Criar

La reflexión de esta semana de Anne Igartiburu.

Anne Igartiburu
Anne Igartiburu

Cuando se me pregunta últimamente que qué tal estoy, respondo sonriente: "¡Muy bien, gracias¡ Criando...". Lo hago buscando una respuesta cómplice y comprensiva. Una mirada aliada que entienda a lo que me refiero. Y lo cierto es que siempre la encuentro, sobre todo, entre las madres. Porque es lo que siento. Que estoy criando, con lo que todo ello supone.

Ya está más que reflejado y sobre el tapete lo difícil que resulta para una madre o un padre hacerse cargo del cuidado y educación de su pequeño. S in desatender la carrera profesional ni, por supuesto, la vida personal que tenía antes de la llegada de su hijo. Efectivamente, es un gran esfuerzo.

Criar significa dedicación plena a tu niño o niños, sobre todo, hasta que llegan a una edad autosuficiente –cinco o seis años–, pero también después, cuando acarician la adolescencia. Y, ahí, incluso más. Total, que tener una familia supone tiempo y, sobre todo, responsabilidad. Hay quien lo lleva mejor, por su capacidad de llegar a todo y, además, hacerlo bien. Y hay quien se siente desbordado y no da abasto.

Pero lo cierto es que las renuncias salen a la palestra y se asumen como parte del compromiso de esto llamado "lo más bonito que a nadie le puede pasar".

Criar conlleva, entre otras muchas cosas, no dormir, sentirse cansado, entender, compartir, tener siempre un plan B, anticiparse a lo que pueda pasar, encontrar un chupete en el bolso, tropezarse con un juguete por la noche, mirar con ganas el periódico o la novela que ya no lees, hablar bajito para que el bebé no se despierte, convertirse en enfermera de la noche a la mañana, pedir ayuda a padres y hermanos que hacen de canguros, hacer malabares para ajustar horarios, descubrir que tienes más paciencia de la que creías, llorar de emoción con pequeños gestos, dudar de todo, inventarte cuentos por la noche, preferir descansar en vez de salir con amigos, hacer deporte porque tu cuerpo y tu mente no da para más...

Y así seguiría enumerando muchas cosas más que todos los padres conocen de sobra. Y además, para cada padre o madre significará algo distinto en cada una de las etapas de la crianza. Pero esto no es nuevo. Nuestros padres también lo hicieron y aquí estamos. Con la única diferencia de que el nivel de autoexigencia era bien distinto. Y también que la exigencia a nuestros padres, desde el mundo laboral, era otra.

No me voy a extender con las contradicciones laborales y sociales de todo este asunto y la imposibilidad de muchos padres para conciliar, que son obvias, evidentes y merecen un capítulo aparte, extenso y a fondo.

Pero sí quiero invitar a todos aquellos que se sienten muchas veces sobrepasados por las circunstancias a que piensen que esto es un camino largo. Y que el mero hecho de estar en él, merece ya una celebración. Y que ahora ‘lo que toca’ es, precisamente, eso: detenerse y criar. Porque muchas veces se nos olvida el sentido de esta aventura y se difumina en medio de tantas tablas horarias, medidas de biberones y relojes que alumbran en la madrugada.

Cada uno sabe por qué ha llegado ese hijo a su vida y si no, lo irá entendiendo con los días. Pero no pretendamos ser todopoderosos y exigirnos demasiado, porque corremos el riesgo de olvidar lo importante. Intentar seguir haciendo las mismas cosas que antes es harto difícil, por no decir imposible, y estoy convencida de que alguno de los apartados de nuestra vida se vería afectado si lo intentamos.

Hay que entender que es por un tiempo determinado y que, si la profesión requiere entrega y la educación de nuestros hijos también, hay que dejar de hacer algunas –no quiero decir todas–, otras cosas que nos aportaban tanto hasta ahora y priorizar. Criar es un acto que se hace en consecuencia. Consciente y responsable. Quizá haya quien pueda con todo, pero, desde mi experiencia, es muy difícil y creo, además, poco recomendable.

La organización es fundamental. Eso y dedicarse un tiempo a uno mismo para tomar impulso y criar desde la alegría de estar haciendo ‘lo que toca’. Hacer las cosas a medias a mí, al menos, no me funciona.

Dicen que en esto de educar, cada uno tiene su manera y es una gran verdad. Pero si se me permite, aquí va la invitación para celebrar, con la pareja o con quien sea, lo mucho conseguido en el camino que hemos tomado, porque es lo que da sentido a nuestras vidas. Que no se lo quite por equivocar este bello e importante instante que estamos atravesando.

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