La vida late

Una semana más, Anne Igartiburu nos ofrece una reflexión.

Anne Igartiburu
Anne Igartiburu

Dice el tango que 20 años no es nada y, en parte, tiene razón, porque parece que fue ayer cuando entré por ese mismo pasillo por el que accedo, cada mañana, en la segunda planta de Prado del Rey, a la redacción de un programa por el que doy la cara desde hace eso, 20 años. Doy la cara por un equipo y por una forma de trabajar rigurosa y a conciencia que ha marcado una línea editorial, una actitud con una manera de comunicar e, incluso, un estilo me atrevería a decir. No es siempre fácil elegir cuál va a ser la forma de contar la crónica social, pero, en nuestro caso, desde unas bases bien sentadas desde el primer día, nos pusimos en marcha un verano, haciendo lo que mejor sabíamos hacer: contar historias en directo. Luego llegó el otoño, después otro... Y así, 20 primaveras. Eso ya lo sabemos todos.

Y, más, después de la gran fiesta que celebramos la pasada semana con los amigos de programa. Todos juntos y, en esta ocasión, felizmente revueltos: el equipo de TVE, profesionales con los que trabajamos, y en el mismo lugar, rostros conocidos que se acercaron a darnos un beso y decirnos "gracias" de 'corazón'. Esa palabra que puede significar tantas cosas, pero ninguna mala. Poner el corazón es hacerlo con sentimiento. Dar el corazón es entregarse. Robar el corazón es enamorar. Y tener corazón es ser consciente y sensible a lo que nos rodea.

Yo llegué por casualidad y sin ninguna pretensión a la crónica social

Lo que quizá pocos saben, pero seguro que alguno intuye ya a estas alturas, es que yo llegué por casualidad y sin ninguna pretensión a la crónica social. Y que, quizá por ello, por dejarme aconsejar y por tratar al personaje sin conocerlo del todo y como a mí me gustaría que se me tratara, comencé a contar historias 'de otros' que nos interesaban a muchos y que llegaban a todo aquel que quisiera enterarse, sin juzgar ni opinar. ¡Y funcionó! Dando la noticia y saliendo muy airosos y reforzados en un panorama en el que fueron surgiendo diferentes formas de contar lo mismo o casi lo mismo.

Sigo pensando que es la mejor manera de relatar no solo la crónica social, sino todo en general. Con una apertura de miras que permite dejar al espectador que decida lo que le convence y, al famoso, que cuente lo que cree que debe saberse de su propia vida. ¿Acaso no nos gusta contar nuestro cuento al mundo a nuestra manera? El espectador sabe que, cuando pone la televisión, en nuestro programa, encontrará la vida contada con esa visión. El no defraudarlo ha sido clave.

También ser conscientes de que estamos en una cadena pública. Y, por supuesto, y no es un tópico, el equipo y su criterio desde la dirección. También los técnicos de esta casa, que cumple seis décadas de historia. Y, si se me permite, lógicamente es importante lo mucho que disfruto haciendo un directo cada día. Casi 5.700 emisiones, cortas e intensas, en las que hay que contar mucho y a cuyas puertas llama después un Telediario que nos transporta a una realidad algo más terrenal. Porque en Corazón hacemos soñar con cine y música, moda y amor. ¡Mucho amor! Todo con el nervio del directo, el mismo que se vive en la redacción entre los miembros del equipo.

Se palpa en el ambiente y siempre hay alguien que, al final de la mañana, grita en la redacción: "¿Hoy no llego con la pieza", "¿dónde están 'ingestadas' esas imágenes?", "a ver si nos lo confirma...", "¿alguien me dobla a George Clooney?". Y lo que más me gusta es defender el trabajo de esos redactores y equipo cuando en plató se grita eso de "diez" (segundos) y sabes que ya todo va rodado... ¡O casi! Este equipo hoy se cuelga 20 medallas en forma de corazón para celebrar que, poniéndole ganas, la vida late.

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