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"Imagino que hay momentos en la vida de todo el mundo que, cuando miras atrás, piensas: 'Ahí es donde empezó todo'", escribe Tippi Hedren en sus memorias, 'Tippi: A memoir', que acaban de publicarse en Estados Unidos.
"Ese momento para mí fue un día corriente, cuando volvía a casa de la escuela... Me bajé del tranvía en la esquina de siempre y una mujer que nunca había visto antes se acercó a mí: 'Mi nombre es Ella Jane Knott', me dijo dándome su tarjeta. '¿Le puedes pedir a tu madre que te traiga a los grandes almacenes Donaldson’s cuando pueda?'. Me gustaría que trabajaras como modelo en nuestros desfiles de los sábados". Así es como la casualidad le cambió la vida a Tippi por primera vez.
Hasta entonces, había sido una niña normal que creció en un pueblo de Minnesota, donde su padre regentaba un ultramarinos, y que q uería dedicarse al patinaje sobre hielo hasta que una lesión y una apendicitis terminaron con su sueño. Pero aquella visita a los grandes almacenes Donaldson’s dio sus frutos y, con 15 años, Hedren empezó a trabajar como modelo.
"Me divertía mucho, podía ponerme ropa bonita y, por primera vez en mi vida, experimenté ese fenómeno maravilloso que es tener dinero", escribe Tippi.
Cuando la familia se mudó a California, siguió consiguiendo pequeños trabajos de modelo, pero era ambiciosa y soñaba con vivir y triunfar en las pasarelas de Nueva York. Decidió apuntar alto y envió su book de fotos a la agencia de modelos Ford. Dos semanas después de recibirlo, la legendaria Eileen Ford, fundadora de la agencia y gurú de la moda de la época, le llamó para concertar una cita. Hedren compró un billete, se plantó en Nueva York y alquiló una habitación en el famoso hotel para mujeres Barbizon.
La reunión con Ford fue fría, pero sumamente efectiva. "Solo le importaban los negocios. Era un poco brusca y arrogante y era evidente que no íbamos a irnos a comer juntas y a charlar. Después de unos minutos, llamó a un fotógrafo y le dijo: “Tengo una modelo nueva”. Y así, apenas una hora después de entrar por la puerta, empecé a trabajar".
En su primera semana como modelo en Nueva York, ganó 350 dólares, una cantidad equivalente a unos 3.500 dólares de 2016. Ocupó portadas de revista, protagonizó campañas publicitarias para diferentes marcas y se convirtió en un rostro habitual de los anuncios de televisión. "Hacíamos anuncios abriendo la puerta de un frigorífico con alegría, dando sorbos eufóricos a un café o saludando elegantemente desde un nuevo y reluciente Studebaker", escribe con ironía sobre aquellos primeros –y muy sobreactuados– anuncios televisivos.
Mientras tanto, se había casado con el ejecutivo publicitario Peter Griffith y, aunque el matrimonio terminó en divorcio, en 1957 dio a luz a su primera y única hija: Melanie Griffith.
Durante una década, Hedren se había ganado muy bien la vida en Nueva York, pero a principios de los 60 su carrera empezó a decaer. Cada vez era más difícil conseguir trabajo y las estrecheces económicas eran mayores. Recién divorciada, decidió volver a Los Ángeles. "Pensé que podría continuar mi carrera igual que en Nueva York. Pensé que todo iría bien, pero no fue así. Ni siquiera sabía mecanografía, ¿qué iba a hacer?".
Su teléfono sonó inesperadamente un viernes 13 de 1961. "¿Eres la chica de los anuncios de Sego?", le preguntó un ejecutivo de Universal al otro lado del teléfono. Un productor la había visto en televisión anunciando la bebida dietética y quería conocerla. No quiso desvelar su nombre ni el proyecto en el que trabajaría. De hecho, antes de conocer más detalles, Hedren tuvo que firmar un contrato de exclusividad con el estudio. Solo entonces, pudo conocer a Alfred Hitchcock.
"Casi me eché a reír. Tenía exactamente el mismo aspecto que su famoso perfil en la serie de televisión", recuerda Hedren sobre aquella reunión, en la que hablaron de todo salvo de trabajo. "Fue una reunión deliciosa", recuerda ella.
Hitch se convirtió en su mentor y él y su mujer, la editora Alma Reville, se encargaron personalmente de preparar a Hedren, que nunca había recibido una clase de interpretación y jamás había trabajado como actriz. Ni siquiera le dijeron en qué proyecto participaría. Pasaron semanas hasta que Hedren supo que sería la protagonista femenina de 'Los pájaros'.
Con el comienzo del rodaje empezaron los problemas y la dedicación del director empezó a derivar en una perversa obsesión por Hedren. Hitchcock comenzó advirtiendo al resto del reparto –y en particular al apuesto Rod Taylor– que no debían socializar con ella y que jamás la tocaran.
A medida que el rodaje progresaba, la obsesión de Hitchcock iba a más. Mandó seguirla y analizar su caligrafía y solía atosigarla con lo que debía comer o el vino que tenía que beber. Siempre que podía, trataba de estar a solas con ella, pero en público le gustaba humillarla.
