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La otra cara de Bruce Springsteen

Su sueño era convertirse en una gran estrella del 'rock. Cuando lo consiguió, fuertes depresiones, una tormentosa relación con su padre y cierta inestabilidad sentimental le impidieron disfrutar de ello.

Bruce Springsteen

Beatriz González
Beatriz González

Sobre el escenario, ‘El Jefe’ es una especie de dios que se entrega por completo a su público. Allí, Bruce Springsteen sonríe, habla con sus fanes, disfruta. Pero en ocasiones basta que se apaguen las luces para que una enorme tristeza lo invada y se sienta sin fuerzas. Es la razón de que haya pasado por 30 años de psicoanálisis, muchos de ellos medicado. Lo cuenta en su autobiografía, Born to run, en la que el músico de 67 años se muestra a cara descubierta. En ella también cuenta cómo pasó la mitad de su vida echando de su lado a parejas a las que quería y que la tormentosa relación con su padre marcó su adolescencia y juventud. Acabó haciendo las paces con él, pero antes de eso la música lo había salvado.

Todo comenzó una noche frente a la tele, cuando vio la apoteósica actuación de un jovencísimo Elvis Presley en 'El Show de Ed Sullivan'. Bruce tenía siete años y acababa de descubrir qué quería ser. Al día siguiente convenció a su madre para alquilar una guitarra. Por entonces lo llamaban ‘Blinky’ (parpadeos) porque parpadeaba sin control. Era una muestra de su nerviosismo. Su abuela paterna, que había perdido una hija de cinco años atropellada por un camión, quiso compensar su pérdida mimando a su primer nieto hasta convertirlo en "un niño blandengue, inadaptado y raro" que acabó sufriendo las burlas de sus compañeros. "Soy víctima del bullying por el que debe pasar todo aspirante a estrella del rock, sufriéndolo en un silencio humillante", cuenta en Born to run. En aquella época ya luchaba por el cariño de su padre, Douglas, que lo veía como un competidor por ser el otro hombre de la casa.

El niño abandonado

Eran los tiempos en que buscaba al cabeza de familia en los bares de Freehold, la localidad industrial de Nueva Jersey donde creció, mientras su madre lo esperaba en el coche con el motor en marcha. Douglas Springsteen pertenecía a una familia irlandesa en la que abundaban las historias de primos que dejaban la escuela y se encerraban en casa para no salir nunca más. Y de hombres que se arrancaban el pelo dejándose calvas. "No sé dónde se originó, pero hay una cepa de demencia que afecta a nuestra familia, y que al parecer elige al azar a un primo, una tía, un hijo, una abuela y, por desgracia, a mi padre", revela el músico.

Su madre, Adele, lo ayudó a comprar su primera guitarra, pero lo abandonó en cierto modo

Después diagnosticaron a Douglas esquizofrenia paranoica. Su madre, Adele, es la otra cara de la moneda. De ascendencia italiana, era la optimista, divertida y cariñosa. Springsteen la describe como "mágica", y recuerda que siempre creyó en lo que valía su hijo a pesar de que él mismo no creía tener mucho de especial. Era ella quien lo sacaba de comisaría cuando lo detenían por hacer autostop y lo ayudó a comprar su primera guitarra. Pero también lo abandonó en cierto modo: a pesar del amor que sentía por sus tres hijos, Adele se marchó a California por lealtad a su marido cuando este inició allí una vida desde cero.

Aspirante a estrella

Bruce tenía 19 años, le preguntaron si quería acompañarlos, pero él prefirió quedarse en el único lugar que conocía. Tampoco su hermana, Virginia, que ya era madre, se fue con sus padres. Se quedó embarazada a los 17, se casó con el padre del niño y salió adelante sola. "Se convirtió en la encarnación viviente del alma de Jersey; compuse The River en su honor y en el de mi cuñado", cuenta el músico. Cuando su familia se fue, Bruce Springsteen ya tenía un sueño: sustituir a Mick Jagger en un concierto y que el público enloqueciera.

