“La moda tiene poco de arte y cultura”

Corazón Dice que no va a hacer grandes celebraciones, pero 25 años de profesión no se cumplen todos los días. Se toma usted todo esto con mucha humildad. Lorenzo Caprile No es humildad, es pragmatismo. De momento mi objetivo es salir airoso de la temporada alta, ya que, gracias a Dios, hay mucho trabajo. Queremos entregar todo bien, que las clientas queden contentas y que de un vestido salgan diez más. De momento vamos cumpliendo ese objetivo y por eso estoy aquí 25 años después.

C. Echando la vista atrás, ¿qué recuerda de sus inicios en la moda? L.C. ¿Sinceramente? Mucha inconsciencia. Si volviera atrás sabiendo lo que sé ahora, me lo pensaría un poco más, porque es un mundo muy duro. Cada vez más. El mundo del trapo se está convirtiendo en la jungla.

C. ¿Le parece más duro ahora que entonces? L.C. Sí, mucho más. Por todo, por la competencia, la oferta, la revolución virtual… Antes a lo mejor te preocupaba el taller de la esquina, ahora te preocupa el mundo entero.

C. Ahora lo que se lleva es ser ‘influencer’. ¿Qué opinión le merece el término? L.C. Son fenómenos nuevos, todavía es pronto para juzgar. Aunque creo que influencers ha habido siempre. Ya lo eran Naty Abascal, Isabel Preysler… lo que pasa es que ellas ni tenían Instagram ni lo hacían de una manera ‘profesional’. En ese sentido, a doña Letizia la podemos considerar en cierto modo una influencer, ya que su estilo influye en muchas mujeres.

C. Estos días la hemos visto vestida de rojo y es inevitable acordarse del traje que le hizo usted para la boda de Federico de Dinamarca. L.C. Es un honor que se sigan acordando de un trabajo que tiene ya 13 años.

C. También debe serlo que Anne Igartiburu confíe en usted en las campanadas. L.C. Con Anne hay una amistad desde hace muchos años. En el minuto más visto del año Anne no quiere correr riesgos y apuesta sobre seguro. Es un orgullo, sí. Pero es que además, vestirla es facilísimo. Tendríamos que ser muy malos para equivocarnos.

C. Es discreto con sus clientas, pero ¿hay algún traje que recuerde siempre? L.C. Los que han salido mal. De esos me acuerdo todos los días, porque es con los que aprendes. Los que salen bien, los entregas, te los pagan, te mandan la fotografía y te olvidas.

C. ¿Es usted selectivo con la clientela que acepta? L.C. En absoluto. Aquí todo el mundo es bienvenido.

C. ¿Ha pensado alguna vez en dar el salto a las pasarelas internacionales? L.C. No, para nada. Además que para ir a las pasarelas internacionales necesitas un colchón financiero. Eso significaría asociarse y a mí siempre me ha gustado ir solo por la vida.

C. Tampoco le vemos presentando en Cibeles. L.C. No estoy de acuerdo en como está planteado. Ni lo estoy con las subvenciones.

C. ¿Cuál sería el mejor incentivo para la moda? L.C. Cortar todo tipo de ayuda. Cuando tienes un negocio y tienes que sobrevivir te buscas las habichuelas. La inventiva y la creatividad te salen porque no tienes más narices. Cuando sabes que te lo van a poner todo fácil, hagas lo que hagas, si es feo o bonito, si es comercial o si no, pues no te esfuerzas.

C. Una de sus afirmaciones políticamente incorrectas fue afirmar que la moda no es un arte. Sin embargo, le han concedido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. ¿Cómo se recibe ahora eso? L.C. Pues se recibe… ¡no me voy a poner a discutir con el Ministerio! (risas). Lo que digo es que uno de los errores que arrastramos desde los años 80 es que la moda no tendría que depender del Ministerio de Cultura, debería hacerlo del de Industria, porque es lo que es: una industria. Cada vez más agresiva, más mezquina y con unas reglas del juego totalmente despiadadas. De arte y de cultura tiene poco.

C. Además de vestidos inolvidables, ha hecho figurines para teatro, patronaje… ¿Qué le queda por hacer en el mundo de la moda? L.C. ¡Uy! un montón de cosas. Lo mejor siempre está por venir.