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La mesa de Nochebuena de Amaro Sánchez de Moya

Inspirada por sus recuerdos de las fiestas en París, dónde inició su carrera como interiorista, el decorador nos propone una Navidad urbana y recurre a objetos elegantes, pero cotidianos, que nos hagan disfrutar de la Nochebuena sin salir de casa. Con una puesta en escena clásica e impecable deja claro que lo tradicional es tendencia.

Amaro Sánchez de Moya nos recibe en su casa de Madrid para mostrarnos cómo decorar la mesa de Nochebuena./pablo zuloaga.

Amaro Sánchez de Moya nos recibe en su casa de Madrid para mostrarnos cómo decorar la mesa de Nochebuena. / pablo zuloaga.

Raúl romero

"Navidad es el reencuentro con la familia y amigos alrededor de una mesa", resume el decorador sevillano Amaro Sánchez de Moya. Y para ver cómo la celebra nos ha abierto las puertas de su casa en el centro de Madrid, dónde nos invita a recrear su cena de Nochebuena. La atmósfera respira un clasicismo muy actual y el gusto por ambientar la escena con piezas valiosas que lo son por lo que reflejan, no por lo que valen.

"Me gustan las mesas que despiertan todos los sentidos, apelar solo al sentido del gusto con un buen menú es poco generoso. En estas fechas debemos vestir las mesas espléndidas, cuidando cada detalle para crear un ambiente acogedor que favorezca la convivencia, la tertulia…", explica Amaro, amante de las sobremesas eternas.

Y añade: "Mimar los sentidos es solo cuestión de saber escoger y combinar con gusto y gracia los diferentes elementos, igual que sucede cuando se prepara una receta y añadimos algún ingrediente que da chispa".

No debe faltar

  • Atrevimiento: seguir las buenas instrucciones aseguran el éxito, pero no hay que tener miedo a ‘sacar los pies del plato’ con mesura. No pasa nada porque un mantel sea estampado y que la copa del vino tinto sea de color. ¡Diviértete montando la mesa!

  • El contraste: as mesas en las que todos los elementos son de un mismo material o color pueden resultar aburridas. Mezclar es difícil, pero conseguirás un mejor resultado si te atreves.

  • Flores o centros de frutas: las flores son esa pequeña cosa fútil, pero indispensable en la mesas. Ni se comen ni son imprescindibles, pero sin ellas nada es lo mismo. ¡Ojo, que el olor de las mismas no sea demasiado persistente y distorsione nuestro menú!

  • Luz: siempre tenue, mientras permita ver qué se está comiendo. Cuánto más tenue y difusa sea la iluminación, mejor: así todo el mundo lucirá más guapo y creará una atmósfera única. No tengas miedo en abusar de las velas –mis favoritas son las aromáticas de Diptyque–, pero nunca deben usarse en la mesa.

  • Efectos metálicos: el oro y la plata o sus respectivas imitaciones siempre dan un carácter lúdico y festivo a las mesas.

  • Voluptuosidad: cristal tallado, porcelanas... No importa si son buenas o no, cada uno pone en su casa lo mejor que tiene. Lo importante es que quede patente la voluntad de agasajar a los invitados, de ofrecer lo mejor de sí mismo y de su hogar.

  • Justa medida: que nadie se quede con hambre, pero tampoco es necesario que el menú sea un circo. Lo que más importa es la compañía y lo que significa, tradicionalmente, que ese día estemos todos juntos.

Lo que sobra en las mesas

  • Luz de neón o blanca: en Navidad –y siempre–, no es favorecedora. Así que es mejor prescindir de ella en casa.

  • Los platos cuadrados: innovar tiene sus límites. Comer sobre platos cuadrados o pizarras en casa resulta incómodo a la hora de servir la mesa. ¡Cuidado con el diseño de la cubertería! Vigila que los mangos de los cubiertos se puedan coger cómodamente. La última vez que fui a un restaurante de cocina creativa acabé con tendinitis. Hay diseños que matan.

  • Las reflerencias excesivas a la Navidad: en las mesas elegantes sobran todos esos elementos que ni tan siquiera forman parte de la cultura de nuestro país. Se puede ser festivo sin ser temático. Si hay una mesa para los niños, puedes permitirte esas licencias: ellos las disfrutarán como es debido en Navidad.

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