película sigue teniendo un montón de público», reconoció hace no mucho tiempo en Playboy. Un alma de perdedor con sueños de grandeza y fe en sí mismo. Así era Sly, como siempre ha preferido que le llamen, y de alguna manera así sigue siendo. Los personajes que ha creado en sus guiones cumplen con ese perfil triste en el que él mismo se reconoce: llegados de la nada, menospreciados, deseando un lugar en el mundo o al menos un desafío que afrontar; pura rudeza en busca de terciopelo, cariño y redención.

«Soy un escritor más que un actor y un director más que un actor». Lo dice para reivindicar el otro yo del héroe cinematográfico, pero probablemente tenga razón. Más de una veintena de sus guiones se han llevado a la pantalla, incluso algunos han obtenido el favor de la crítica. Crear relatos es fácil, pero construir iconos requiere talento. Rocky y Rambo lo son. Con ellos demostró su habilidad para generar empatía emocional con el espectador, aunque no fuese este su propósito cuando en solo tres días escribió la historia del púgil marginado que llega a enfrentarse con el campeón del mundo. Entonces solo quería comer y pagar facturas.

Los grandes éxitos

Tuvo la idea tras ver un combate de Muhammad Ali y con ella recorrió varias productoras, exigiendo ser el protagonista de la película. Le llegaron a ofrecer 350.000 dólares por el guión, pero no lo querían como actor, de modo que los rechazó. Una jugada arriesgada y afortunada. Finalmente lo consiguió a cambio de rebajar sus ingresos a 35.000 dólares. Un año más tarde Rocky (1976) obtenía el Oscar a la mejor película y Sylvester Stallone la nominación a mejor actor y mejor guión. Al año siguiente dirigía, escribía e interpretaba Paradise Alley, un drama sobre emigrantes italianos, y a continuación acaparaba de nuevo todo el trabajo en Rocky II (1979). Los 220 millones de dólares que recaudó hicieron que los estudios recibieran con entusiasmo cualquier guión de la nueva estrella, aunque fueran musicales, como Staying Alive (1983), secuela de Fiebre de sábado noche, de nuevo con John Travolta, o Rhinestone (1984), donde además se atrevió a añadir a su palmito la facultad de cantar country con bastante dignidad. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, de modo que los productores le exigieron que sus bíceps ocuparan los mejores primeros planos en sus siguientes proyectos. Y el personaje de ficción comenzó a devorar al buen guionista.

Escritor por encima de todo

«El público es la razón de ser del cine. Me encanta saber que le doy lo que más le gusta. No trabajo para los críticos, sino para los que disfrutan de la adrenalina. Eso es lo que yo sé hacer». Sly dijo eso en plena madurez, cuando ya hacía tiempo que había comprendido que la industria y la gente solo aceptarían una parte de Stallone, la de usar y tirar. La popularidad ha tenido un coste alto para él, pero lo ha pagado gustoso. El chico perdido y el actor sin dicción del que se reían porque arrastraba las palabras siempre han permanecido a su lado, empujándole a triunfar fuera cual fuera el camino. La misma pasión que puso en sus primeros guiones la volcó en su físico, inversión de negocio segura, construyendo con Arnold Schwarzenegger un nuevo género de acción cuyo impacto en las audiencias era proporcional a la sangre que derramaban con cada papel. Cuando se trata de matar, Stallone nunca ha reparado en gastos: Rambo IV (2008), que rueda con 62 años, es la película más violenta de la historia, con 236 muertes, 2,5 por minuto. Aun así, entre las vísceras emergía alguna pista de la naturaleza que tuvo el personaje en sus comienzos, un inadaptado con conciencia que no sabe hallar su lugar en el mundo.