Y, poco a poco, la obsesión se convirtió en acoso: empezó haciéndole comentarios obscenos, más tarde le pidió que "le tocara" y, finalmente, estando en la parte de atrás de su limusina, Hitchcock se tiró sobre ella e intentó besarla. "Fue un momento horrible", escribe Hedren. Aun así, no se lo contó a nadie. "Abuso sexual o acoso eran términos que no existían en aquella época. Además, ¿quién era más valioso para el estudio: él o yo?".
Pero lo peor estaba por llegar. En la última escena de la película, Hedren era brutalmente atacada por decenas de pájaros en el interior de una habitación. Hitchcock le había asegurado que usarían pájaros mecánicos, pero finalmente decidió utilizar animales vivos. "Fue brutal, horrible y despiadado", recuerda la actriz.
Durante cinco días, Hedren sufrió ataques constantes de los animales hasta que uno de 'Los pájaros' le picó cerca de un ojo y la actriz estalló: "Me senté en el suelo sin poder moverme y empecé a sollozar de puro agotamiento". Cuando un médico le dijo a Hitchcock que Hedren –que empezó a tener pesadillas y perdió el conocimiento varias veces– necesitaba tomarse una semana de descanso y este se negó, el doctor le recriminó: "¿Es que estás tratando de matarla?".
Pero la película convirtió a Hedren en una estrella y, a pesar de los abusos, un año después volvió a ponerse a las órdenes de Hitchcock en 'Marnie, la ladrona'. Nada había cambiado. De hecho, la obsesión de Hitch con ella había ido a peor. El director hizo instalar una puerta secreta que conectaba su oficina con un pasadizo y pidió al equipo de maquillaje que creara una máscara de la cara de Hedren para su uso personal. Por fin, un día Hitchcock traspasó la línea: entró en su camerino y trató de abusar de ella.
"Me puso las manos encima. Fue sexual, fue perverso… Cuanto más trataba de disuadirlo, más agresivo era". Y cuando el director le confesó a Hedren que la quería y ella le rechazó, él le amenazó con arruinar su carrera. No era ningún farol. Aquel año, Hedren podía haber aspirado al Oscar, pero el cineasta puso en marcha una feroz campaña de difamación contra ella y el estudio decidió retirar su candidatura.
Nunca volvieron a hablar y, aunque el contrato de Hedren seguía vigente, tampoco volvieron a trabajar juntos. Durante dos años, la actriz no rodó ninguna película, aunque el estudio siguió pagándole religiosamente.
Mientras tanto, Hedren se casó con su agente, Noel Marshall, y cuando su contrato expiró volvió a trabajar. Durante el rodaje de 'Satan’s Harvest' en Sudáfrica, el matrimonio se enamoró de los leones africanos y a su vuelta a Los Ángeles decidieron rodar 'Roar', sobre una familia que visita una jungla africana y es brutalmente atacada por los animales salvajes que habitan en ella.
Ron Oxley, el adiestrador que les asesoraba, les convenció de que si querían entender a estos animales, antes debían convivir con uno. Tenía, les dijo, al animal perfecto: Neil, un precioso y tranquilo león que había trabajado en televisión y que terminó residiendo con ellos. En 1971, la revista 'Life' inmortalizó la convivencia del felino con la familia en una galería visual fascinante: Neil al borde de la piscina, Neil y Melanie compartiendo cama, Tippi leyendo el periódico recostada sobre el enorme león…
"No puedo creer lo estúpidos que fuimos. Nunca deberíamos haber corrido un riesgo así. Son animales muy rápidos y si deciden ir a por ti solo una bala en el cerebro los detendrá", reconoció más tarde la actriz.
'Roar' pasó a la historia de Hollywood como la película más peligrosa jamás hecha. El rodaje debía durar nueve meses y se prolongó casi 11 años, los animales causaron lesiones severas a varios miembros del equipo y el reparto. La propia Hedren se fracturó la pierna y sufrió graves heridas en la cabeza y su hija, Melanie, necesitó 50 puntos de sutura en la cara después de ser agredida por uno de los animales.
La película fue un fracaso absoluto: costó 17 millones de dólares –que el matrimonio puso, en su mayoría, de su propio bolsillo– y solo logró recaudar dos millones en la taquilla. Poco después del estreno, Hedren y Marshall se divorciaron. Desde entonces, la actriz vive dedicada a la Shambala Preserve, una reversa para leones, tigres, leopardos y panteras que Hedren puso en marcha en los 70 en el desierto del Mojave y que sigue dirigiendo hoy en día.
De hecho, continúa trabajando como actriz para pagar las facturas de su santuario de grandes felinos. Y sigue estando en forma. "Soy muy vanidosa y trabajo mucho para mantenerme en forma. Peso 45 kilos y todavía entro en mi vestido de 'Los pájaros'… Hago ejercicio cada mañana, cuido mi dieta y no como carne, solo pescado. Hace muchos años me hice un lifting, pero no siento la necesidad de hacerme nada más", ha explicado.
A sus 86 años, la biografía de Hedren está aun incompleta. En los próximos meses, rodará dos películas y no ha renunciado a enamorarse otra vez. "Me encantaría tener un hombre en mi vida y salir con él, pero nunca me casaría de nuevo. Me gusta vivir sola. Soy vanidosa y también egoísta. ¿Quién querría eso en una mujer?", ha dicho. Hitch no logró salirse con la suya. "Puede que arruinara mi carrera, pero nunca le di el poder de arruinar mi vida".