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Hacía solo dos días que su último trabajo, 'Blackstar', había salido a la venta. David Bowie fallecía el pasado domingo dejando en el mercado el último álbum de una discografía de leyenda y, horas después de conocerse la noticia, las descargas en iTunes se disparaban.
'Blackstar' conseguía desbancar a '25', de Adele, y, además, conseguía que otro de sus trabajos, 'Nothing Has Changed', se colaba en los primeros puestos del 'ranking' de reproducciones.
Aunque para la mayor parte de la gente su lucha contra el cáncer era algo desconocido, consciente de que su vida se apagaba, consideró regalar a sus seguidores este disco que ha cosechado alabanzas de la crítica por atreverse a innovar utilizando ritmos del 'jazz.
'Blackstar' será la última, pero no la única obra que reporte unos sustanciales beneficios que, tal y como se acaba de conocer, se repartirán entre su esposa, Iman, y sus tres hijos, Alexandria y Duncan Jones. Porque Bowie lo dejó todo bien atado para evitar las disputas familiares a las que hemos asistido con las muertes de otras grandes estrellas.
Tras rozar la bancarrota económica en 1974, David se aseguró de que sus finanzas properaran y, hoy, el pastel que van a repatirse sus herederos es considerable. E incalculable -porque su música sigue generando beneficios-.