La costumbre de comer alimentos ecológicos u orgánicos, es cada vez más común, algo que debemos celebrar por motivos varios. Primero por la repercusión en forma de bondades que tiene para nuestro cuerpo y, después, por el efecto mariposa que provoca en la forma de vida y consumo, así como la actitud hacia el entorno en el que vivimos. Hasta ahí todo bien. Pero me quedo en esta segunda parte. ¿Es tan cierto que hacemos bien al consumir productos ‘eco’?
Si hacemos el seguimiento del rastro inverso dejado por ese suculento manjar desde nuestro plato hasta la huerta, por ejemplo, lo recorrido por el producto nos puede sorprender mucho. Es lo que llaman 'huella ecológica' y de la que alguno habréis oído hablar.
No solo hay que estar atentos a los pesticidas o tratamientos a los que se someten los productos para que tengan mejor aspecto, maduren más rápido o se conserven mejor en su camino hasta nuestros hogares. Es momento de reivindicar el consumo del producto local, frente al consumo de los denominados ‘superalimentos’, que tantas bondades aseguran los expertos en nutrición que tienen.
Nos focalizamos en alimentos como el cacao, cuyo consumo en ocasiones supone una explotación en países como Ecuador o Perú para responder a la demanda europea, pero, por ejemplo, pocos ponen atención en productos como la algarroba, tan nuestra y muy nutritiva, o las moras silvestres. Alimentos tan de moda como la quinoa se prodigan en menús de comida saludable de tal manera que su precio ha subido. Tanto, que son los propios indígenas los que ahora no los pueden consumir. Para cuidar todos estos procesos de cambio que afectan al ciclo vital de supervivencia, existe el sello de 'comercio justo' al que debemos atender y confiar en que conseguirá su mayor objetivo de respeto, sin que la globalización dañe civilizaciones y tierras.
Nuestro organismo se beneficia pero la naturaleza se deteriora sin que seamos consientes. Existen ‘superalimentos’ alternativos que pueden favorecer la producción local y la economía de nuestra zona más cercana.
Vivimos en un mundo que devora comida. Pero ¡ojo! recordemos que lo ecológico es más sano si se respeta y reclama el producto local y fresco, que no pierde nutrientes en el transporte. Además energéticamente estamos hechos a una tierra, a su clima, a sus productos y somos parte de ello. De un ciclo de evolución a cuyo entorno nos hemos hecho desde que nacimos o antes. No forcemos demasiado las cosas ni consumamos productos fuera de temporada o lugar geográfico sin reflexionar sobre ello.
20 de enero-18 de febrero
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