Mientras los recién llegados a la fama y la riqueza se pasean en yate por las aguas del Mediterráneo, la mujer más poderosa de España sorprende con unas vacaciones de alto impacto emocional y bajísima huella de carbono. Es sorprendente que una de las fortunas más importantes rechace las habituales marcas de estatus de los ricos habituales por su amor por la naturaleza y su preocupación por el cambio climático, pero por eso Ana Botín no es una ejecutiva como las demás. En este sentido sí se puede decir que de tal palo, tal astilla.
Las fotos que han sorprendido a España no son una novedad: hace tiempo que Ana Botín (61 años) cuelga en su perfil de Instagram sus vacaciones en Cantabria, junto a su marido Guillermo Morenés, Willy. Ambos descansan en Carriazo, un pueblecito de escasos 170 habitantes donde posee una gran finca con mejor mansión. «Nada mejor que Cantabria», admite la millonaria.
Carriazo es un lugar muy especial para Ana Botín, pues allí se casó su hijo, Felipe Morenés Botín, con Julia Puig, la heredera del imperio de los perfumes. Posee esta casa que linda con la iglesia de San Martín desde hace 20 años. Además, se encuentra en la orilla opuesta a la ciudad de Santander, muy cerca de Ribamontán al Mar, una zona de tranquilidad asegurada.
Ana Botín continúa así la tradición de la familia Botín de volver a casa por vacaciones, aunque no ya a la finca en Puente San Miguel donde se casó con Guillermo Morenés y veraneaba cuando su padre, Emilio Botín, estaba vivo. Ahora tiene su propia propiedad, a la que ha sumado una finca colindante de casi 75.000 metros, lo que le asegura una privacidad máxima.
A pesar de la gran extensión de sus propiedades cántabras, no deja de llamar la atención la sencillez con la que discurren los días de descanso de la ejecutiva de banca más poderosa de Europa. Ana Botín tiene todos los lujos del mundo al alcance de la mano, pero prefiere pasear por Santander y alrededores probando productos locales.
En sus publicaciones en Instagram, vemos a Ana Botín y a Guillermo Morenés paseando por la playa de El Puntal, pertrechados con toallas y gorros, y con parada en el chiringuito de turno. O hablando maravillas de los emprendimientos de los vecinos que le sacan partido a las delicias del lugar, tanto tiendas como restaurantes.
En realidad, lo que más llama la atención de los veraneos de Ana Botín no es tanto su querencia por la tierruca, un amor entregado que heredó de su padre, Emilio Botín, y que ha pasado de generación en generación. Lo que alucina a la audiencia viral es la etiqueta de vacaciones de esta mujer poderosa: todo gira alrededor del chándal.
Decimos chándal aunque, en realidad, la etiqueta vacacional de Ana Botín integra todo tipo de ropa deportiva, desde pantalones hippies a prendas de senderismo. Asistimos sin duda a una descompresión brutal de la necesidad de vestirse cada día para ejercer el poder económico, una actividad que exige traje y poco más.
Ana Botín ha asegurado en distintas ocasiones que el contacto con la naturaleza y la práctica de deporte es lo que más le ayuda a desconectar de sus obligaciones, relajarse de su estresante rutina y cargar pilas. El senderismo y el golf son dos de sus actividades favoritas, y de hecho los viajes de placer que se permite suelen estar relacionados con su práctica.
Este mismo agosto, Ana Botín viajó a Escocia para practicar su deporte favorito en el campo de golf North Berwick West Links, a 40 kilómetros al sur de Edimburgo. Es el segundo campo de golf más antiguo del mundo, después del de St. Andrews. El pueblo de North Berwick era lugar de vacaciones de aristócratas escoceses, pero se ha reciclado como museo del golf.
Algunos hoyos atraviesan rocas, arena y mar y el recorrido comienza y termina en el mismo corazón del pueblo. Un campo muy especial que ningún golfista quiere perderse y mucho menos Ana Botín. La presidenta del Santander es socia desde 2018 del prestigioso club de golf Augusta National, algo que hubiera enorgullecido a Severiano Ballesteros, su cuñado y fantástico golfista, fallecido en 2011.