Hace un año por estas fechas, recién iniciada la andadura en esta revista, dedicaba mi columna a Edurne y a su gratitud ejemplar tras su paso por Eurovision. La lección de Edurne caló hondo en todos y esa sonrisa, que sabíamos sincera y ocupaba la pantalla entera cuando conectamos con ella, dejó patente que miraba adelante con la maleta cargada de una experiencia inolvidable.
Este año nuestra representante ha sido distinta en la temática y en el aire artístico, pero no en el entusiasmo y la alegría puesta en cada encuentro que ha tenido en el festival de la canción más importante de Europa. Las expectativas puestas en el resultado por la promoción hecha, repercusión en redes y apuestas, nos animó a pensar que, esta vez sí, quedaríamos entre los diez primeros para quitarnos la espinita. Ella conquistaba seguidores a cada paso de baile previo al Festival.
Sus actuaciones previas fueron impecables. Y, sobre todo, la del día del certamen, que levantó al estadio entero poniéndolo a bailar con ese ‘temazo’ que ya es número uno de ventas. La propia Edurne, junto a Ruth Lorenzo, disfrutó de su actuación esa noche en una sala que teníamos preparada para los invitados al programa especial de TVE. Pero no pudo ser una vez más. En este caso, la reacción de Barei cuando conectamos con ella al finalizar todo, era algo más consciente y cargada de responsabilidad por no cumplir esas expectativas. Cada artista asume su trabajo de forma distinta. No dudéis que el talento lleva consigo una carga de responsabilidad por lo que se espera de ellos. Pero poco le ha durado ese peso a la cantante, que ha sentido por todos sus poros el afecto de quien en su momento recibió su cariño sincero, y entre los que me incluyo. Y es que el mensaje de 'Say Yay' impulsa a levantarse y seguir con la energía que da todo lo que queda por hacer.
Barei es limpia en las emociones y generosa en su mirar. Inquieta en la actitud y serena en el alma. Pero, sobre todo, dueña de su talento. Propietaria y gestora de su carrera musical y de su vida en general desde muy joven. Barei ha vivido tantas cosas que le han hecho también, sin ella saberlo, maestra de una actitud ante la vida. La actitud de aceptar, escuchar, recibir y nunca juzgar. Y así ha vuelto a casa para seguir esta aventura en la que se ha encaminado, llamada música.
La he visto cargada de alegría al llegar a Madrid, como siempre, pero algo cambiada. Si hay algo que me enamoró de Bárbara, es su entusiasmo en todo lo que hace. El día de la gala de elección de nuestro representante, todos los participantes me parecían niños llenos de ilusión. Algo que espero no pierdan nunca. Pero Barei, además, se divirtió y no paraba de hablar y observar todo como una ‘niña chica’.
Pero todo eso queda atrás. Y Barei tiene ante sí un horizonte que, si depende de ella, seguro será espléndido. Porque se da del todo.
‘Say Yay’ de Barei.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?