Que los actores no eran santo de la devoción de Donald Trump era algo que había quedado patente durante la campaña electoral. Quizá el hecho de muchas de las estrellas más reconocidas apoyaran a Hilary Clinton en su campaña a la presidencia estadounidense separó irremediablemente sus caminos, y el discurso de Meryl Streep sentenció definitivamente su relacion.
Ese distanciamiento entre los artistas cinematográficos y el nuevo presidente de Estados Unidos quedó patente en la celebración de los Oscar. No solo el presentador de la gala, Jimmy Kimmel, y algunos de los invitados lanzaron una indirecta a Trump, también el matrimonio presidencial dio el golpe de efecto esa noche. Y es que Donald Trump hizo coincidir la celebración del baile del Gobernador en la Casa Blanca con la ceremonia de entrega de los premios Oscar.
Fue su mujer, Melania Trump quien ejerció de anfitriona en ese acto después de semanas de críticas por su escasa presencia junto a su marido y su papel, aun por definir como primera dama. De hecho, en la nota remitida a todos los dirigentes convocados, era la propia Melania quien se dirigía a ellos. «Estoy orgullosa de poder invitar a todos los gobernadores a la Casa Blanca para este importante evento anual», decía la primera dama en unas líneas que acompañaban a la publicación.
Quien se vio en un serio aprieto fue Jerry Brown, gobernador de California, ya que la fiesta que organiza el máximo dirigente del estado tras los Oscar, es la más importante de todas las que siguen a la gala en la noche de los premios cinematográficos. En ella los galardonados ven cómo su nombre queda grabado en la estatuilla y coinciden también con productores y rostros políticos.
Los Trump lograron con este cambio de fecha, rodearse de representantes estatales. No tuvieron la oportunidad ni de tener la tentación de encender la televisión para la ver a los actores más destacados del star system sobre el escenario.
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