"No te preocupes, ya lo tengo asimilado. Todo empieza en 2010, cuando recibo una llamada de mi hermana dándome la noticia de que a mi padre le habían detectado un mieloma múltiple, algo que tiene que ver con la leucemia. Te quedas en 'shock', no sabes cómo digerir esa información, no tienes manual de instrucciones que especifique cómo hacerlo", comienza su relato Marcos Yáñez.
"No sabes si tu padre se va a ir mañana o dentro de un mes. Llegué a casa y algo que suelo hacer para desahogarme es escribir, así que cogí bolígrafo y papel, y escribí un relato en el que volqué todo lo que tenía dentro. Le puse título: Los días grises".
Corazón Imagino la razón. Marcos Yáñez Claro, porque era como esos días en los que te levantas y está lloviendo, el coche no te arranca, llegas al trabajo y te encuentras con la bronca del jefe, vuelves a casa y no tienes nada en la nevera… Te sale todo al revés, aunque intentes ponerle todo el cariño para que salga de otra manera. Ese papel lo dejé bajo la almohada. Al día siguiente, lo guardé en un cajón y apareció en 2016, dos años después de que muriera mi padre. Cuando lo leí de nuevo, volví a sentir la misma sensación de atragantamiento. Entonces, mi novia, me dijo: «Marcos, ¿por qué no emprendes una aventura que te llene y que llene a otras personas?». Cogí un mapa y busqué un país que tuviera días grises y que me reportara algo bueno. Islandia contemplaba todo: esos días grises y la iniciativa era que yo le pusiera color verde esperanza a muchas personas que siguen luchando, diariamente, contra la leucemia, y que pueden tener una luz al final del túnel con la donación de médula
C. Fue, quizá, una válvula de escape para conseguir superar esa pérdida. M.Y. Sí, sin duda, seguro. Todo surgió de manera casual. Con Islandia se nos abrió una fuente nueva de energía, tanto para mí, como para otras personas.
C. ¿Tuvo que liar a mucha gente para que saliera adelante? M.Y. ¡Y tanto! Pudimos apoyarnos en la Fundación Alejandro Da Silva, de Canarias, que nos dio el motor para iniciar la aventura. A partir de ahí, fuimos abriendo veredas, ofreciendo la idea a distintas marcas: Islandtours, Cinesa, Marcos Cabrera –fotógrafo que nos ayudó muchísimo–, Pedro Cubiles que se encargó de la dirección del documental...
C. Dice Pedro que fue una auténtica odisea poder realizar este documental... M.Y. Es que hubo que grabar recursos aquí y allá… Además, él no había seguido nunca a un corredor y yo no estaba acostumbrado a que me siguieran a mí.
C. ¿Por qué ese título, 'No solo 18 horas'? M.Y. Una niña en un cole me preguntó: "Marcos, ¿cuánto tiempo estuviste preparando esta aventura?". Yo le contesté que, probablemente, toda la vida. 18 horas, que fue lo que duró la carrera de 120 kilómetros, como título, se quedaba muy corto.
C. El documental tiene como objetivo, concienciar a las personas para que se hagan donantes de médula, explicándonos que no es tan complicado. M.Y. Es muy sencillo. La primera fase consiste en someterte a una extracción de sangre, que dura cinco segundos. Esa sangre se manda a un registro mundial, firmas tu consentimiento y permaneces a la espera de que se haga una segunda llamada para volver al hospital y hacerte una centrifugación de células madre. Todas las personas entre 18 y 55 años pueden hacerlo, siempre y cuando estén sanas. Muchos se preguntan: "¿Qué hago yo, entonces, sin mi médula?". Pues bien, el tratamiento de pastillas que te manda el hematólogo es para estimular tu célula madre, para que se regenere, cosa que sucede en tres días.
C. Eso, siempre y cuando seas compatible con alguien que necesite un trasplante. M.Y. Claro, una vez te lo extraigan. Un niño o un adulto con leucemia, normalmente, tiene en todo su cuerpo células con anticuerpos. Con la quimioterapia se intenta limpiar todo. A veces se reproducen de una manera muy rápida, imposible de parar. Con los niños podría contarte algún capítulo muy duro. En otros casos, no tanto, porque con ellos es muy fácil, porque se toman la enfermedad como si de un compañero de viaje se tratara.
