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Nunca un presidente de Estados Unidos había sido tan protagonista de una ceremonia de los Oscar. Ni siquiera Ronald Reagan, que al fin y al cabo había sido actor. Ni Obama, cuando la Primera Dama concedió la estatuilla a la mejor película del año en 2013 -¿Se acuerdan de 'Argo'?-… Donald Trump incluso ha contraprogramado el acto publicitario más importante de uno de los sectores estratégicos del país con el Baile de los Gobernadores, la primera fiesta oficial de la Casa Blanca en su mandato.
Si lo que pretendía era eclipsar a Meryl Streep (y sus 20 nominaciones a lo largo de su carrera) y a los demás actores sobrevalorados de Hollywood, ha conseguido justo lo contrario: máxima expectación entre la audiencia, que ha permitido a la cadena ABC aumentar la tarifa publicitaria hasta medio millón de dólares por anuncio (se estima en torno a 1,8 millones cada spot d 30 segundos).
Como sucede con los anuncios de la Super Bowl, creados por las agencias para ese día, se habla del impacto de la publicidad del diario 'The New York Times' que enfrentará “la verdad” de la noticia frente a los “hechos alternativos” inventados en el Despacho Oval.
A Trump le tienen ganas en la Academia. Pero la inquina va mucho más allá de lo político: es personal. Recordemos que el Presidente ha sido muy dado a criticar la gala desde su cuenta de Twitter.. Así, hace dos años colgó en su Instagram un video con perlas como: " La gala de anoche fue un horror. Mala, aburrida, feo decorado, feo todo. Tengo al presentador perfecto para el año que viene: yo".
La política migratoria de Trump, apoyada en su cierre de fronteras y el muro con México, coincide con el año de mayor diversidad racial y de nacionalidad de los nominados. Es probable que la ausencia del director iraní Ashgar Farhadi, cuya entrada ha sido prohibida en el país, sea determinante en su victoria en el apartado a Mejor Película en habla no inglesa por 'El viajante'. Tampoco estará presente el sirio Raed Saleh, candidato al Nobel de la Paz e inspirador de Los cascos blancos, candidato al Oscar al Mejor Documental.
Estamos ante una ceremonia sin precedentes en Hollywood -siempre más cerca de los demócratas que de los republicanos, es cierto- en la que los agradecimientos pueden llegar a ser momentos más tensos que felices.
La duda es, ¿podrá Donald Trump controlarse o escribirá algo durante la gala? Qué estrés, por favor…
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