El despertar de las conciencias

La reflexión semanal de nuestra colaboradora Anne Igartiburu.

Anne Igartiburu
Anne Igartiburu

Algo está pasando. No, no quiero asustar a nadie, simplemente estoy haciendo una reflexión en voz alta, en este caso escrita, para pensar sobre algo bueno que siento que está pasando en la sociedad española. Algo que, por otro lado, no me extraña, porque es un país que ha atravesado capítulos en su historia en los que ha superado guerras, exilios y crisis. Así que es normal que la ciudadanía dé ejemplo de serenidad, de valor de lo sencillo, entrega al vecino, ayuda al necesitado y ejemplo para nuevas generaciones.

Cuando tanto se habla de la crisis económica que arrastra España, parece que lo que también hay es una ausencia de crisis de valores como la familia, la solidaridad y el compromiso social. Se nos había olvidado quizá que este tipo de actitudes, como la serenidad, la compasión y el compromiso con los que nos rodean, han ido siempre en nuestro ADN, y que solo era cuestión de volver al sentido común de la identidad de un pueblo. Es bueno que nos paremos a reflexionar y nos demos cuenta de que, gracias a ello, estamos en una nueva era de compromiso social, que crece en conciencia y da pasos de gigante en línea con los valores que cada uno considera prioritarios.

Hace un par de semanas, acudía yo a un evento de crecimiento personal en Madrid en el que había previstas ponencias de grandes autores, best sellers de todo el mundo, en este campo. Pero algo comenzó a truncarse mientras cientos de personas comprobábamos atónitas cómo el evento se cancelaba después de horas de espera en la cola y una escasa organización. Un despropósito que supuso que muchos de los ponentes venidos de todo el mundo no pudieran ofrecer sus charlas en el interior del recinto en ese momento, pero que dio pie a que se improvisarán ponencias en el exterior de la plaza de toros de Leganés. Pero lo que más me llamó la atención fue la reacción del público allí congregado. Nos unía algo tan importante como el crecimiento personal y quizá fue eso precisamente lo que hizo que  se intentara sacar la conclusión del aprendizaje que se llevaban de ese fin de semana, un tanto desastroso en cuanto a la gestión.

En cualquier otro certamen, cualquier otra convocatoria, sea un congreso o un concierto, el hecho de que la organización no cumpliera las expectativas de la convocatoria hubiera hecho que en el público estallara en quejas y quisiera, literalmente, linchar al organizador, que, en este caso tenía nombre y apellidos propios, y dio la cara ante la complicada situación. Pero nada más lejos. Todo fue sucediendo a favor de obra y el público se congregó en torno a los ponentes que improvisaban sus mensajes sobre cajas, dando ejemplo de lo que imparten cada día en sus clases magistrales.

Algo está pasando, insisto, porque hay un movimiento importante de personas, empresas, entidades, instituciones y asociaciones, conscientes de que son parte de un todo. Y que, partiendo de uno mismo, se pueden mover montañas y crear conciencia de lo importante que es la consideración, el respeto, la educación y, sobre todo, el compromiso social. También la consideración y el ‘desde dónde’ hacemos las cosas. Lógicamente, desde el corazón y con una motivación emocional clara. Así todo sale siempre mejor. Cada vez hay más empresas comprometidas con su responsabilidad social y cada vez más personas muestran el despertar de una conciencia que, estoy segura, provocará un cambio importante en todo el mundo que verán nuestros hijos.  Un mundo que sea espejo de este país, en el que no existen, por ejemplo, ‘antieuropeísmos’ o partidos claramente xenófobos. Un entorno que hemos forjado a base de despertar conciencias y hacer equipo con los demás. Por algo será.

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