La cara de Ana es el reflejo de su alma. Y su alma reacciona ante todo lo que le rodea: llora con Alfred, se queda embobada con Amaia, se ríe con Roi… Y se quedó bloqueada cuando vio la letra de su canción, un tema en inglés que debía ‘rapear’ con energía y velocidad. Su cara era un cuadro de bifrontismo, de los que dan solo una faz. El martes ni siquiera podía pronunciar la mitad de las frases. El miércoles siguió estudiando hasta que apagaron las luces, intentando retener un texto que debía soltar con la fuerza de una ametralladora. Pasó de ser La Bikina a convertirse en LaZarzamora, llora que llora por los rincones’. Por si fuera poco, Vicky le marcó los pasos de la ‘coreo’ y se vio sobrepasada por la responsabilidad. Y por el miedo.

Ana tenía un pena, una pena que la hacía llorar, llegando a pedir a Manu Guix que la liberase de pasar el primer pase de micros. No pudo librarse y le cayó una reprimenda de la directora por no saberse la letra: “Todo el tiempo que has perdido contando a tus compañeros que no podías hacerlo tenías que haberlo empleado en aprendértela.” Dicho y hecho. Cambió el chip, se puso a estudiar, a recitar, a ensayar, a repetir los pasos (mención especial merece la colaboración de su amigo Roi) y cuando llegó el sábado, se produjo el milagro. Profesores y compañeros se pusieron en pie para aplaudir el resultado de su trabajo (qué bonito ver a Roi reaccionando a cada paso de su amiga, nervioso y emocionado). En ese momento, 60.000 personas aplaudieron desde casa frente a su móvil u ordenador. Y las redes convinieron en que había llegado el momento de premiarla como favorita de la semana.

Ana, que había incorporado el grito de ¡Ana War! como broche de la actuación, era la gran esperanza blanca de la noche: no podía fallar, debía arrasar con todo. Es cierto que llegó un poco ahogada en algunos momentos pero, ¡qué demonios!, es lo mínimo que podía esperarse ante ese despliegue de baile, bajada de escaleras, sacudidas de caderas y ´portés’ con los bailarines. Y sin desafinar. Cómo hemos cambiado.

Cuando Roberto Leal la anunció como una de las tres favoritas, la cara de Ana era un poema. Uno de Gloria Fuertes, de versos libre sobre niñas inocentes y juegos infantiles. Para cuando confirmó lo que todos sabíamos, que era LA favorita, la cara de Ana era ya el espejo de España.

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