Al final van a tener razón las mujeres que me aseguraban que en su etapa de embarazo se han sentido especialmente felices y plenas. A medida que pasa el tiempo se crea una especie de hormona de la felicidad en algunas mujeres embarazadas que les hace sentirse especialmente bendecidas y agradecidas a la vida, sabiéndose poseedoras de algo tan hermoso como es una vida.
Si esto es así, llevo días preguntándome en qué momento comienza la madre a sentirse culpable por no hacer las labores de madre como debe y quiere. Es algo que me inquieta.
Casi todas las madres (y aquí debo incluir a los padres más comprometidos, que los hay, y muchos, ¡ojo!) se sienten apesadumbradas por no dedicar tiempo suficiente a sus hijos. Pero cuántas veces nos han dicho nuestras madres: "Mientras le pongas cariño, está bien hecho".
Entonces, ¿por qué surge esa sensación de culpa? ¿Quién nos dijo que debíamos ser perfectos? ¿Qué clase de padres, madres y educadores somos si no nos permitimos errar, ausentarnos, dedicarnos a lo que necesitamos?
Tengo la sensación de que el concepto de culpa lo tenemos muy arraigado y hay un error de percepción. No hay nada que justificar. Hay mucho que aprender y evolucionar, pero sobre todo que replantear. Ni las madres ni los padres ocupados en exceso son culpables de abandono, ni hay nada que no se pueda compensar. Comencemos por pensar qué es lo prioritario en nuestras vidas y en qué nos pueden acompañar nuestros hijos.
Igual que nosotros acompañaremos a nuestros 'peques' en aquello que es verdaderamente importante para ellos. Juegos, actividades escolares y cotidianas de casa, bien entendidas y con dedicación plena, tienen todo el poder para darnos la alegría que necesitamos ambas partes. Pero, por favor, no nos sintamos culpables por no llegar a todo. Sí deberíamos sentir la responsabilidad. Y desde ahí, sumar y mejorar.
Fuera culpas y aprovechemos esta reflexión como excusa para preguntarnos si vivimos como queremos, si reímos lo suficiente y dónde quedó aquella ilusión y felicidad infinita que sentíamos cuando esperábamos aquel bebé.
Y si no vivimos como queremos o nos planteamos en su día, veamos en qué momento nos despistamos y cómo podemos retomar esa senda. Con pequeños gestos y actividades. Puede ser incluso colgando alguna foto en la nevera de las que nos recuerdan esos pequeños objetivos. Y compartámoslo con ellos, los sabios de la casa y hagámosles partícipes de lo que queremos conseguir con, para y por ellos.
Dejemos de lado esa percepción equivocada de la culpa que no sirve mas que para sentirnos unos padres miserables y vacíos que al final repercute en ellos. Poco y bueno, como los alimentos, es mejor que duradero en el tiempo y mediocre. Alimentemos la motivación que nos hizo crear esa familia bella.