Cari Lapique, la (casi) aristócrata que se casó con el ex de Marisol, Carlos Goyanes, tuvo que ir a visitarlo a la cárcel y se inventó como influencer antes de Instagram

Cari Lapique ha sido para las revistas del corazón lo que hoy es para Instagram María Pombo, una influencer. Solo dio de qué hablar en una ocasión: como daño colateral del (injusto) encarcelamiento por tráfico de drogas de su marido y ex de Marisol, Carlos Goyanes.

Su reinado no tiene fin, porque nació con la misma prensa del corazón, se extiende a ese monumento a la nostalgia que ya es Hola y continúa en Instagram, donde, atención, Cari Lapique acumula 57.000 followers. Más que su sobrina Almudena, hija de su hermana Miriam Lapique e influencer declarada. No es nada extraño: existe una continuidad natural entre las señoras de la jet set que adornaban la crónica social más amable y las nuevas estrellas de Instagram, muchas de ellas procedentes de las mismas familias que hicieron fortuna en el papel couché. En realidad, el manual de uso de este protagonismo decorativo lo inventaron sus abuelas en los años 80: posar, con ropa de lujo y en escenarios envidiables, para estimular el deseo aspiracional de las demás. Ya entonces, toda declaración era publicidad o un lugar tan común que no merecía la pena ni leerlo. Lo importante eran, siguen siendo, las fotos: admiramos a mujeres que no pretenden ser escuchadas, sino contempladas.

Cari Lapique y su hermana Miriam estaban destinadas a brillar en las fiestas y saraos de la aristocracia española, en ese mágico momento en el que se convierte en jet set. Hablamos de los 80, la década en la que el pelotazo le da brillo a casi todo. Dos décadas antes, Caritina Fernández de Liencres y Liniers, la madre de Cari y Miriam, se divertía en los tablaos y saraos como vizcondesa de Villamiranda, un título que en realidad jamás poseyó. Cari madre hizo todo lo que estuvo en su mano para conseguir el título, pero el rey jamás se lo concedió y sus hijas se integraron en la jet como casi-aristócratas. Sobre todo Cari, quien muy pronto se dio cuenta de que su carrera profesional iría sobre ruedas si la acompañaba con las altas dosis de publicidad que le daban las revistas. Lo dicho: una influencer ejemplar.

Aunque desde las páginas rosa pareciera una gran señora con la vida más que resuelta, Cari Lapique ha trabajado desde el minuto cero. Fue dependienta en El Corte Inglés, abrió su propia boutique, Cèline, que tuvo durante tres lustros y, ahora, es comercial de la agencia de viajes Nuba y relaciones públicas de la joyería Suárez. En las tres el fin es vender. Vender joyas, propiedades, viajes... y es lo que hago, y la verdad es que lo hago muy bien», ha reconocido en una reciente entrevista. Además, fundó una inmobiliaria con su marido, Carlos Goyanes, que ahora lleva su hija Carla. La relación con Goyanes ha sido siempre el único punto caliente de una biografía imperturbable. Se casó con él en Marbella, en 1975. Él era el hijo del productor de cine Manuel Goyanes, el empresario que se hizo de oro con Marisol y, de hecho, se casó con la estrella en 1969. El matrimonio fue tristísimo: aborto, dos intentos de suicidios de ella, infidelidad final de él con una joven casi-aristócrata en 1972.

La boda de Carlos Goyanes y Cari Lapique no fue tan tumultuosa como la de Goyanes y Marisol, pero firmó como testigo Carmen Franco. De hecho, la pareja compartió bastantes jolgorios con los mismísimos duques de Cádiz, Alfonso de Borbón y Carmen Martínez-Bordiú. «De jet nada de nada porque no teníamos jet, pero lo pasábamos bomba», ha recordado Cari Lapique. «Nos divertíamos muchísimo, eran veranos con fiestas todos los días. Éramos jóvenes. Salíamos todas las noches y nos recogíamos a las mil, pero por la mañana nos levantábamos pronto para ir con las niñas a la playa y hacer vida familiar. Teníamos una salud de hierro. Y yo ni gota de alcohol, solo agua». Los habituales de las fiestas eran los de las revistas: «Jaime de Mora, Alfonso Hohenlohe, Lola Flores, los barones Von Pantz, Antonio Arribas, los Choris, Nacho Angulo, Carmen Ordóñez, Lolita... Había varios grupos pero al final acabábamos en los mismos sitios y en las mismas casas en las que se hacían unas cenas espléndidas y unos fiestones impresionantes con orquesta y flamenco porque había gente con mucho dinero».

«Yo estaba loca de amor cuando me casé con Carlos», ha recordado Cari en distintas entrevistas. Necesitó de todo ese afecto cuando, en 1989, Carlos Goyanes pasó cinco meses en la cárcel como presunto implicado en la Operación Magno contra el narcotráfico, asunto este que llegó a todas las revistas del corazón. La familia quedó destrozada, un daño que no reparó la sentencia que absolvía a Goyanes del delito de tráfico de cocaína. Lo cierto es que el consumo de drogas era habitual en las fiestas de la época. Después se supo que uno de los hermanos de Cari y Miriam Lapique, Pedro, había viajado a Brasil, donde aún vive, para desintoxicarse de su adicción a la cocaína en un centro abierto por un psiquiatra catalán en medio de la selva. Y no podemos ignorar que una de las amigas íntimas de la pareja, compañera incansable de fiestas en la Costa del Sol y en Madrid, era Carmina Ordóñez, quien mucho más tarde fallecería de un infarto, dicen que provocado por el consumo de estupefacientes.

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