C. Hablando de niños, sé que les preocupaba mucho que el documental conectara con público de todas las edades. M.Y. Era primordial. Queríamos dar un mensaje generalista, para todos los públicos, sin censura y transparente, que no fuese un mensaje agresivo. Por eso generamos un contenido que fuese amable, sano...
C. Hace unos meses, se multiplicó la cifra de donantes en nuestro país, tras la muerte de Pablo Ráez, el joven de 20 años de Marbella que quiso concienciar a la sociedad. M.Y. Con Pablo, en España pasamos de tener tan solo siete donaciones al año a tener 33 al día. Pablo tenía un mensaje tan claro, tan transparente, estaba quedándose sin fuerzas, pero tenía todo el valor del mundo… Yo no quería que nuestro país estuviera a la cola de países en cuanto a donación de médula.
C. ¿Cómo reacciona la gente al ver su documental? M.Y. Sale concienciada y rota, porque cada uno tiene su historia, su maleta de piedra detrás. Y, dependiendo del estado de ánimo, lo reciben de un modo u otro.
C. Es importante decir que los fondos recaudados en los pases del documental se van a destinar a una causa solidaria muy concreta: Uno entre cien mil. ¿Por qué pensaron en ellos? M.Y. Cuando quisimos romper la frontera de Canarias para que el público se identificara con una fundación de la península, pensamos en Uno entre cien mil porque conceden muchas becas para la investigación del cáncer infantil. Ellos tienen un mensaje muy simple: «La leucemia es solo leucemia». Lo dicen para quitarle importancia y conseguir que sea más llevadero y que, si te ven por la calle sin pelito, noten en ti que eres una persona absolutamente normal, con sus cosas buenas y sus cosas malas.
C. Hemos aprendido a normalizar más la enfermedad. M.Y. Sí, hay un mensaje mucho más sano en la calle. Cualquier persona, hoy en día, si tiene a alguien cerca con esta enfermedad, lo interioriza y lo exterioriza mucho mejor.
C. Cuando uno cumple con éxito un reto que se ha propuesto, ¿cómo se queda? ¿Quizá pensando en el siguiente? M.Y. Tranquilo y con mucha paz. Un día, después de una proyección, me preguntó un señor si yo era feliz. Le contesté que, al menos, lo intentaba, que hacía las cosas porque me nacían, porque me quitaba exigencia de mí mismo y me ayudaba a ser más sencillo. Porque, en mi caso, la felicidad está muy relacionada con la sencillez, con vivir el presente, disfrutar de un rato agradable con una persona. A veces le ponemos a la felicidad un precio tan alto que resulta inalcanzable. A mí me hace feliz que me llamen del Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria y que me digan que hay colas para donar médula, simplemente, porque han visto el documental. Ese era mi objetivo, que la gente entendiera el mensaje.
C. Estoy segura de que hay mucha gente que ahora está leyendo esta entrevista y quiere saber dónde puede ver 'No solo 18 horas', porque le ha picado el 'gusanillo'. M.Y. Seguiremos con algunos cines y festivales y, el año que viene, se podrá ver en plataformas digitales. Como es algo altruista no queremos ponerle un precio, porque interesa que la gente lo vea. Quizá escriba un libro. Mientras, cuento mis experiencias en Corroluegoescribo.com. Tenemos momentos frágiles, en los que perdemos el horizonte y dejamos de pensar en nuestros objetivos. En las charlas que doy a los niños siempre les digo que no pierdan ese horizonte. Cuando en una carrera leemos ‘meta’, es una metáfora de la vida: llegar a un punto, pasarlo y empezar con otro. En todo camino hay obstáculos, glaciares, volcanes, porque la vida no es fácil, pero nos la han regalado y tenemos que vivir más el presente y fabular menos con el futuro. Y apasionarnos, sin pasión la vida no se vive igual.
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20 de enero-18 de febrero
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