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El concierto empezó con una hora y media de retraso. El pasado 19 de noviembre, Kanye West tenía que actuar en Sacramento, California, como parte de su gira Saint Pablo Tour. Por fin, ante un público impaciente y algo molesto, el rapero se subió al escenario, cantó tres canciones y… empezó el discurso. Durante 20 minutos, West divagó furioso sobre música y política, atacó a Hillary Clinton y Mark Zuckerberg y se ensañó, especialmente, con sus antaño íntimos amigos Beyoncé y Jay-Z: "Jay-Z, sé que tienes asesinos, por favor, no los envíes a por mí cabeza", llegó a decir ante un aforo completo que observaba atónito al cantante sin saber si aplaudir o abuchearle.
Terminada su incoherente letanía, dejó el micro y dio por terminado el 'show'. Al día siguiente, se anunciaba que su gira de conciertos se cancelaba hasta nuevo aviso. La razón oficial: el cantante sufría "cansancio extremo".
Dos días después, su médico personal llamaba a los servicios de emergencia. West se encontraba en la casa de su entrenador personal cuando, según TMZ, empezó a "actuar de manera errática" e intentó agredir a un empleado. Por protocolo, el rapero fue esposado y conducido en ambulancia hasta el hospital UCLA de Los Ángeles. Allí, fue sometido a una "evaluación psiquiátrica" y, siempre según TMZ, fue diagnosticado de "psicosis temporal debido a la falta de sueño y la deshidratación". Según diferentes fuentes, durante su ingreso West ha sufrido tales episodios de paranoia que en ocasiones no ha permitido que los médicos y las enfermeras se acercaran a él. El cantante abandonó el hospital en los últimos días de noviembre.
Desde entonces, los medios de EE.UU. especulan sobre su estado de salud y los motivos de su crisis psiquiátrica. Según TMZ, West llevaba meses luchando contra una depresión severa y habría sufrido varios episodios psicóticos. Y la revista 'People', citando fuentes cercanas a la pareja, explicaba que el traumático robo a punta de pistola que su mujer, Kim Kardashian, sufrió en París a principios de octubre podría estar detrás de la inestabilidad de West. Según esta teoría, Kim siempre ha sido el soporte emocional del rapero, pero cuando los roles se invirtieron después del robo en París, West no pudo con la presión. "Tampoco ayuda el hecho de que Kanye esté en plena gira. Sus vidas han sido muy caóticas en los últimos tiempos. Ha sido difícil para los dos y, desde luego, no es una buena receta para un matrimonio feliz", explica una fuente a 'People'.
Kardashian llegó a París el 28 de septiembre para asistir a la Semana de la Moda. Durante una semana, acudió a desfiles, fiestas y cenas y se paseó por las calles parisinas con modelos de Balenciaga, Balmain y Givenchy. El 2 de octubre, después de una cena en el atelier del diseñador Azzedine Alaïa, volvió al hotel de Pourtales, un lujoso establecimiento para huéspedes VIP en el centro la capital. Dispuesta a irse a dormir, el guardaespaldas de la familia, Pascal Duvier, se ausentó de la suite para acompañar a las hermanas de la estrella, Kourtney Kardashian y Kendall Jenner, a una fiesta.
Hacia las tres de la mañana, y cuando Kim ya estaba en la cama, cinco hombres armados irrumpieron en su habitación. Llevaban con ellos al conserje del hotel, al que habían atado y arrastrado con ellos hasta la habitación de la estrella. Le pusieron una pistola en la cabeza y convencida de que querían matarla, Kardashian suplicó por su vida. Pero los ladrones querían dinero, joyas, "el anillo"...
Apenas tres días antes, la estrella había presumido en las redes de un anillo con un gigantesco diamante valorado en más de cuatro millones de dólares. Mientras los ladrones lo buscaban y se hacían con un botín de más de 10 millones de dólares en joyas, fue atada, amordazada y encerrada en el baño. Cuando logró liberarse y pedir ayuda desde el balcón, los ladrones habían huido.
Desde aquel día, todo ha cambiado en la vida del matrimonio. Según People, Kardashian se culpó durante días por haber mostrado su anillo en las redes y haberlo paseado de evento en evento sin reparar en su seguridad. El incidente le hizo replantearse todo "desde lo que hace, hasta cómo se viste". Apenas cuatro días después del robo, el rodaje de su reality, 'Keeping up with the Kardashians', se canceló de manera indefinida.
Desde entonces, Kim no ha vuelto actualizar sus cuentas de Twitter e Instagram y su política de comunicación ha cambiado radicalmente. Durante casi dos meses, ha permanecido encerrada en la casa familiar de Calabasas, en Los Ángeles, rodeada de su familia y preocupada por la seguridad de sus hijos, mientras West cumplía con sus conciertos y se encargaba de gestionar sus negocios.
En el entorno de la familia más famosa de EE.UU. todo ha cambiado: desde el uso que sus miembros hacen de las redes sociales, hasta los eventos a los que asisten. Más discretos y comedidos de lo que es habitual en ellos, la seguridad que les rodea ha aumentado exponencialmente y, con ella, los gastos.
Además, se estima que por cada mes que la estrella permanece recuperándose en la sombra, podría estar perdiendo un millón de dólares en ingresos. Pero esa es, ahora mismo, la última de sus preocupaciones. Su 36 cumpleaños, el pasado 21 de octubre, se celebró en la intimidad y su marido tuvo que cancelar todos los preparativos de una fiesta por todo lo alto que llevaba semanas gestándose. Kardashian prefería algo íntimo, casero.
Aunque a finales de octubre acudió a los tres conciertos de su marido en Los Ángeles, permaneció discretamente en el backstage. Desde el robo, no ha retomado su agenda, aunque después de varias semanas de parón, su 'reality' había iniciado de nuevo el rodaje. De hecho, estaba previsto que el 21 de noviembre, Kardashian reapareciera en un evento en Nueva York en el que se homenajeaba a su padre. Pero el repentino ingreso de Kanye le hizo cambiar de planes, subirse a un avión y volver a Los Ángeles. Desde ese día, no se ha separado de su marido, a pesar de que las malas lenguas aseguran que las intenciones de la 'celeb' son pedir el divorcio. Eso sí, cuando este esté recuperado.
Solo el tiempo dirá cómo será la nueva vida del matrimonio. Acostumbrados a vivir de la exposición pública de sus vidas privadas, de la ostentación en las redes de sus existencias privilegiadas y de la explotación masiva de su marca, su retorno a la vida pública dará que hablar. Podría ser, incluso, carne de 'reality'. Al fin y al cabo, ese es el boyante negocio familiar.
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