"Busquen a una señora de blanco y esa será Isabel Preysler", decía una azafata en un acto social cuando le preguntó un fotógrafo por la localización de la 'Reina de corazones'. No se equivocaba, pues esta frase bien podría servir para buena parte de las apariciones públicas más recientes de la novia de Mario Vargas Llosa.
Isabel se ha hecho incondicional del blanco para sus vestidos de gala, aunque insista en que el día que se case con el premio Nobel no lo hará ataviada a la manera tradicional.
Lo cierto es que, en el año que acaba de terminar, Preysler ha dado un sutil giro a su estilo -en ella, los cambios bruscos serían imposibles-. Está apostando por nuevas firmas (como Sophie et voilà! o George Hobeika) y evita los clásicos de toda la vida, que en su caso eran desde Armani a las hermanas Molinero, pasando por algún YSL o los diseños que le hacían años pasados en Dafnis.
Tanto en sus modelos como en el peinado o maquillaje, la Isabel de hoy es una mujer renovada que busca la juventud sin caer en la estridencia y que se cuida con una férrea disciplina alimentaria y física (gimnasia).
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