Penélope Cruz con el abanico reivindicativo de los Premios Goya 2018. / getty images.

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Brisa de abanico

Nueva reflexión de nuestra colaboradora Anne Igartiburu.

La última edición de los Premios Goya ha reivindicado, sobre todo, más mujeres en el sector cinematográfico. Lo ha hecho con gestos de abanicos, que en sus tiempos ya servían para manifestar emociones y mensajes por parte de las damas. Tan español, tan cinematográfico, tan elocuente... El público auditorio agitaba dicho complemento rojo con brío e intención, y el escenario se colmaba de palabras y sentencias que dejaban claro que no estamos dispuestos a pasar ni un indicio más de desigualdad ni en este ni en otro sector.

Me quedo con las de Nora Navas que, por la ausencia de una convaleciente Yvonne Blake, hizo un fantástico discurso de la Academia junto a Mariano Barroso. La actriz se expresó así: "Derrotando la superioridad de género, derrotaremos también el monstruo de la violencia contra las mujeres". También me quedo con la mejor recomendación para generaciones venideras de la ganadora al Goya a la Mejor actriz, Nathalie Poza: "El arte importa. Así que, si hay alguien ahí, alguna chavala que se quiera dedicar a este oficio, ¡salta! Abraza tus heridas y conviértelas en una obra de arte porque merece la pena".

Nadie como las directoras de nuestro cine para remover entrañas

Mi corazón latía fuerte en el patio de butacas. Maestras de la vida que, con sus palabras, invitan a reivindicar lo que corresponde a la mujer igual que al hombre. En respeto y reconocimiento salarial o protagonismo profesional. Si con mis palabras en la gala inaugural del Festival de Cine de San Sebastián recordando qué pocas mujeres hay en la dirección de cine en España, recibí el cariño de directoras como Carla Simón - descubre a la cineasta aquí- o Leticia Dolera, hoy soy yo quien agradece las palabras de estas actrices. Nadie como ellas para remover entrañas. Me recuerda un poco a la metáfora de lo que puede mover el aleteo de una mariposa. Ese proverbio que asegura que ese golpe sutil puede llegar a mover el mundo. Ya lo está haciendo y, sobre todo, debe hacerlo en las generaciones más maduras.

No solo porque la mayoría de las más jóvenes vienen en general más concienciadas y dando estas evidencias por hecho. Sino porque de nosotros depende que cambiemos muchos estereotipos arraigados en lo más profundo de nuestro ser y forma de actuar, y movernos en la sociedad. Insisto siempre en que lo haremos tomando la mano y compartiéndolo con nuestros compañeros, padres, hermanos, amigos... que, además, están deseando hacerlo sin ser excluidos en este camino lleno de logros a pasos agigantados.

Y hablando de gigantes, también 'Handia' ha avanzado en el reconocimiento de lo diverso. Eskerrikasko, gracias, equipo del filme, por recordarnos la emoción y la crudeza a ratos del ser humano. El cine puede con todo si nos dejamos encandilar por su luz, palabra y sonido. La diversidad –el abanico, una vez más, como metáfora de la infinidad de opciones– en el idioma: euskera, catalán, castellano e inglés, este último de la mano de Isabel Coixet y su librería como campo base de las ilusiones de un mujer arrolladora.

Todo a golpe de abanico. ¡Qué poco cuesta, a veces, un movimiento de muñeca y cuánto una mirada a lo obvio! Prepárate horizonte, porque llegan nuevos aires que señalan el camino y no vamos a parar de agitar juntos conciencias con la brisa que acaricia el rostro de quien se oculta por miedo.

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