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Tras muchos días en la cuerda floja, la familia de José Fernando parece haberle hecho entrar en razón y ayer el joven viajaba desde Sevilla a Madrid, donde comenzará un nuevo tratamiento de rehabilitación para ver, si de una vez por todas, consigue tomar el camino correcto.
Tras dormir la noche anterior en casa de su hermana, Gloria Camilia, ayer su padre, José Ortega Cano, se dirigió a la capital andaluza para recoger al joven y llevarlo con él. Sin embargo, en Córdoba, José Fernando salió a tomar el aire y el tren reanudó la marcha sin él.
Ortega Cano se angustió, como es lógico. Su hijo no tiene móvil desde hace semanas y se puso en lo peor: se la había vuelto a jugar y, realmente, no estaba por la labor de volver a intentarlo y curarse de una vez por todas. Pero no. José Fernando se compró otro billete y llegó horas más tarde a Madrid.
Horas antes de lo que lo hiciera su hijo, el exdiestro aparecía en Atocha con un aspecto muy desmejorado. Los quebraderos de cabeza que le está provocando José Fernando han provocado una merma no solo en el exterior, sino que su familia tiene miedo de que sus problemas cardiovasculares se acentúen.
Ortega Cano mantuvo la compostura ante la prensa y, a pesar del mal trago que está pasando, contestó con mucha cautela y amabilidad a la prensa. Quiere creer que esta vez sí, que José Fernando está por la labor de cambiar. Pero, en el fondo, su cara no acompañaba a sus palabras.
Sin duda, esta es la faena más complicada a la que se ha enfrentado nunca el empresario taurino.