Nada de drogas, alcohol, chicas... Chicas sí, pero solo si no interferían con la música"

Se había preparado mucho para ello ensayando día y noche, y adecuando su look al de una estrella del rocanrol. Eso le costó perderse su graduación: tras dejarse el pelo largo, el director de su instituto le sugirió que cambiara su aspecto si quería asistir a la ceremonia, a lo que Springsteen no estaba dispuesto. Cogió un autobús y se fugó a Nueva York, aunque la huida duró solo unas horas: el tiempo que su familia tardó en localizarlo. Volvió y se encontró una casa llena de parientes que habían acudido a la graduación. Se matriculó en la universidad, pero la dejó para ser músico. Muchos años de trabajo en bandas como Steel Mill –después sería la Bruce Springsteen Band y más tarde la famosa E Street Band– acabarían dando sus frutos. En parte, porque se tomó ese trabajo muy en serio: "Nada de drogas, alcohol, chicas... Chicas sí, pero solo si no interferían con la música". Hasta que el éxito llegó, pasaron unos años. Vivió en una fábrica de tablas de surf con parte de su banda, vio que había grupos mejores, tocó la armónica en un anuncio de chicles... Y entonces, el todopoderoso John Hammond, descubridor de talentos como Aretha Franklin y Bob Dylan –uno de sus ídolos–, lo escuchó y grabó su primer disco. A los 27 años, llegó el éxito con su disco Born to run. Apareció en la portada de Time y Newsweek, empezó a compartir cartel con las estrellas del momento y llenó todos sus conciertos.

Éxito, fragilidad y malestar

No había cumplido los 30 y tenía el mundo a sus pies. Sin embargo, algo no marchaba bien. "En vez de alegría sentía malestar (…). Cuando descansaba no estaba a gusto, y para estar a gusto no podía descansar", dice. Eran los primeros síntomas de la depresión contra la que lleva luchando décadas. También fue entonces cuando se dio cuenta de que no era capaz de tener una pareja estable: "A los dos años de estar en una relación, simplemente se acababa. En cuanto intimaba con alguien hasta el punto de sacar a la luz mi fragilidad, yo ya no estaba".

Estaba dispuesto a ser ridiculizado por la mitad de la población"

Las relaciones largas no eran el fuerte del músico, pero el amor estuvo muy presente en su vida. En su autobiografía, Bruce Sprinsgteen menciona una larga lista de novias: Jan Seamen, con quien salió a los 15 años; la novia por la que pasó un verano llorando sus penas después de que ella le pillase tonteando con una ex; Rosalita, que dio nombre a una de sus canciones, con quien perdió la virginidad y cuya madre amenazó con pedir una orden de alejamiento debido a los orígenes humildes del artista; una compañera jipi con quien salió cuando sus padres se trasladaron a California; la surfera alocada, divertida e imprevisible con la que vivió un tiempo hasta que ella le rompió el corazón; una chica que le subvencionaba el día a día en sus peores tiempos económicos; una rica amante que mantenía en secreto... Su as bajo la manga era el baile, una afición que le abrió muchas puertas. "Estaba dispuesto a ser ridiculizado por la mitad de la población del barrio –la mitad masculina–, pues me había dado cuenta de que la otra mitad se sentía atraída por un tipo que bailase con ellas cualquier cosa (…). Salían a la pista con cualquier pringado que supiese algunos pasos. ¡Y ese pringado era yo!", reconoce.

Julianne y Patti

El problema era que no estaba hecho para la monogamia, aunque tampoco para el libertinaje absoluto. "Funcionaba mejor en un sistema semimonógamo, generalmente manteniéndome firme y constante, pero en ocasiones usando la política del ‘no preguntes, no digas nada’ del ejército de Estados Unidos", confiesa. Hasta que quiso algo serio. Conoció a Julianne Phillips, actriz y modelo, en pleno éxito profesional. A los seis meses de conocerse, el músico se le declaró en el balcón de su casa de campo y poco después se casaron en Oregón, escapando de los 'paparazzi'. Les dieron esquinazo organizando la ceremonia a las 12 de la noche.

