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Georgina Rodríguez está en Venecia. En el Festival de Venecia. En la alfombra roja del Festival de Venecia. Con Pedro Almodóvar en la alfombra roja del Festival de Venecia. Si has llegado hasta aquí sin que los ojos te hagan chiribitas, sí, has leído bien: la pareja de Cristiano Ronaldo ha sido una de las estrellas invitadas al estreno de 'La piel humana', el título que el manchego estrena en la 77ª edición de la Biennale. Y claro, sus posados no han dejado indiferente a nadie...
Después de un año de usencia en la Mostra, Georgina Rodríguez ha vuelto al Festival de Venecia como si un miembro más del 'clan Kardashian' se tratara: con dos vestidos (uno nude y otro negro) de silueta casi idéntica, ambos ajustadísimos, con escotazo corazón que enseña más que insinúa y gran abertura en la falda.
Pero el problema de Georgina no está en los vestidos, a los que quizá no pondríamos ningún pero si los luciera otra invitada, está en la actitud ante la cámara.
Georgina Rodríguez siempre quiere ser la más sexy y, a menudo, poner tanto empeño en conseguirlo le hace cruzar la delgada línea que separa la sensualidad de la vulgaridad. Sus poses forzadas, sus escorzos casi grequianos, sus 'push up', sus excesos en el enseñar siempre un centímetro más de lo necesario y su gusto por lo ostentoso forman un cóctel letal de ordinariez que ni el vestido de la firma más exclusiva, los complementos más caros ni las mejores joyas son capaces de disimular.
Balzac dijo que "la elegancia no consiste tanto en el traje como en el modo de llevarlo", Yves Saint Laurent aseguraba que "lo más importante en un vestido es la mujer que lo lleva puesto" y el refranero español apostilla que " el hábito, no hace al monje". Pues eso.