A lo largo de su carrera periodística puede presumir de haber conocido y entrevistado a los personajes más importantes de nuestro país. Fue testigo directo de la Transición, una de las épocas más importantes de la historia de España, según Rosa Villacastín. Amiga de sus amigos –sobre todo los compañeros de profesión–, desde Ana Rosa Quintana, con la que compartió éxitos televisivos, hasta la magistral columnista Carmen Rigalt, a la que confiesa sus temores y angustias.
Sin olvidarse de la Campos, a la que admira en público y en privado. Los años que amamos locamente. Amor, sexo y destape en la Transición (Ed. Plaza y Janés) es todo un homenaje a las mujeres de su época, que tanto han luchado por la igualdad, y a la política, sin la cual ella no podría vivir.
Corazón. ¿Por qué era necesario recordar esta parte de la historia? Rosa VIllacastín. Es un libro dedicado sobre todo a la mujer. Abortar o divorciarse es algo que las jóvenes de hoy en día pueden hacer libremente. En este país hasta los 70, no podías tomar ni la píldora. Eran cosas impensables. Cristina Almeida perdió la virginidad, a los 25 años, y hoy a esa edad, la han perdido casi todas. Pero es necesario saber de dónde venimos, para saber dónde estamos y hacia dónde vamos. Yo creo que hay un retroceso en muchas cosas de la mujer.
C. ¿Por ejemplo? RV. Pues en el tema de la violencia. En las últimas encuestas que han salido, los jóvenes consideran que es normal decirle a una mujer: «No te pongas esa ropa»; o que no la dejen salir de casa, e incluso que la maltraten.
C. ¿Entonces crees que no hemos sabido heredar esos logros? RV. No. Y no están luchando por conseguirlo. Al final, las voces que se oyen son de mujeres que han vivido esos años.
C. Hablas de mujeres muy potentes: Cristina Almeida, Paloma Gómez Borrero, Julia Navarro… RV. Ahora son potentes. Cuando empezaron esa lucha eran mujeres normales. Cuando Cristina llegó a la universidad, no estaba politizada. Además, en su casa vivía un determinado ambiente. Su padre era una persona muy conservadora y su madre, que venía de una familia republicana, se había adaptado a estar en casa y a cuidar de su familia. Sin embargo, a ellas se las enseñó a ir a la universidad, para tener una independencia económica. Esa es la mayor libertad que se le puede dar a una mujer. Cuando tú tienes tu dinero, ya puedes marcar tu camino.
C. ¿En la época actual es difícil encontrar mujeres así? RV. Pues me sorprende mucho, porque cuando yo hago entrevistas a mujeres jóvenes de ahora y les pregunto si son feministas, la mayoría de ellas me responden: «No, no. Soy femenina». No tiene nada que ver. Puedes ser femenina y feminista. Se ha denigrado tanto el término... Hay que ser siempre feminista. Ellas fueron las que lucharon y murieron para que nosotras podamos disfrutar de unos derechos que se nos negaban. Puedes ser lo que quieras, de derechas, de izquierdas, pero los avances hay que apoyarlos siempre y luchar por ellos. Y yo veo pocas voces potentes que lo hagan. La independencia económica es sinónimo de libertad. Ese es un consejo que me dio mi madre y eso que ella nunca trabajó: «Ten libertad económica, que no tengas que pedir nada a nadie». Yo a los 18 le dije a mi padre que quería encontrar un trabajo, porque no quería depender de él mientras estuviera estudiando.
C. En el libro habla de cómo el cine ayudó a esa liberación. RV. El destape nos descubrió muchas cosas. Películas como Asignatura pendiente o esas que tanto se han demonizado, con actores como Alfredo Landa. Nos enseñaban en clave de humor cosas que no conocíamos. O lo que la censura nos hacía. El desnudo de Marisol en la portada de Interviú es la foto más bella que yo he visto. y, sin embargo, supuso una conmoción.
C. Dedica un homenaje a sus comienzos en el diario Pueblo. RV. Esa fue la gran escuela del periodismo. De allí salieron todos los grandes –Pérez Reverte, Del Pozo–... Yo escribí un artículo sobre cómo Rubén Darío criticaba las políticas de Estados Unidos. Y un amigo se lo mandó a Emilio Romero –entonces director de Pueblo– y lo publicó en páginas interiores. Me llamó para ofrecerme una columna de cultura. Yo le dije que no, que estaba en la universidad trabajando. Ese mismo amigo me hizo volver al despacho para decirle que sí y cambió mi vida totalmente. No conozco a nadie que haya trabajado con él que hable mal de Emilio Romero.
