Cuando llamé a Christian para pedirle esta entrevista, tardó, exactamente, 10 segundos en decirme que sí. Coordinamos agendas y solo me hizo una pregunta: «Ana, ¿puedo ser heavy, hablando de solidaridad?», como si él tuviera que pedir permiso para ser lo que quisiera. Él, que se niega a que le pongan etiquetas...
Corazón ¿Por qué elegir?, si se pueden hacer varias cosas a la vez y, además, hacerlas bien, ¿no? Christian Gálvez Es cierto, me da mucha rabia que te etiqueten, por eso me he fijado en el Renacimiento, por su tendencia hacia la multidisciplina. Hoy en día, no es suficiente con mostrar que puedes hacer varias cosas, hay quien demuestra que puede hacer dos o tres bien y, sin embargo, le obligamos a que se posicione, a que elija: ¿tú que eres, de verdad? Y se puede ser, simplemente, curioso.
C. Presentador, escritor, actor, investigador, reportero, estudioso del Renacimiento… Seguro que podría añadir muchas más cosas. C.G. Y quitar otras, por ejemplo, lo de actor. Siempre digo que, muy mal lo he debido hacer, cuando no me han vuelto a llamar como intérprete. Lo que siempre quise ser de verdad fue cantante de heavy metal.
C. ¿Y no estamos a tiempo? C.G. No, imposible. No tengo ni voz, ni pelo (risas).
C. Bien, entonces quitamos lo de actor, lo que sí añadimos es: solidario. Presta su imagen a un sinfín de causas. Y vamos a centrarnos en una de ellas: Protect, una ONG que lucha contra la explotación sexual infantil, de la que es embajador, además de socio. C.G. Sí y, además, intento inmiscuirme en todos los proyectos que lleva a cabo Andrés Torres, que es el director. Protect es una rama de Global Humanitaria, que intenta investigar, perseguir, denunciar, encarcelar a los pederastas y brindar apoyo psicológico a los niños que han sido víctimas de abusos sexuales. Los focos de mayor atención se encuentran en Latinoamérica y Camboya.
C. He visto el documental 'Cerco al pederasta', que rodó en Phnom Penh, (Camboya) y puedo asegurar que no deja indiferente. Creo que es sobrecogedor, pero absolutamente necesario. C.G. Y muy doloroso, sobre todo porque no te preparas psicológicamente para eso. Vas mentalizado, pero el equipo, liderado por Andrés, no sabe cómo va a responder cada uno cuando ve lo que ve, cuando se mete a fondo. Y yo soy de los que se mojan, porque el equipo se moja. Ellos no vienen a pedirte dinero. Te dicen: "Ven y comprueba lo que estamos haciendo y, a partir de ahí, ejerce de altavoz, como tú quieras". Yo sabía que Risto Mejide había colaborado el año anterior. De hecho, suya es la campaña que llevaron los niños camboyanos abusados sexualmente, con el lema: "Podría ser tu hijo". Ellos quieren que tú veas allí, in situ, dónde se invierte el dinero. La situación del país es precaria y también lo son las condiciones en las que ellos trabajan. Allí no hay lujos, la mayoría de la financiación va a la investigación, espionaje, seguimiento del pederasta y apoyo psicológico a las víctimas.
C. También, ayuda legal para los niños. C.G. Sí, pero, lo más importante es la ayuda psicológica, por dos motivos. Primero, la integridad psíquica de los niños abusados. Y segundo, porque si el niño no culpa en el juicio directamente al abusador, este se larga, le tiene que acusar allí, cara a cara y dar claro testimonio de lo que ha pasado. Puede haber evidencias físicas, pruebas audiovisuales, pero si el niño no le inculpa en ese momento, el pederasta no va a la cárcel.
C. Es escalofriante escuchar los testimonios de los críos abusados. Los menores tenían los ojos pixelados en el reportaje, lógicamente, pero puedo imaginar cómo miraban... C.G. Terrible. Y lo peor es saber que si la pederastia está vigente en Camboya, es porque está permitida a nivel legal y a nivel familiar. Hay familias que te venden a los niños por horas. A mí me llegaron a ofrecer un bebé. Y te ves negociando con proxenetas cuánto cuesta una felación, sexo anal… A veces son los propios padres quienes lo hacen por subsistir, porque piensan que si sus hijos van a comer así, pues que así sea. Esa es la situación de extrema pobreza en la que viven.