No había salida digna o elegante para aquello. Iba a hacer daño a una persona que amaba..., y punto"

"Después de la boda sufrí una serie de ataques de ansiedad severos que pude superar con la ayuda de mi médico. Intenté esconderlos lo mejor que pude, lo cual fue un error. También sufría delirios paranoicos, sombras de los de mi padre, que me asustaban". Y además de todo eso, estaba Patti. Cuenta Bruce Springsteen que le unían muchas cosas a la única mujer de la E Street Band, Patti Scialfa. Había compartido tantos kilómetros de gira con ella que nunca sentía la necesidad de fingir ser alguien que no era. En uno de esos períodos en los que su esposa se encontraba en un rodaje, Patti y Bruce quedaron con la excusa de trabajar. Aquella noche comenzó su historia. "Tras 17 años de encontrarnos esporádicamente, más de dos trabajando juntos y flirteando en broma, llegó un momento en que miré a Patti y vi algo diferente, algo nuevo, algo que se me había escapado hasta el momento y que nunca antes había experimentado", pero en realidad su historia había comenzado mucho antes de aquella noche. Un Springsteen de apenas 20 años buscaba vocalistas femeninas para la Bruce Springsteen Band cuando una joven Patti Scialfa respondió al anuncio. Llegaron a hablar por teléfono, pero al enterarse de que aun iba al instituto, él le recomendó que siguiera con sus estudios. Años después, entró en un local de conciertos llamado Stone Pony y se plantó en primera fila. Le gustó una chica pelirroja que se unió espontáneamente al grupo en el escenario y cantaba de forma desafiante. "Lo tenía todo. Nos conocimos, flirteamos, tomamos una copa y nos hicimos amigos", recuerda. Ya aquel día se enamoró de su voz. Curiosamente, la primera frase que le escuchó cantar fue un profético "Sé algo sobre el amor". Desde entonces, cada vez que se pasaba por el Stone Pony y se encontraba con ella, bailaban y charlaban. Después, él y un amigo la dejaban en casa de su madre. Hasta que tres días antes de salir de gira en 1984, Patti Scialfa se unió a la E Street Band. Era la primera mujer del grupo, una revolución. Cuando minutos antes de su primera actuación Patti entró al camerino de Bruce Springsteen y le preguntó qué tal estaba con su camisa blanca, al músico, un obseso del control, no le convenció su imagen: "Quiero a una mujer en mi banda, ¡pero no que ella parezca una!", cuenta con humor al recordar el momento. Le pidió que cogiera una de sus camisetas. Esa fue la primera indumentaria de Patti Scialfa en la E Street Band. Tras la noche que pasaron en el estudio de grabación, vinieron más encuentros.

Su mejor medicina

Cuando se dieron cuenta de que aquella relación no era pasajera, Springsteen habló con su mujer. "No había salida digna o elegante para aquello. Iba a hacer daño a una persona que amaba..., y punto.", reconoce al hablar de su divorcio. Bruce y Patti se fueron a vivir juntos, aunque las discusiones no tardaron en llegar.

La cantante es la única que percibe si la tormenta está cerca

Pero fue con ella con quien aprendió a no echar a la gente que quería de su lado para que no vieran la parte menos atractiva de sí mismo. Al poco tiempo llegaría su primer hijo, Evan. Se casaron cuando su segunda hija estaba en camino, tras tres años juntos. Siguen estándolo 25 años después. La cantante es la única que percibe si la tormenta está cerca: cuando su marido huye y se muestra esquivo, es Patti quien le lleva al médico y dice: "Este hombre necesita una pastilla", cuenta el músico, que asegura que la medicación le ha proporcionado una vida que no hubiese podido mantener sin ella. Por suerte, no es su única medicina. Las giras son su automedicación, el verdadero momento en el que disfruta de la vida. Y promete seguir sorprendiéndonos con ellas.

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