Stallone es rehén de su imagen. Cada intento de salirse de ese guión ha sido un doloroso baño de realidad (Oscar, Alto o mi madre dispara, Driven…), agravado por el escaso acierto que tuvo al rechazar algunos papeles que tal vez hubieran cambiado el paso a su carrera, como el que interpretó Harrison Ford en Único testigo o Brad Pitt en Seven. Si algo más podía lograr en Hollywood tendría que conseguirlo con ese cliché en el que habita desde hace ya 35 años. Así ha sido. Ganar el Globo de Oro y ser el favorito para hacerse ahora con el Oscar se lo debe a Rocky y al talento escondido entre sus puños.

Entre el drama y la felicidad

Parece que todo en la vida de Stallone ha tenido el propósito de reconstruir desde los cimientos la existencia a la que parecía destinado. El joven arisco que llegó a pasar por un centro de educación especial siempre quiso encontrar un amor duradero, y quien creció en el infierno de un matrimonio muy mal avenido –sus padres se separaron cuando él era adolescente– soñó ante todo con formar una familia que le diera estabilidad. La actriz Sasha Czack fue el primer intento de lograr ese entorno deseado. Estuvieron casados 11 años, hasta 1985, cuando las piernas infinitas de la actriz y modelo danesa Brigitte Nielsen se cruzaron en su camino. Ese segundo matrimonio duró dos años, el tiempo que el actor tardó en percatarse de que era incapaz de convivir con los vicios y la promiscuidad de su mujer. Decidió que no volvería a equivocarse. Se tomó su tiempo –diez años sin casi dar una noticia a la prensa rosa– hasta hacer una apuesta segura: la modelo Jennifer Flavin, 22 años más joven. El próximo mes de mayo celebrarán su 19 aniversario. No hay duda de que Rocky encontró en ella a su verdadera Adrian, quien le ha apoyado tras cada golpe de la crítica, después de cada Razzie, cuando parecía que su carrera se acababa entre la nostalgia de sus personajes clásicos y aventuras crepusculares –pero muy lucrativas– como la de Los mercenarios.

Por supuesto, Jennifer también ha estado junto a él para afrontar sus tragedias. En 2012 Sage, el mayor de los dos hijos que tuvo con Sasha –el otro es Seargeoh, que padece autismo– y compañero de reparto en Rocky Balboa (2006), murió repentinamente por un problema cardiaco congénito. Ese mismo año operaron a corazón abierto a su hija Sophia (19 años), la mayor de las tres que ha tenido con Flavin. La segunda, Sistine, con 17 años, ya ha empezado a ser modelo, incluso ha aparecido en la portada de Vogue. Scarlet (13) es la única que sigue bajo el ala de papá. Son sus tres niñas. Su perdición, según confiesa, de las que procura no separarse ni en viajes ni en galas.

«Quizá sea difícil de entender para muchos, pero se pueden tener diferentes talentos. Pinto cuando no puedo expresar lo que siento de otra manera». Lo declaró al presentar la muestra Sylvester Stallone Real Love: Pinturas 1975-2015 en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Niza (Francia). Previamente había realizado una exposición similar en San Petersburgo (Rusia). Se llegaron a pagar 50.000 dólares por algunas de su obras, aunque nunca se haya puesto delante de un lienzo por dinero, sino para verse a si mismo como quien asegura ser, un triunfador incomprendido.

Los guiones poéticos

Por esa misma razón cada cierto tiempo repasa y reescribe su proyecto más ambicioso, un guion sobre Edgard Allan Poe. «Lo que más me fascina de Poe es que era un iconoclasta –explicaba el actor en una reciente entrevista–. Es una historia para cada persona que se sienta excluida o que haya sido condenada al ostracismo durante su vida como un bicho raro, o sea visto como demasiado excéntrico para la sociedad». Allan Poe, Rocky, Rambo… Él mismo. Bichos raros. «No dejo de decirle a mi productor, Avi Lerner, que hagamos Edgar Allan Poe. Y él me contesta: ‘¿Tiene una pistola?’. No. ‘¿Puede lanzar un cuchillo?’. No, escribe poesía. ‘No tiene una pistola… ¡y escribe poesía! Estás loco’». Sylvester Stallone parece estar condenado a ser siempre él mismo.