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La última vez que se la vio fue el pasado mes de noviembre, casi coincidiendo con la salida al mercado del libro 'Carmen, una mujer testigo de la historia' (La Esfera de los Libros), en el que Nieves Herrero hacía un repaso novelado por la vida de la única hija del general Franco. Por esas fechas se conoció, también, el estado de salud de la duquesa de Franco.
Esta noche, y tal y como ha confirmado su nieto Luis Alfonso de Borbón en las redes sociales, la vida de Carmen Franco se ha apagado para siempre.
Fue ella misma quien desveló a El Mundo la enfermedad que padecía. "Lo que tengo es un cáncer terminal. Todo ha sido este verano", contaba en el periódico. Afirmaba también que, a sus 91 años, sabía que no tenía tratamiento.
Sus hijos y sus nietos también asumieron que el fatal desenlace de Nenuca –apelativo con el que se la llamaba en la familia– estaba más próximo de lo que les hubiera gustado y, quizá por eso, estas Navidades se quedaron todos en Madrid y se reunieron en Nochebuena en la casa familiar, en el piso de hermanos Becquer, que ha sido la residencia de Carmen durante las últimas décadas. Sus siete hijos y 13 nietos han estado estas fiestas alrededor de una mujer que, curiosamente, se crió en la soledad de ser hija única.
Una mujer sin temores
"No tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte", le dijo a Nieves Herrero en una de las muchas charlas que sirvieron para hilvanar el libro. Curiosamente, la propia Carmen reconocía que había crecido como una niña miedosa, unos temores, en parte inculcados por su madre, Carmen Polo, que se evaporaron en los últimos años. Herrero pasó muchas horas en su casa recordando una vida de novela.
Una existencia comentada por muchos, pero de la que ella apenas había abordado. "Ella tomó la decisión de hablar largo y tendido sobre su vida después de haber estado callada 90 años. Debí de llegar en el momento justo en el que estaba cansada de tener que responder de la vida de sus padres, de su marido…", nos cuenta la escritora.
nieves herrero
Así repasaron una infancia que transcurrió entre la Guerra Civil y los muros del palacio del Pardo, siempre viendo la vida "a través de una ventana". Ni tan siquiera fue al colegio. Bueno, lo hizo, pero solo una vez. Fue en Francia, cuando durante la guerra su madre y ella salieron de España en un barco alemán. Su escolarización duró un día. "Choca mucho a sus nietos que su abuela no haya ido jamás al colegio. Estuvo siempre con institutrices", cuenta Herrero. Hubo dos especiales que formaron parte de su vida: Madamoiselle Labord y una teresiana llamada Blanca. "Las dos desaparecen de su vida drásticamente. Una, porque creen que es espía; la otra, porque se enamoró del chófer de Carmen Polo. Sus afectos siempre han sido rotos", cuenta Herrero.
Sus hijos y sus nietos
Pero en ese aspecto hay una excepción: sus hijos y nietos, que se han hecho fuertes a su alrededor y no la han dejado sola en ningún momento. Y eso que ella no estaba del todo contenta con su papel como madre. "Estaba un poco pesarosa, porque decía: 'Sé que para mis hijos no he sido la mejor madre. Ellos hubieran querido tenerme más presente'", asegura Nieves. "Cuando pensaba en ella de joven, se recordaba embarazada", comenta la periodista. No es de extrañar teniendo en cuenta que ha tenido siete hijos. De ellos se encargó "Miss Hibbs, una inglesa que apareció a partir de nacer Francis y que fue la madre y el padre, como dicen algunos hijos, de ellos".
Carmen tampoco vio mucho a su padre. De hecho, durante la Guerra Civil se perdieron la pista tres meses, y le contaba divertida a Herrero que, cuando se encontraron, ella no le reconoció. "El cambio físico y de actitud que encontró, dice que fue enorme. Ella recuerda mucho el padre que tenía antes de la guerra, y el de después".
Cuando se casó con Cristobal Martínez Bordiú, fue cuando su vida cambió drásticamente. Quería ver mundo. "Cuando se casaron, lo primero que hicieron fue rechazar la escolta, irse a vivir a un piso, ya que ella había vivido en palacios toda su vida. Lo que quería es una vida de entradas y salidas, sin tener que dar cuentas a nadie". Y, aunque después se daría cuenta de no iba a ser así, desarrolló entonces una pasión que la ha acompañado hasta ya convertida en una nonagenaria: viajar.
También a conocer a personajes destacados de uno y otro lado. "Me contó el episodio de ellos con los Kennedy. Cómo se hicieron amigos". El marqués de Villaverde viajaba mucho a EE.UU., y la amistad con los Kennedy era tal, que cada vez que iba, se veían. "Una vez, cuando Kennedy era senador, Carmen bailó con él. Decía que era una persona muy agradable, magnética".
Según la periodista, también contaba entre risas que, cuando le dijo a su padre, Francisco Franco, que se comentaba que Kennedy podría ser el próximo presidente de Estados Unidos, él contesto: "Es imposible, porque es católico y allí no ha llegado ningún católico a presidente".
Carmen y la historia
Ella también recibió una formación católica. "Ella y su madre eran muy religiosas", algo habitual en la época. "A nadie se le ocurría no hacer lo que mandaba la Iglesia", comenta Herrero. Esa obediencia a las normas religiosas encaja con su personalidad. "Toda la vida ha sido obediente. Cuando se queda viuda es cuando ella toma sus propias decisiones", reflexiona.
"Me sorprendió cómo se reivindicaba a sí misma, decía que ha tenido sus propias decisiones, su vida, que no quería acarrear sobre sus espaldas la vida de nadie", aseguraba. "Me pareció, sobre todo, una mujer directa y, por otro lado, realista. Sabía, perfectamente, que estaba en el final de su vida. Decía que ya no tenía miedo a lo que viniera, que había tenido una larga vida. Había visto a la muerte muchas veces de cerca y que no le tenía ningún miedo".
Quizá por eso, al final, decidió contar cómo han transcurrido 91 años de historia en los ojos de alguien que la ha vivido en primera persona.
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