celebrities
celebrities
Tras la victoria de Donald Trump, Michelle Obama se convirtió en trending topic (el tema más comentado) en las redes sociales. Con la etiqueta #Michelle2020 para que fuera candidata demócrata en las próximas elecciones presidenciales, la red se llenó de fervorosos apoyos. ¿Una respuesta a la victoria del 45º presidente norteamericano?
Pues, si uno revisa los titulares sobre la última inquilina de la Casa Blanca, se da cuenta de que ese entusiasmo es un episodio más del idilio que han vivido la mayoría de los estadounidenses con su primera dama.
Ni las míticas Eleanor Roosevelt o Jaqueline Kennedy suscitaron una admiración tan generalizada como esta licenciada en Derecho por Harvard, que se ha convertido en un referente moral en un tiempo de crisis de valores, en el que el respeto a las mujeres sufre un revés cada día, y que ha sabido imprimir modernidad al trasnochado papel de consorte, sin provocar un solo escándalo.
(Con Barack obama, en la entrega de los premios del Kenndy Center, en 2012) /
"Ya me lo dijo mi madre", le confesaba a Oprah Winfrey en la última entrevista que ha concedido como primera dama. "Como mujer, y como mujer y negra, vas a verlos de todos los colores, así que ve aprendiendo a parar los golpes".
Michelle tomó buena nota. Nació en South Side, un barrio multirracial de Chicago, en una familia de clase trabajadora. Su padre era un empleado del servicio municipal de aguas y su madre, un ama de casa que se empleó como secretaria de una empresa de venta por catálogo cuando la esclerosis múltiple de su padre se agravó. Ambos, descendientes de esclavos, tenían una fe indestructible en la educación. Uno de los primeros golpes que tuvo que parar Michelle fue la respuesta de sus profesores cuando dijo que quería estudiar en Princeton, como su hermano Craig.
"No eres material para Princeton, no entrarás allí", le dijeron. "Me di cuenta de que nadie iba a llevarme de la mano, así que aquella negatividad fue mi motor", recordaba años después ante un grupo de estudiantes. Se graduó cum laude en Sociología y Cultura Negra y, más tarde, se licenció en Derecho en Harvard. Trabajó como abogada en una prestigiosa firma de Chicago -allí conoció a Barack- y en el Ayuntamiento y el decanato de la Universidad. Cobraba más de 200.000 dólares al año, frente a los 100.000 de su marido siendo ya senador.
No tiene un cuerpo perfecto, ni un glamour de cine, y es exactamente lo que parece: una mujer que cumple esta semana 52 años, con una gran alegría de vivir y mucha naturalidad, que ha convertido sus debilidades en fortalezas, gracias a la experiencia que da la vida, la vida real. Su arma es el sentido del humor y lo demuestra a cada paso.
Como cuando desmintió, pocos días después de la victoria de Donald Trump, su candidatura a las elecciones presidenciales de 2020. Fue ante la Asociación de Veteranos Sin Hogar, en la Casa Blanca. Alguien gritó entre la audiencia: "¡Preséntate a presidenta!". Y ella respondió, con una risa franca y levantando el dedo: "¡Silencio ahí detrás!". Las carcajadas no se hicieron esperar.
"Es fundamental tener un pie en la realidad cuando uno está en el poder", dijo a la revista Vogue USA, poco después. "Por eso me gusta cenar con amigas, ir a las competiciones de Sasha (su hija pequeña) y estar rodeada de gente joven". Todos los meses, desde que llegó a la Casa Blanca, se ha reunido con jóvenes estudiantes sin recursos a los que ayuda en un programa de mentoring.
(La pareja, bailando tras la toma de posesión del presidente en 2013) /
Cuando tu marido es el presidente de los Estados Unidos, alguien tiene que ocuparse de los hijos, y ese alguien serás tú. Pero Michelle no jugó ese papel y dejó claro, desde el primer momento, que sus hijas nunca dejarían de hacerse la cama y de organizar su ropa. Sin hacer de menos un puesto que políticamente reporta muchos votos al presidente, ha evidenciado todo lo obsoleto que es el tradicional papel de consorte y ha construido su propio capital social, político y mediático, sin necesidad de aspirar a un puesto en la política, como Hillary.
Ese trabajo sin salario, sin poder, con un equipo disponible, pero sin presupuesto, que depende por completo de la personalidad de quien lo ocupa y de sus intereses, sin obligaciones pero bajo un constante escrutinio, lleva ya su huella. No sabemos qué pasará con Melania Trump, que ya anunciado que será una consorte tradicional -"como Jackie Kennedy o Betty Ford"-, pero es difícil que el puesto de primera dama vuelva ser el mismo tras Michelle.
Ella no mira con arrobo al presidente, como casi todas las primeras damas, pero no hemos olvidado el beso que le dio cuando ganó las elecciones en 2008. "Barack y yo fuimos criados con los mismos valores: que hay que trabajar duro para conseguir lo que quieres, que tu palabra te compromete, que haces lo que dices que vas a hacer y que tratas a las personas con respeto, aunque no las conozcas o no pienses como ellos".
Eso no quiere decir que las cosas vayan como la seda entre ellos. "Somos muy competitivos. Y obstinados, y discutidores", confiesa Michelle. Pero, desde los Kennedy, pocas parejas presidenciales nos han regalado fotografías tan románticas. Eso sí, ella no deja de lado el sentido del humor, como cuando retrató al hombre más poderoso del mundo dejando los calcetines tirados. ¡Los Kennedy, pero en la época de Lenna Dunham!
