Caritina Goyanes, guapísima, con su marido. /
Antes de que Kris Jenner decidiera fundar su clan matriarcal alrededor de la letra K (con sus hijas Kourtney, Khloe, Kim, Kendall y Kylie), una española ya había llegado a la misma conclusión que ella: lo mejor para traspasar el capital social y simbólico de madres a hijas, lo mejor es heredar el nombre.
Caritina Fernández de Liencres y Liniers, socialite primigenia de la aristocracia española de los 60, traspasó todo su poderío jet set a su hija Cari Lapique , la tercera reina de corazones de nuestra crónica social (después de Isabel Preysler y Nati Abascal). Esta hizo lo mismo con Caritina, su hija mayor, que ya ha tenido una niña a la que llaman, en familia, mini Cari. Su hija menor con Carlos Goyanes, Carla , no ha podido contribuir a este pequeño imperio de mujeres con C: ha tenido tres hijos.
Nos interesa mucho la figura de Carla porque fue ella la que provocó terremotos en la prensa del corazón de su juventud, aunque Caritina era la heredera primera del poderío social de su madre. ¿Por qué? Fácil.
Cari hija jamás encajó en la talla 36 mientras que su hermana, fabulosa a la manera ortodoxa, casi se convierte en novia formal de Francisco Rivera Ordóñez en 2004, tras su divorcio de Eugenia Martínez de Irujo.
Mientras Carla ocupaba portadas, Caritina aparecía en el interior, reconciliándonos un poco con la realidad corporal de las mujeres españolas. No podemos dejar de subrayar lo obvio: en los 90 y primeros 2000 Caritina era la única mujer de la jet set por encima de la talla 40, una excepción que podría haber sido un ejemplo de tokenismo (cuando solo una mujer representa a una minoría).
Y, en el mejor de los casos, de una apertura a la diversidad. Más de dos décadas después, podemos ver que no ha sido así. Más aún: en la era woke de la diversidad, las aristócratas curvys brillan por su ausencia.
El mensaje está claro: los kilos son un pecado que las mujeres con brillo social no se pueden permitir. Cuando, en 2016, Tamara Falcó engordó bastante kilos, tuvo que justificarlos a la opinión pública de todas las maneras posibles, incluido el clásico del bajón emocional.
Caritina Goyanes. /
«Comer es para mí una forma de vivir», explicó en una entrevista Caritina Goyanes. «De niña siempre iba detrás de Isi, la señora que nos cocinaba y a la que queríamos como una más de la familia. ¿Mi madre? Mi madre en la cocina no entra ni de medio lado». De hecho, con Cari madre tuvo sus más y sus menos al respecto de los kilos.
«Hemos tenido un tira y afloja continuo. A ella y a mi hermana les importa más que a mí estar delgadas y se cuidan muchísimo. Si yo estuviera obsesionada con tener un tipazo, lo tendría. Pero desconozco los complejos. Jamás he dejado de ponerme una minifalda o un escote. Y nunca he faltado a una cena porque de repente me haya probado la ropa y me haya visto fatal, como les ha ocurrido a amigas mías».
La figura de Caritina Goyanes, esencial a la hora de mostrar la rigidez del modelo único de cuerpo que las mujeres famosas se pueden permitir, nos deja además otras enseñanzas valiosas.
Por ejemplo, el limitadísimo espacio que se le dejaba a esta carismática mujer, dicen que excelente conversadora, para hablar de otra cosa que no fuera su cuerpo y las dietas a las que lo sometía (la pobre hizo hasta hipnosis). Los titulares de sus apariciones en la prensa rosa son uno y el mismo: por qué estoy gorda y tengo que hacer dieta.
Inteligente como su madre, Caritina Goyanes ha sabido pasar por ese aro sacándole un provecho publicitario considerable, pues dejó su formación como abogada especializada en bolsa y telecomunicaciones para montar un catering, SixSens Catering, que ha sabido ganar prestigio y convertise en un de los referentes del sector en nuestro país por su profesionalidad y su altísima calidad.
Más aún: siempre encarnó un tipo de mujer que no se avergüenza de sí misma ni tiene que buscarle excusas a su cuerpo. No, no es un pecado que te guste comer. Lo que sí es preocupante es que las chicas como Caritina hayan desaparecido, y por completo, de las revistas.