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Para unos fue el creador de la minifalda –y no la británica Mary Quant–, para otros, el que popularizó dicha prenda, pero de lo que no cabe duda es de que André Courrèges (Pau, Francia, 1923) es uno de los iconos de la moda francesa del siglo XX.
El diseñador falleció el 7 de enero, a los 92 años, después de luchar 30 años contra el Parkinson, en su casa de Neuilly, al noroeste de París, dejando como legado sus creaciones.
Los comienzos de Courrèges se remontan a 1961, año en el que creó su firma gracias al apoyo de Cristóbal Balenciaga, con quien trabajó durante una década. De él, heredó la simplicidad de líneas y la elegancia llevando a la máxima expresión el objetivo de su preceptor de liberar a la mujer de 'los corsés' de la moda, sustituyendo las faldas de tubo y los tacones por minifaldas, pantalones piratas y botas planas.
Pero el diseñador de Guetaria no fue la única influencia de André, ya que su formación como ingeniero civil se plasmó en los espectaculares volúmenes y formas geométricas de sus creaciones. Junto a Coqueline Barrière, su asistente, esposa y madre de su hija, Marie (1970), revolucionó la moda con colecciones futuristas, como La chica de la luna (1964), inspirada en el espacio.
La luminosidad fue otra de sus señas de identidad, con el blanco como color fetiche. Así, si Chanel se convirtió en la adalid del negro, él lo fue del blanco –también de los flúor y plateados–. André quiso democratizar la moda, promoviendo en sus comienzos el prêt à porter –luego regresó a la Alta Costura– y la utilización de materiales más baratos y novedosos, como el charol o el neopreno.
Entre sus fieles se encontraban celebrities como Catherine Deneuve y Jane Birkin y la modelo Twiggy. A partir de 1994, debido a sus problemas de salud, pasó el testigo de la marca a su esposa, que en 2011, la vendió a los publicistas Bungert y Torloting, que han dado un nuevo aire a la firma.1