Con la reina de Inglaterra y el duque de Edimburgo, en su visita al Reino Unido, en 201 /
Escogió con cautela los temas de los que se ha ocupado: veteranos de guerra, alimentación, obesidad infantil y educación. Pero si algo distingue a la primera dama es su franqueza y su valentía, que han ido in crescendo. Su aterrizaje en la Casa Blanca no fue suave. Se ganó el apelativo de angry black woman (mujer negra enfadada) por su tendencia al sarcasmo, y el de "pesadilla del feminismo" por decir de sí misma que era "madre en jefe".
Sin embargo, su campaña contra la obesidad infantil ha tenido impacto real, y su mom in chief fue una inteligente coartada para lanzar mensajes políticos. Michelle habla de sí misma al recordar lo insegura que se sintió al llegar a Princeton, pero en realidad está hablando de la necesidad de igualdad de oportunidades; o se refiere a sus hijas para criticar el mal ejemplo de quienes insultan y maltratan a las mujeres. Y contestó al vídeo misógino de Trump con un discurso combativo, pero sin nombrarle.
"Es quien veis: la mujer brillante, divertida y generosa que, por alguna razón, accedió a casarse conmigo -ha dicho el presidente-. La gente se siente atraída hacia ella, porque se da cuenta de que no teme hacer bromas sobre sí misma". Lo hemos visto decenas de veces. Michelle jamás ha despreciado su papel, pero sabe tomarse a sí misma con distancia. Así que es capaz de subirse al carpool karaoke del showman James Corden y convertirse en fenómeno viral rapeando con Missy Elliot.
Si hablamos de cercanía, ¡ha abrazado hasta a la reina de Inglaterra! Y, en su última visita a España, consideró "mi gran amiga" a la reina Letizia, a quien enseñó su huerto de la Casa Blanca (al que ha dotado con un presupuesto procedente de un fondo privado para su mantenimiento durante los próximos años, por si Trump argumenta que es un gasto inútil). "Nunca doy por hecho mi relación con la gente "dijo en Vogue USA-. Y siempre toco a las personas, porque hay un nivel de ansiedad, la gente se pone nerviosa. Me gusta que sientan que no pasa nada, decir: "Estamos aquí y solo soy Michelle".
cantando en el carpool Karaoke de James Corde /
Además de su campaña a favor de las familias de los veteranos de guerra, de su encendida defensa de la alimentación sana y del ejercicio para evitar la obesidad infantil (una auténtica plaga en su país), y de su programa Reach Higher, para fomentar la igualdad de oportunidades educativas en los niños, Michelle ha impulsado una campaña internacional, Lets Girls Learn [Dejemos a las niñas aprender], a favor de la educación de las niñas, que la llevado a países como Marruecos y Liberia.
En nuestro país, presentó esta iniciativa en su visita del pasado mes de junio. La idea es dotar a las niñas de las herramientas necesarias para que puedan tomar sus propias decisiones de forma independiente y reivindicar su papel, en un mundo donde más de 62 millones de niñas todavía no acuden a la escuela.
Michelle trabajando en el huerto de la Casa Blanca. /
Es alta y corpulenta, y, en ocasiones, desgarbada. Y, sin embargo, resulta elegante. La expresividad de sus manos, su risa y sus brazos levantan pasiones. Michelle se ha convertido en un icono de estilo y ha aprovechado su tirón para dar a conocer la moda de su país. Pero, sobre todo, ha demostrado, que la ropa puede ser un arma poderosa para transmitir alegría en tiempos oscuros.
Ella se ha atrevido con todo: versaces dorados, guccis de escote corsé... Ha ido subiendo el listón del atrevimiento y eso le favorece. The New York Times la fotografió como a una modelo y Vogue USA le ha dedicado tres portadas. "Lo primero que me pregunto es si son diseñadores que me gustan, gente que trata bien a sus trabajadores, si son jóvenes y puedo ayudarles y luego... ¡si voy a estar cómoda!", confesaba a esta revista.
Su discurso en la Convención Demócrata del pasado verano será recordado para siempre. En él explicó cómo, cuando lanzan insultos racistas a su marido, ella recuerda a sus hijas el lema familiar: "Cuando ellos juegan sucio, nosotros miramos alto", un lema que se convirtió en el de la campaña de Clinton desde ese momento. Y, por primera vez, pronunció las palabras "negro2, y "esclavo".
"Siglo y medio después de haber sido construida por esclavos, yo, una mujer negra, descendiente de esclavos, me levanto cada mañana en la Casa Blanca, y mis hijas, dos chicas negras, estudian y juegan en su césped, cuando hace un siglo, solo el servicio era negro", dijo con la voz temblorosa. Sus palabras fueron más citadas por los medios de comunicación que las del propio presidente norteamericano.
(Michelle presentando la campaña mundial en favor de la educación de las niñas) /
"Hay tres cosas seguras en este mundo- dijo en la campaña para su segundo mandato Barack Obama-. La muerte, los impuestos y que Michelle no será nunca presidenta". Ella siempre ha desconfiado del mundo de la política.
"En él, tu vida es un libro abierto y gente que no tiene buenas intenciones opina sobre ella", dijo en una entrevista cuando su marido hacía campaña para presentarse al Senado. Sin embargo, sí se sintió atraída por el servicio público antes que el propio Barack.
A principio de los 90, abandonó el mejor bufete de Chicago para trabajar en el desarrollo de barrios desfavorecidos. "Siempre me sentí viva utilizando mis cualidades y talentos para ayudar a otros", explicaba años después.