Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler en el Círculo de Bellas Artes. / gtres.

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Mario Vargas Llosa y la prensa del corazón: donde dije digo...

Rechaza a la prensa del corazón al tiempo que la defiende... El premio Nobel se contradice. El amor tiene estas cosas.

Hace unos días, presentaba su última novela, 'Cinco esquinas', en la Casa de América, en Madrid. Ayer, acompañado por su novia, hacía lo propio en el Círculo de Bellas Artes y ella, le robaba buena parte del protagonismo, como viene siendo habitual.

Instalado desde hace tiempo en la mansión de Isabel Preysler, ese día su flamante novia no le acompañaba: "Me hubiera robado a todos los periodistas. Se hubieran ido detrás de ella", justificaba ante la prensa en la primera de las ocasioens, tal y como recoge Paloma Barrientos para Vanitatis. Vale. Tenía sentido.

Blindaba su faceta cultural como escritor y periodista tras años de una más que prolífica carrera en la que nada ha tenido que ver Isabel. El lío viene después. Cuando toca hablar de la prensa del corazón. Esa en la que tantas veces ha aparecido en el último año, unas veces, con fotos –presuntamente– robadas y otras, con posados magníficos y entrevistas exclusivas desnudando su intimidad –o parte de ella–. Es entonces cuando surgen las contradicciones.

Ahora no

El Premio Nobel sería un personaje social más del cuché de no ser porque ha criticado duramente a este tipo de prensa. Lo recordaba su hijo, Gonzalo, en una entrevista concedida a 'ABC': "Hace cuatro años, en su ensayo La civilización del espectáculo, criticó, entre otros, a ¡Hola! por su frivolidad y, en general, por degradar la verdadera cultura. Y en casa, a lo largo de los años, a menudo le he escuchado referirse con desprecio y burla a esa revista. En octubre del año pasado, en una entrevista a 'El País', se quejaba de la 'chismografía periodística' que 'tanto para Isabel como para mí ha sido muy, muy pesada en estos últimos meses'".

Es posible que realmente Vergas Llosa lo sienta así. Pero la realidad es que cede. Escandalosamente. Quizá por complacer a Isabel, según apuntaba su hijo también, pero eso no resta incongruencia al asunto. No se trata de juzgar la libertad de sus actos, solo faltaba, cada uno hace con su vida lo que quiere, por muy manido –e incluso vacío– que suene. Este señor hará lo que le dé la gana sin dar explicaciones a nadie porque no tiene por qué hacerlo.

No crea que me gusta aparecer en las revistas sociales"

Pero la incoherencia en sus palabras durante estas últimas semanas resulta llamativa. De hecho, el mismo día que presentaba su nueva novela, Europa Press incidía en el tema y él entraba al trapo: "No crea que me gusta aparecer en las revistas sociales, no me gusta porque me hace perder muchísimo tiempo. Es muy incómodo levantarse y descubrir que uno tiene fotógrafos en su casa. Eso coarta mucho la libertad. Como trabajo en casa, me gusta mucho salir por las tardes, meterme al cine, tomarme un café... Esas cosas ya no las puedo hacer ahora porque hay fotógrafos que me persiguen".

Ahora sí

Comprensible, como decíamos antes. A pesar de que haya sido él mismo quien haya alimentado a la fiera. A pesar, incluso, de que esa fiera fuera considerada por él en público como chismografía y prensa frívola.

La prensa social es un fenómeno cultural"

Lo presumiblemente inexplicable es que segundos después de verbalizar este sentimiento, apostillara a Paloma Barrientos: "La prensa social es un fenómeno cultural. Los personajes son ricos, son felices... Y la gente quiere ese tipo de material que les haga soñar. Antes existían las novelas de amor y ahora son las revistas del corazón. Es el periodismo, que crece".

A nosotros, desde luego, no tiene que convencernos de eso. No fuimos nosotros quienes arremetimos en su día contra este tipo de periodismo. Pero sí da la impresión de que es él quien trata de convencerse a sí mismo. Después de todo, es el medio de vida de su novia. Y el amor nos la juega a todos.