C. En un momento del documental dice algo así como: "¡Qué pena que no puedan oler el ambiente!". Tengo que decirle que se equivoca: ¡se huele! Es todo tan sórdido. C.G. Y hay una escena que no sale, en la que yo entré en un callejón para tener un contacto con un proxeneta y me tuve que ir a vomitar. No estás preparado para mirar a la cara a un tío, que está vendiéndote un niño y no romperle la cabeza.
C. ¿Cómo se vuelve de un viaje así, Christian? De un lugar donde la gente convive con montañas de basura. C.G. La persona que mejor podría responderte es Almudena (Cid). Ella dice que no volvió el mismo Chris, que me había cambiado la cara.
C. A veces pensamos que no está en nuestra mano solucionar nada, pero siempre se puede hacer algo, ¿no? C.G. El otro día fue el Congreso Anual de FEDER, de la que soy Embajador y creo que el problema que aúna a la mayoría de Asociaciones, Fundaciones, ONGs... es la comunicación, saber dar el mensaje concreto. Si dices: "Vamos a acabar con el hambre en el mundo o acabemos con la pederastia", no se puede, es una utopía, es irrealizable, suena inviable. Hay mayor efecto cuando focalizamos esas energías. Por ejemplo, "tenemos un proyecto y de aquí a diciembre tenemos como objetivo erradicar la pederastia en Camboya y salvar a 100 niños" y te dicen que te toca poner dos euros para ese proyecto y los pones, porque es algo tangib.
C. ¿Son los niños los que más le impulsan a colaborar en estos proyectos? C.G. Sí, sin duda.
C. Sigue ahí, latente, esa vocación de profesor. C.G. Siempre quise ser profesor de educación primaria, de los peques, de cuando son esponjas y puedes hacerles despertar la capacidad de creatividad, la perseverancia, el sacrificio, la pasión, lo que pasa es que no llegué a terminar la carrera.
C. Se quita la espinita escribiendo cuentos con un protagonista: El pequeño Leo Da Vinci. C.G. Además, donamos todos los beneficios de los cuentos a la Fundación Curarte, que se dedica a transformar los hospitales, donde los niños tienen que estar mucho tiempo, en lugares menos fríos, más cálidos, más hogareños.
C. Hablando de Leonardo, hace unos días ha presentado un estudio sobre el rostro de Leonardo, un análisis de todas las teorías que existen en torno a la imagen de Leonardo Da Vinci. C.G. Es un trabajo de investigación. El resumen del libro podría ser que siempre hay más de lo que nuestros ojos ven. La intuición puede llevarte a caminos sorprendentes. No existe una prueba que demuestre que el retrato que más conocemos de Leonardo sea realmente él y hay otros que tienen más porcentaje de probabilidades de serlo. El siguiente paso es que he sido invitado por el Proyecto Leonardo, que es una amalgama de los mejores científicos del mundo relacionados con el ADN. Su mayor objetivo para 2019, año del quinto centenario de la muerte de Leonardo, es exhumar sus restos, recuperar la mayor muestra de ADN posible, intentar determinar en el código genético de dónde venían sus capacidades y, si se encuentra el cráneo, hacer una reconstrucción facial.
C. Y preparando el tercer volumen de las crónicas del Renacimiento. Después de matar a Leonardo y rezar por Miguel Ángel, toca salvar a Rafael. C.G. Habrá que esperar a marzo de 2018 y será especial, porque Rafael es el gran desconocido. Además, hay algo que me apetece mucho: devolver el papel protagonista a la mujer en el Renacimiento.
C. Eso suena muy bien. C.G. No solo suena bien: suena a justicia. ¿Es que no había mujeres en el Renacimiento.
C. No solo en el Renacimiento, la historia está llena de grandes olvidadas. C.G. Porque la han escrito los hombres y creo que ha llegado el momento de poner a la mujer en el lugar que le corresponde.
C. Pues deseando leerlo. C.G. Y deseando terminarlo, a ver si llego.
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