C. ¿Cómo fue su experiencia como cronista parlamentaria? RV. Cuando llegué a la política, dos meses antes de que mataran a Carrero Blanco, lo hice con muchísima curiosidad y en un momento privilegiado. En España se empezaban a producir todos los cambios. Viví todo: la reforma, las primeras elecciones, el 23 F, la llegada de Felipe, la llegada de Adolfo Suárez… Estuve hasta el año 87. Y me sigue gustando. Yo todos los días me compro cuatro periódicos y me leo los digitales. Me sigue apasionando, porque es lo que sigue condicionando nuestra vida y haciendo que sea mejor. Además, ahora soy más crítica, como cuando te das cuenta que una ley puede condicionar tu vida para siempre. El hecho de tener derechos como tenían los hombres. En España, si una mujer tenía un hijo y no estaba casada, no lo podía reconocer. Ha sido mucho esfuerzo por parte de todos los partidos políticos. Unos fueron más avanzados, pero los otros también se sumaron al carro. Yo no puedo entender que haya gente que no le interese la política. Yo no puedo vivir sin ella.
C. Ha conocido a las mujeres de los presidentes de Gobierno. ¿Qué destacaría de ellas? RV. Conocí mucho a Carmen, la mujer de Fraga, y, por supuesto, a Amparo Illana. Pero no querían figurar en ninguna parte. Ellas les ofrecían un nido que a ellos les daba una cierta tranquilidad. Carmen Romero era distinta, era una luchadora, profesora de instituto. No tenía que ver nada con las otras. No quería ejercer de mujer de presidente. Yo tuve varios encontronazos con ella, aunque nos llevamos muy bien y la quiero mucho. También tuve relación con Pilar, la mujer de Calvo Sotelo. Era la que más personalidad tenía, porque había mamado la política desde niña. Su padre fue ministro y era una mujer muy preparada, con muchos hijos. Bellísima la de Fraga y con un carácter férreo. Era una mujer enamoradísima y muy católica. Carmen Romero, mujer de izquierdas, concienciada, luchadora. Y luego Pilar, que era una mujer que estaba al lado de su marido, con mucho poder y mucha influencia.
C. ¿Y con Ana Botella? RV. Es una mujer que ha luchado mucho para que su marido llegase a donde está. Tuvo que trabajar para que él pudiera terminar los estudios e hiciera la oposición.
C. También ha tenido buena relación siempre con la Casa Real y, sobre todo, con el Rey emérito. RV. Sufrí mucho el día que se conmemoraron los 40 años de las primeras elecciones democráticas y no le invitaron. Don Juan Carlos ha cometido muchas equivocaciones. Como las hemos cometido todos, pero ningunearle así... Es la persona que consiguió contra viento y marea que este país pasara, sin apenas sangre, de una dictadura férrea a una democracia envidiable. Soy una defensora y admiradora de lo que ha hecho.
C. Cuándo no estaba en el Con-greso, visitaba el Café Gijón. RV. Era como ahora ir a Casa Lucio. Tenías la crónica asegurada. Allí veías a todos los grandes de las letras y de la escena. Arturo Fernández, Carlos Larrañaga o Umbral, que era encantador, a pesar de la acidez que vomitaba en las crónicas.
C. También reivindica el papel que tuvieron las grandes cantantes de este país y sus madres que se convirtieron en sus sombras. RV. Ese es un libro que está pendiente, pero para cuando ya se hayan muerto todas. Tuvieron que sufrir mucho para llegar donde llegaron. Sus madres eran mujeres sin estudios, pero eran su parapeto. Son mujeres a las que se las deben grandes homenajes. Hicieron mucho sin saberlo ellas.
C. ¿Cómo resumiría la Tran-sición? RV. Los años más importantes de la historia de este país. Y, sin embargo, ahora se la quiere denigrar. La gente no quiere ver lo que pasó en esa época e incluso hacer algunas cosas iguales. Nunca había vivido España 40 años como esos con muchos defectos, nada es perfecto, pero éramos el país más envidiado. Todo el mundo quería copiarnos y ahora no nos mira nadie. Las cosas más importantes se hacen de puertas hacia adentro y luego se publicitan en las redes sociales o donde se quiera.
C. ¿Le queda alguna asignatura pendiente? RV. El inglés. Por lo demás, he hecho todo lo que tenía que hacer en su debido momento. Encontré la felicidad a los 42 años y estoy casada. No somos una pareja abierta y cada día que pasamos juntos es mejor, pero él me conoce muy bien y sabe que intentar atarme es imposible. Aprovecho absolutamente todo en la vida y quiero ser una vieja loca.
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20 de enero-18 de febrero
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